¿Nisman se mató o lo mataron? Esto revela la evidencia científica

¿Nisman se mató o lo mataron? Esto revela la evidencia científica

Por:Aleardo F. Laría (*)

Que se mató, que lo mataron. A casi dos años de ocurrida la muerte de Alberto Nisman, aún no se sabe qué pasó con él.

No ayuda mucho la idiosincrasia argentina: una actividad investigativa, que se supone sometida a criterios de rigor científico, ha quedado afectada por la mera opinión de observadores distantes e interesados. 

La criminalística es la disciplina científica que tiene por finalidad determinar, desde un punto de vista empírico, si se cometió o no un delito, cómo se llevó a cabo y quién lo realizó. Es una disciplina que aplica los conocimientos, métodos y técnicas de investigación de las ciencias físicas y naturales en el examen del material relacionado con un hecho delictivo, con el fin de reconstruir el hecho para lograr la máxima aproximación a lo históricamente acontecido.

En esta labor, la criminalística se apoya en varias disciplinas que se han ido desarrollando al compás del progreso tecnológico, como la antropología forense, la balística, la dactiloscopia, la entomología forense -el estudio de los artrópodos que se instalan en un cadáver para determinar la fecha de la muerte-, la genética forense -estudio del material biológico, como la saliva, sangre, pelo y otros tejidos para tipificar el ADN-, la hematología -estudio de la sangre hallada en el lugar- y otras que sería largo enumerar.

En el caso Nisman, la investigación lleva caso dos años, de modo que se han hecho numerosas pruebas científicas y los peritos de cada especialidad se han reunido para ofrecer su dictamen al juez de la causa. Trece de los quince expertos forenses que participaron en la investigación han señalado que no hay evidencias de accionar homicida. Cinco de los seis criminalistas, dictaminaron que no había nadie dentro del baño en el momento del disparo. De modo que provisoriamente y mientras no existan nuevas evidencias, la hipótesis del suicidio se presenta como la más sólida, según la actividad científica investigativa realizada.

Se han dado dos argumentos en contra de esa hipótesis. Uno es que la mano del fiscal no registra rastros de deflagración y el otro que su estado de ánimo no era el propio de un depresivo. Estos argumentos deben relativizarse. El primero se basaría en el informe pericial de barrido electrónico del laboratorio de Salta que, aparentemente, no habría encontrado muestras de plomo, bario o antimonio.

Sin embargo, según la fiscal Fein, ese mismo informe señala que esos indicios no son decisivos y, para añadir más confusiones, se viene insistiendo en que, en realidad, el informe contiene una frase que textualmente dice "que se hallaron partículas consistentes con residuos de disparo".

El segundo argumento afirma que Nisman estaba de buen ánimo, pero para saber cual era realmente sería necesario hacer una "autopsia psicológica" que es una prueba que no se ha efectuado.

Por ejemplo, en opinión del ex jefe del Servicio de Salud Mental del Hospital de Neuquén, existen evidencias que revelan "un posible caso de episodio hipomaníaco en un paciente bipolar". Esta deducción la formula a partir del estudio de una serie de comportamientos del fiscal en los días previos a su muerte, entre los que destaca cierta verborragia en la entrevista concedida a TN a los dos días de haber formulado la denuncia contra la ex presidenta Cristina Fernández, acusándola de "encubrir" a los autores del atentado de la AMIA.

Todos estos indicios deben ser valorados en el estricto campo del conocimiento científico, bajo el paradigma de que el mundo está gobernado por leyes que permiten explicar, predecir y controlar los fenómenos naturales y que estas conclusiones deben estar libres de valoraciones ajenas a la investigación.

Una hipótesis investigativa constituye una posible explicación provisional y anticipada que se propone al problema pero que necesita siempre su verificación posterior. De modo que debe estar desprovista de interés político y debe ser lo suficientemente imparcial para no caer en la trampa de tomar los indicios que favorecen una hipótesis y desechar los que la falsean.

Es en este marco conceptual que deben valorarse sorprendentes cambios de opinión como los de la juez Fabiana Palmaghini quien, apenas una semana antes, había afirmado que la hipótesis del homicidio estaba "teñida de subjetividad" y era "más ajustada a deseos personales" de la familia de Nisman y sus abogados que a las pruebas del expediente.

Evidentemente, no solo es posible sino que se debe cambiar de hipótesis cuando nuevas y poderosas pruebas arrastran la hipótesis anterior. Pero, carece de esta entidad la declaración de un testigo que simplemente emite una opinión distinta a la que registra una declaración anterior con su firma, sin ofrecer ninguna nueva evidencia directa.

Por otra parte, la hipótesis que lanzó Stiuso suena bastante extraña si tenemos en cuenta que declara que Lagomarsino, el informático que le prestó la pistola al fiscal muerto, nada tuvo que ver con el "crimen". Es decir que, según Stiuso, los supuestos asesinos tropezaron de casualidad con el arma entregada por Lagomarsino y sobre la marcha la utilizaron para simular un suicidio, consiguiendo su objetivo sin dejar una sola huella de violencia física sobre el cuerpo del fiscal ni en la vivienda donde apareció el cuerpo.

El perito criminalístico designado por Arroyo Salgado añade otro toque surrealista al declarar que habría sido Nisman quien disparó, pero con la mano del criminal por encima de la suya.

En el año 1809, un famoso delincuente francés, llamado Eugéne Vidoc, fue incorporado al cuerpo por la policía francesa y por sus conocimientos criminológicos, alcanzó el cargo de primer director de la Sureté Nationale. Fue el introductor de los primeros estudios de balística y dispuso la creación de expedientes de investigación en cada caso criminal.

Desde entonces, se han registrado multitud de avances en el campo de la investigación criminal. No parece ya posible atender las opiniones subjetivas de un siniestro personaje del mundo del espionaje para otorgarle valor a sus declaraciones en una investigación presidida por el rigor científico.

(*) Especial para Mendoza Post