Señora, no fue un golpe… Era la gente en la calle con su velorio popular

Impresiones del 18F y apenas un intento de explicación. Por qué el gobierno lució desubicado y sin estribos. Y por qué una gran mayoría decidió identificarse con Nisman.

Señora, no fue un golpe… Era la gente en la calle con su velorio popular

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

Diez mil. Cien mil. Cuatrocientos mil.

¿Un millón en todo el país? Las cifras no importan tanto. Lo que interesa es que multitudes que desafiaron la lluvia intensa en Buenos Aires, el calor en el norte, el frío en el sur, y el miedo; dijeron con su silencio mucho más que el palabrerío desordenado de un gobierno que lució desubicado, y una vez más, frío ante la movilización popular.

Qué clase de peronismo será este que no se conmueve con la gente en la calle…

Es muy difícil tratar de determinar por qué miles de argentinos que no partieron desde las oficinas de Clarín para derrocar a Cristina ni de ninguna “corpo”, salieron a la calle con banderas, camisetas de la selección, carteles, crespones, velas, fotogafías, consignas y condolencias para acompañar a un grupo de fiscales cuya gran mayoría no son el monumento a la virtud republicana… pero que estaban ahí, y a la familia de Alberto Nisman. Lo que sí es claro es que la gente, la que salió a la calle y la que adhirió sin ir porque no pudo, no quiso, tuvo miedo, o no es su costumbre; piensa que lo que le pasó a Nisman tiene algo o mucho que ver con el gobierno de Cristina Fernández, que de un modo u otro es responsable de su muerte.

Mendoza x Nisman, otros 5.000.

Los argentinos hemos visto demasiadas cosas raras en la muerte del fiscal y en el mes bizarro que le siguió, con una guerra de espías feroz, la presidente jugando a Agatha Christie por cadena nacional, y las hipótesis más increíbles sobre cualquier cosa que haya ocurrido en el departamento de ese edificio de Puerto Madero, originadas en el oficialismo. Algunas de ellas de una hijaputez asombrosa, como la del senador kirchnerista misionero que habló del asesinato homosexual a manos del “marido” de Nisman, recaratulando la causa y acusando a la vez a Lagomarsino por el crimen; o el tuit –durante la marcha- del pelotudo insigne de Alex Freyre, riéndose de la gente que caminaba empapada, con eso de que no era lluvia lo que caía del cielo, sino Néstor haciendo pis. Después pidió disculpas pero el estropicio estaba hecho. Desde esos extremos hacia abajo hubo de todo, empezando por las versiones contrapuestas de la propia presidenta en aquellas comunicaciones por Facebook en ese increíble fin de Enero.

Sin embargo, la versión preferida y de mayor rating fue la del golpe. La de la desestabilización, la del derrocamiento, la de las corporaciones que tratan de echar a Cristina para empoderar no se sabe a quién, la de oscuros fantasmas intentando quedarse con el poder. Decenas de funcionarios, escritores, “pensadores” a sueldo, comunicadores y periodistas pauteros abonaron la teoría de la conspiración contra Cristina.

Pero no hubo tal asalto. Marchando por Nisman había gente común hastiada de la impunidad y la soberbia. Cansada de que no se diga la verdad y de que no haya justicia. Dolida, porque un fiscal que investigaba al gobierno apareció muerto y el mismo gobierno montó entonces una fantochada política increíble sobre esa muerte.

No hubo tal golpe. Alguien debería decirle a la presidenta que no existe tal conspiración. Que la gente apenas pedía el fin de la impunidad, y que no hay un solo argentino que desee algo distinto a que ella termine su gobierno en paz. Sólo aquellos que revolean teorías exóticas para ver si se pueden quedar de alguna manera después de diciembre alientan las teorías afiebradas del complot. Para nadie más es negocio que Cristina se vaya antes.

No había conspiraciones. Lo que hubo es un funeral popular. El velorio que la gente sintió que le debía al fiscal muerto Alberto Nisman.

Y nadie puede quitarle a otro el derecho de velar a sus muertos.

Aunque fuere con el silencio de cientos de miles pidiendo justicia. Por Nisman, para que vayan presos los chorros, pero también los corruptos. La justicia del equilibrio justo, la que premia el esfuerzo y no la vagancia y la atorrantería. La que dice trabajo, educación y dignidad en lugar de clientelismo y esclavitud. La que dice que si un niño muere desnutrido, y después cinco, seis, siete o diez, no es un "caso aislado" sino mala gestión y corrupción en el Estado.

Marcharon reclamando la justicia de saber la verdad.

¡Justicia! Así, simple. Nadie pidió otra cosa. ¿Es tan difícil de entender?