La jueza viajera de Mendoza como espejo de la desidia

La Suprema Corte de Mendoza hizo zafar a la jueza viajera y planteó un absurdo judicial. Paradoja y mal ejemplo en momentos en los que se necesita eficiencia.

La jueza viajera de Mendoza como espejo de la desidia

Por:Christian Sanz
Secretario Gral. de Redacción (click en autor)

La situación es tan absurda como real, por eso se la planteará desde otra óptica para graficarla con claridad: el empleado de una empresa privada se presenta repentinamente en la oficina de Recursos Humanos portando el certificado de un psiquiatra que advierte que posee un cuadro depresivo que no le permite desempeñar sus tareas.

El jefe de personal archiva el certificado en el legajo del trabajador y entiende que debe concederle la licencia solicitada por el profesional.

Al paso de los meses, el empleado empieza a postear en sus redes sociales fotos de él mismo viajando por el mundo e incluso haciendo deportes extremos. Mientras tanto, la empresa le sigue pagando su salario.

Carolina Rivera, la jueza viajera

En ese contexto, su jefe lo llama y le pide explicaciones. El hombre responde: “¿Por qué viajo por el mundo? ¿Por qué me la paso de joda? Es parte de mi tratamiento médico”, asegura el trabajador a su superior.

No es chiste: lo aquí descripto escapa a la mera fábula, es una situación que ocurrió en Mendoza y que involucra a una jueza.

Ver además: Luego de la fiscal Orozco... ahora la viajera es una jueza mendocina

Se trata de la historia de Carolina Rivera, magistrada que, bajo pretexto de ser pasible de un cuadro psiquiátrico, se la pasó viajando y haciendo actividades que nada tienen que ver con su labor.

Su caso fue revelado por el Post el pasado 2 de enero y allí se expuso cómo la magistrada, para justificarse, presentó una batería de certificados médicos psiquiátricos otorgados por el Dr. Ricardo Sardi.

Rivera es la contracara del caso de la fiscal viajera de quien, dicho sea de paso, es amiga

Al mismo tiempo, mientras aportaba esos documentos ante la justicia, Rivera se la pasó reuniéndose periódicamente con su grupo de montañismo e incluso viajó a Chile para pasear.

No se trató de un fin de semana o dos, sino de una constante que se dio durante meses. De hecho, desde que fue nombrada al frente del Segundo Juzgado de Flagrancia en la que se desempeña, en junio del año pasado, jamás se presentó a trabajar sino hasta después de la feria judicial de este año. En buen romance, se tomó 242 días de licencia, lo cual le costó al Estado cerca de un millón de pesos en salarios que le fueron pagados.

Ver además: La increíble impunidad de la "jueza viajera" de Mendoza

No obstante lo dicho, la Suprema Corte de Mendoza dispuso archivar las actuaciones sobre Rivera. Los que refrendaron la decisión fueron los integrantes de la Sala III de la Corte, Pedro Llorente, Omar Palermo y Julio Gómez, sobre la base de supuestos informes enviados desde la Secretaría Legal y Técnica, la Dirección de Recursos Humanos, la Junta de Reconocimientos Médicos del Poder Judicial y la sede Mendoza de la Dirección Nacional de Migraciones.

Allí, en el expediente 100.263, al cual el Post tuvo acceso en exclusiva, los jueces concluyen que “no surge la existencia de irregularidad que merezca reproche administrativo” ni “hecho pasible de sanción”. Cuando se recuerda el caso de la fiscal viajera, Anabel Orozco, pareciera que algo no encaja. ¿Cómo es que un caso amerita hasta un jury y el otro ni siquiera una amonestación administrativa?

Llorente es quien nombró a Rivera en el poder judicial por pedido de su padre

La respuesta es insólita: para la Suprema Corte, Rivera padece un cuadro denominado “trastornos del estado de ánimo” y “existe coherencia y correlatividad entre la patología certificada, la sintomatología que presenta y la terapéutica aplicada”.

Más allá de la justificación que pueda darse, en estas horas hay gran enojo en la Procuración de la Corte por la decisión tomada. Fuentes de la dependencia a cargo de Alejandro Gullé, aseguraron a este diario: “Se perdió una posibilidad de aleccionar, una puerta que se volvió a abrir y que se había cerrado luego del caso de la fiscal Orozco”.

-¿Qué puerta?

-Yo mañana me hago el boludo me pongo una licencia psiquiátrica y no laburo más. Aparte de otras cosas.

-¿Cómo cuáles?

-Si la jueza está mal psiquiátricamente, cuando va a resolver un expediente ¿no influye eso? Por supuesto que sí. Si soy abogado defensor y mi defendido es condenado por una jueza así yo la objeto por su enfermedad psiquiátrica.

Gullé, molesto por la situación

Razones que no son

Amén de los motivos expuestos, hay una situación que jamás fue tenida en cuenta por la Corte mendocina a la hora de evaluar el caso, aún cuando la investigación se inició por el hallazgo del Post.

Desde un primer momento este diario reveló que los verdaderos motivos por los cuales Rivera cesó de concurrir a su puesto de trabajo nada tenían que ver con su supuesta enfermedad, sino más bien por su disconformidad con el puesto de trabajo.

“Vino una sola vez y se indignó; dijo que en esa mugre no iba a trabajar, a partir de allí presentó licencia psiquiátrica”, confió a este medio una persona que trabaja en el juzgado de Flagrancia donde la jueza es titular.

¿Por qué la Corte no requirió ese y otros testimonios? ¿Por qué no citó al médico Ricardo Sardi, quien extendió los certificados a Rivera?

La jueza Rivera se ríe

Es absurdo cómo se manejó el tema desde un principio, sobre todo habiendo existido el antecedente de Anabel Orozco, la fiscal que adujo una lumbalgia para viajar a Brasil con un grupo de amigas. En este último caso, como se sabe, existió la firme decisión de separar a la funcionaria judicial de su cargo.

Lo único que podría explicar la impunidad de Rivera es su cercanía con Pedro Llorente, uno de los supremos que la hizo zafar y quien la nombró en el poder judicial a los 24 años, por amistad con su padre, otrora funcionario radical. 

El dato fue confirmado por fuentes judiciales y por informantes de la Justicia local.

No hay mucho más para decir, solo dejar en claro lo peligroso de un antecedente de este tenor, en instantes en los que la provincia necesita más eficiencia que nunca. Ciertamente, un mal ejemplo… y en el peor momento.