Por qué la gente marchará el #18F

Cosa curiosa. Las marchas de silencio se popularizaron en Catamarca y eran contra el poder político y judicial.

Por qué la gente marchará el #18F

Por:Lucas Carrasco
Periodista

 No habla bien de la Justicia que a casi un mes de la muerte de Alberto Nisman ni siquiera esté caratulada de manera clara y convincente la investigación. Por ahora, es "muerte dudosa".

Ni hablar de haber resuelto el caso.

Los que tomaron con precaución la distancia que el gobierno argentino tomó, inexplicablemente, ante el último atentado terrorista en París, tendrán, con espanto, que darse cuenta que por lo menos en Francia en 48 horas estaba resuelto el misterio: se sabían quiénes eran los autores, se los persiguió, murieron en combate.

En Argentina, por incompetencia o para ayudar a los autores, aún la Justicia no resolvió si fue suicidio o asesinato. Nos están tomando el pelo.

A un mes, no hay certezas.

Es en ese contexto que el 18 de febrero habrá marchas en todo el país. Aunque el epicentro, como es tradición, estará en la movilización que parta desde la Unidad Fiscal Especial del Caso AMIA, que el fallecido trágicamente dirigía por convocatoria del ex presidente Néstor Kirchner.

Una parte de la burocracia judicial, la que está enfrentada al Gobierno, llama a una marcha del silencio. Cosa curiosa. Las marchas de silencio se popularizaron en Catamarca y eran contra el poder político y judicial, tras la muerte de una adolescente.

María Soledad había sido asesinada por prominentes personajes de esas dos esferas, la política y la judicial, que se confunden entre sí mucho más que lo que ellos mismos cuentan. Esta marcha de silencio se hace para pedir a la Justicia que haga justicia y la convoca la propia Justicia. Parece un trabalenguas. Es por lo disparatado.

Fiscales llaman a marcha de silencio.

Sin banderas partidarias, convocan los fiscales que deben su cargo a los partidos políticos, otra cosa rara. Y sin reclamar nada a la Fiscal y a la Jueza, que están haciendo una deplorable labor. Suena más que raro.

Sin embargo, es posible que la movilización sea masiva. Mucha gente irá, principalmente, por el espanto del asesinato de Alberto Nisman, el Fiscal que murió en vísperas de presentar ante el Congreso de la Nación las pruebas con las que acusó a la Presidente por encubrimiento del atentado terroristas a la mutual AMIA. El atentado más grande de nuestra historia como país.

Hay una sensibilidad especial ante este tipo de crímenes, en un país con memoria herida.

La Presidente fue la principal acusada, pero no la única. Un grupo de lúmpenes y barrabravas la acompañan. El impresentable Canciller Héctor Timerman, el funcionario de Educación de Scioli, Luis D Elía, el dirigente de Quebracho Fernando Esteche, entre otros agentes de la SIDE con una predilección por copar la Aduana. Dato que parece escapársele, adrede, a la Justicia. Y a cierto ministro de un gobierno que tiene a la ex cúpula del SEDRONAR procesada por narcotráfico de efedrina, midiendo los niveles de azufre para refinar el petróleo de Irán, país que tenía un presidente antisemita que tenía bloqueado el comercio de petróleo por sanciones internacionales.

Mucha gente ve en la Justicia el último resquicio contra el autoritarismo de Cristina Fernández, independientemente incluso del caso Nisman. Es un pensamiento peligroso. En el fondo, es correcto el razonamiento K sobre la Justicia: su carencia de legitimidad basada en que es el único poder donde sus miembros no son elegidos por el voto popular. Es correcto el razonamiento, también parido en el gobierno, de que la Justicia nunca es independiente.

Si lo sabrán ellos, que gozaron de una inmunidad abierta y descarada durante tanto tiempo.

Pero las condiciones cambiaron. La economía se derrumbó, se develaron causas de una corrupción pornográfica y la situación social es tan humillante que el gobierno dejó de publicar las estadísticas de pobreza. El peso de la deuda externa volvió a hacer de las suyas y la megarecesión se combina, explosivamente, con la segunda inflación más alta del mundo. Inflación que el gobierno niega.

Para medir la gravedad y repercusión del caso Nisman, basta tener en cuenta que opacó incluso la cantidad de desastres seriales del Ministro Excel Kicillof, el más coherente de los ministros: jamás hizo una bien.

Argentina tiene todos los climas y el microclima gubernamental es único en el mundo. Ahí sostienen que Nisman no tenía pruebas para acusar a la Presidente, obviando que murió cuando iba a presentarlas, que todas las sospechas mundiales por ese crimen están sobre el gobierno y que, ni más ni menos, de no haber sido asesinado Nisman el mundo estaría discutiendo el arresto de Cristina Fernández. Aunque Capitanich haga streptease o rompa diarios.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Como la muerte.

Las discusiones estériles que el gobierno trata de meter en la sociedad, buscan desviar la atención sobre este punto central: de no haber muerto Nisman, quizás estaría pidiendo la detención de la Presidente de la Nación.

La investigación la realiza el propio gobierno. La Fiscal, que como se ve no es una luz, solicita medidas que los equipos gubernamentales (como la SIDE o la Federal, ni más ni menos) realizan. Luego y cuando se les da la gana, le informan al juzgado los resultados. A menudo, se lo informan primero a los encargados de embarrar la cancha en los medios de comunicación. Por eso, esa sensación de farsa que rodea una investigación perezosa, patética y hasta ridícula (la Fiscal Fein hasta quiso irse de vacaciones). Por eso, también, mucha gente va a marchar el 18 de febrero.