Así es la matriz de la inflación argentina

Así es la matriz de la inflación argentina

Por:Miguel Angel Rouco (*)

La Argentina es un país raro, lleno de contrastes. Exageraciones, extravagancias, recitales mitómanos y un sinfín de banalidades colocan a la Nación, tras un manto de nubarrones.

Curiosidades. Mientras el tema energético metió a la administración Macri en medio de un torbellino de críticas, fue el ministro de Energía, Juan José Aranguren, quien trajo buenas noticias a la Casa Rosada.

La licitación por la generación de energías renovables abrió las puertas para la inversión de capital en un área donde el país presenta ventajas comparativas, respecto de sus pares de la región, con lo que puede revertir rápidamente el actual déficit y salir del pantano energético.

El interés inversor desbordó las previsiones oficiales y de acelerar y ampliar las próximas licitaciones, el gobierno podrá dar muestras de otro logro importante, similar a la salida del cepo o el fin del default.

La crisis energética es a todas luces el principal problema estructural que tiene la Argentina, un país con las segundas reservas de gas, más grandes del planeta y con una estructura física y geológica ideal para el desarrollo de la generación eólica y solar, absolutamente sustentables con el ambiente.

El problema no está solucionado ni mucho menos, pero esta vez el gobierno encontró el camino correcto.

Y así como en el caso energético se comenzó a ordenar el desarrollo, no puede decirse lo mismo en el plano fiscal donde el gobierno no acierta a elaborar un programa de disminución del gasto público, principal motor del déficit y en última instancia de la inflación.

En este segmento, el gobierno no intenta disminuir el gasto y mantiene una estructura altamente ineficiente. Mientras el gasto público consolidado -Nación, provincias y municipios-, represente el 45 por ciento del PIB, habrá déficit fiscal, la presión tributaria será asfixiante y la Argentina no podrá generar condiciones para el desarrollo de inversiones productivas.

El promedio histórico del gasto estatal se sitúa entre el 25 y el 30 por ciento del PIB. La diferencia es abrumadora y obliga a practicar un ajuste fenomenal que debería haber empezado el 10 de diciembre de 2015, hace nueve meses, pero aún no dio a luz.

Se estima que el déficit primario en 2016 rondará el 5 por ciento del PIB, merced a que el Ministerio de Hacienda exprimió hasta el último centavo de las cajas de los organismos descentralizados, como el BCRA, ANSES y PAMI entre otros. De lo contrario, el rojo sería 3 puntos más.

El gasto corriente aumenta al 38% anual muy por encima del 25 por ciento con que crecen los ingresos. Este desequilibrio exime de mayores comentarios y significa más endeudamiento. Esta es la matriz de la inflación y si no se corrige esta ecuación, la suba de precios no cesará. El esfuerzo del BCRA para contener los excedentes monetarios que exige el Tesoro, es titánico y las altas tasas de interés vigentes no son otra cosa que el reverso de la moneda del déficit fiscal.

La suba de tasas sirve para enfriar la inflación pero no ataca el foco del incendio. En los hechos, la base monetaria supera los 700.000 millones de pesos por las demandas del Palacio de Hacienda.

Con el dólar pivoteando en torno de los 15 pesos, un valor similar que a la salida del cepo, y la inflación apuntando al 35 por ciento, los productos importados comienzan a ser más baratos e ingresan a paso redoblado, provocando zozobra entre los productores locales, pero generando alivio en los precios por una mayor oferta.

Los sectores que se beneficiaron en los últimos doce años con una economía cerrada y "cazaron en el zoológico", esquilmando a la población con precios exorbitantes, ahora se embandera detrás de la "producción nacional", haciendo que la oposición haga causa común.

El disparatado proyecto de ley para prohibir importaciones por 120 días es un remedio equivocado. No es con restricciones a las importaciones que se va a lograr defender la producción local sino con una baja de la presión tributaria que se deberá producir tras una fuerte caída del gasto público.

El problema no es la apertura ni el tipo de cambio. El problema es el exceso de gasto estatal, la matriz de todos los fracasos argentinos.

(*) Especial para Mendoza Post