Visitando bodegas: El Enemigo, misterio, arte y vinos en Maipú

El Infierno, el Purgatorio y el Paraíso en un mismo lugar, en la república del Chachingo.

Visitando bodegas: El Enemigo, misterio, arte y vinos en Maipú

Por:Andrea Mendoza Ghinaudo
Diseñadora y bloguera

Allá como por el 500 A.C. en China, un señor llamado Sun Tzu, que en sus ratos libres practicaba ser general, estratega y filófoso dijo "Mantén a tus amigos cerca y a tus enemigos aún más cerca".

Este muchacho por lo visto era un visionario, porque seguramente se imaginó, o la habrá hecho en espíritu, una visita a la Bodega El Enemigo ubicada en la república de Chachingo (según los dichos de su propietario) porque les aseguro que cuando conozcan este lugar sí que van a querer quedarse cerca, muy cerca.

Les cuento que este paraje es propiedad del enólogo Alejandro Vigil, que se instaló ahí hace tres años junto a su familia y en el mismo predio están la bodega, su casa y el restaurant llamado Casa El Enemigo.

Alejandro es una persona que le gusta experimentar, romper con las estructuras y muchas veces utiliza materiales poco convencionales. En esta bodega se realizan cuatro diferentes tipos de proceso de fermentación: en tanques de acero inoxidable, en piletas tradicionales de material, en huevos gigantes de concreto y en barricas, en todos ellos los resultados son diferentes.

Durante el recorrido te van contando que Vigil ha querido representar en el predio la Divina Comedia de Dante, donde la cava seria el "Infierno", el restaurant el Purgatorio y finalmente su casa, que se aprecia al fondo del terreno, seria el Paraíso.

Cuando entrás a la cava te teletransportás a un museo del barroco, porque estás en penumbra solo iluminado con un candelabro divino y las barricas se van intercalando con cuadros de Osvaldo Chiavazza y Sergio Roggerone, entre muchos otros artistas mendocinos, que nos hablan de la estrecha relación del dueño con el mundo del arte.

Todo un deleite caminar sobre baldosas coloridas, entre esculturas de metal y bancos de durmientes con almohadones de arpillera.

Después del recorrido nos dispusimos cómodamente en una mesa bajo la sombra de los árboles a comenzar la degustación.

Empezamos con un Chardonnay con aroma penetrante y sabor largo, suave como ir acomodando el paladar a lo que vendría después.

Le siguió un Malbec que le puso un tono más fuerte a la siesta, en nariz no tan intenso pero en boca te hace girar los ojitos.

Después se hizo presente un Cabernet Franc que le puso seriedad al asunto, de carácter fuerte y penetrante, tuve que darle su tiempo para que aireara y se mostrara con todas sus luces. ¡Me encantó!

Todos estos vinos provienen de vides de Gualtallary en Tupungato y el último que probamos fue un exquisito Bonarda proveniente de El Mirador en Rivadavia.

Algo que me llamó mucho la atención (¡y me gustó por supuesto!) es que la mayoría de los empleados son de la zona; por ejemplo la guía vive enfrente, los quesos se venden en el negocio de la esquina y Viviana, la vecina de al lado, hace las empanadas.

Cuando ya emprendíamos el regreso nos encontramos en el estacionamiento con el mismo Vigil que venía llegando, nos saludó, agradeció nuestra visita un poco menos que nosotros el haber probado sus vinos, y al darse vuelta, vio que había un taxi con el chofer esperando seguramente a un pasajero y lo primero que hizo Alejandro fue preguntarle si le habían traído comida... ¡Listo! Eso terminó de sellar mi enamoramiento con ese precioso lugar y su calidez humana, a los que quiero volver una y otra vez.


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Twitter: @AndreaMzaG
Instagram: andreamzag
Fotos: Gustavo Valles