El miedo en primera persona: así es que te roben con un arma en la cabeza

Una fiesta que fue pesadilla y pudo terminar en velorio. Un asalto a mano armada contado por víctimas que pudieron salir sin un rasguño, pero con un miedo atroz.

El miedo en primera persona: así es que te roben con un arma en la cabeza

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

“Cumplíamos 23 años de casados y el sábado la noche pensábamos cenar y festejar. En vez de eso, mis hijos pudieron estar velándome…” dice María, en medio del llanto, la angustia y el espanto tras haber sido víctima de un asalto a mano armada. Su nombre real ha sido cambiado para poder contar esta breve historia, justamente, porque ella y su marido tienen un miedo sano y razonable. María es una profesional que trabaja en Mendoza, con una intensa actividad pública estatal y privada, tiene varios hijos de distintas edades y un esposo, profesional también, que en la noche del asalto a mano armada estaba con ella.

Lo peor que queda tras un hecho de inseguridad es el miedo. La incertidubre de que pueda volver a pasar. Tener un revolver en la cabeza manipulado por un joven de mirada dura, furiosa, cargada de resentimiento, puede asustar a cualquiera por mucho tiempo. Y cambiar la perspectiva de las cosas.

Un asalto, aunque las víctimas puedan salir ilesas, te cambia la vida para siempre.

María estaba en casa de unas amigas, en un pequeño barrio capitalino detrás del Champagnat, cerca de la estación de servicio del Dalvian (ver mapa)

Su marido Enrique, profesional y mendocino –su nombre también es ficticio- debía pasar a buscarla a eso de las 20:00, para la programada cena de aniversario.

“Yo los vi, estaba detrás del auto y me di cuenta que se venían los tres y les dije a la chicas ¡Cuidado! Y ellas se subieron al auto. Una adelante, y la otra detrás. El que parecía el jefe, el mayor, me agarró a mí atrás del auto y me puso el revolver en la cabeza. Alcancé a ver que era un arma gastada, como si estuviese despintada o algo así. Inmediatamente le di todo. No me dijo nada más que pedirme las cosas, ni me tocó, ni nada. Pero el miedo que sentía era terrible. Ese chico tenía una mirada durísima, cargada de odio. Me fui por el costado y le dije a mi marido que tuviese cuidado, que estaban armados. Los otros dos parecían tener miedo. Una de mis amigas se quedó como paralizada y yo misma le saqué la cartera para dársela a los delincuentes… Los que fueron por delante del auto estaban nerviosos, con bastante susto” dice María.

Esta es la zona donde ocurrió el asalto:

A María la asaltaron el sábado a las ocho de la tarde de día aun, en la intersección de Doctor Milstein y Dr Carrillo. Eso está cerca del barrio Champagnat, poco antes de llegar al centro comercial enfrente del complejo Dalvian. En ese lugar, parece que la gente vive aterrorizada. “Sufren entre dos y tres asaltos por día… los vecinos están muertos de miedo…” contó María. Hubo algunos de los habitantes del lugar que fueron testigos de lo que ocurría, pero no atinaron a nada.

“El que fue por delante y agarró a mi marido lo despojó de todo… celular… billetera… las llaves de casa… plata… documentación… todo lo que llevaba en la riñonera… reloj, absolutamente todo” contó la mujer, todavía conmocionada por el miedo.

“Estaban vestidos como cualquier chico… bermudas grandes, medias y zapatillas como para correr…" 

"Tenían puestas las camisetas de la selección, gorra, uno llevaba mochila… el típico pibe chorro muy parecido a cualquiera…"

 "Y después que nos asaltaron salieron corriendo prácticamente a campo traviesa hacia la ciudad” dice la mujer, que debió pasarse hasta la medianoche del sábado con los trámites de la denuncia. Dijo más cosas, pero si las reproducimos, la citará el INADI.

En este tipo de asaltos se pierde mucho más que el dinero. Hasta tanto la víctima atina a pedir el bloqueo del teléfono, los delincuentes acceden a todas sus fotos de familia, lista de contactos, correos electrónicos, claves bancarias, la dirección y el correo personal de la víctima, sus listas y mensajes de WhatsApp, fotos de sus amigos y amigas, y de sus hijos. Videos personales… mensajes de trabajo… y a veces, secretos. Los delincuentes se asoman a la vida de la víctima a través de los smartphones robados. Ni que hablar si acceden a la cuenta de Facebook. Se harían un picnic.

Lo primero que debe hacer alguien que sufre este tipo de robos, es alertar a familiares, amigos y contactos, que pueden ser presas de un nuevo robo. Y como prevención, hay que tener los teléfonos de modo permanente bloqueados con PIN.

“Es como si te asaltaran de nuevo… porque dar de bajas las tarjetas, anular los teléfonos, es todo costo, y todo es un gasto enorme… y el miedo que te produce, porque en nuestro caso se nos llevaron las llaves de casa” se queja la mujer asaltada en la víspera de su aniversario de bodas, que por primera vez sintió el caño frío de un revolver en su cabeza. “Por cómo me miraba, todo el tiempo me pareció que me iba a poner un tiro” contó.

María y Enrique pudieron contarlo. El sábado a la noche, en su casa y angustiados, abrieron igual una botella no ya para festejar su aniversario, sino que habían salido vivos.

No sufrieron ni un rasguño y su asalto, seguro, no será un titular en los diarios. Lo que queda es el miedo, la bronca, y el resentimiento. Dos de los delincuentes no parecían tener mucha experiencia, según contaron las víctimas. Y el otro sí. Y esa, es parte de la generación extraviada, que hace estas cosas. Cada tanto salen “de caño”, previo fumarse o tomarse un tetra, y roban. 

Lo increíble es que después suben sus fotos a Facebook. La red social está plagada de fotos de pibes chorros mendocinos de muchos barrios de Capital, Las Heras, Guaymallén y Godoy Cruz. 

Están ahí con facas, revólveres, pistolas, y algunos hasta armas largas. Posan con ellas, se sacan fotos con caras de malos, y las chicas del barrio les admiran y los quieren de novios.

Un día, le ponen un tiro a alguien y lastiman o matan, y van presos. O no, y la vida sigue.

Hasta que se acaba.