El ex marido "se lleva todos los números", pero lo que vale son las pruebas

Peluquera asesinada: la pista de un femicidio por encargo.

El ex marido "se lleva todos los números", pero lo que vale son las pruebas

Por:Mauro Szeta
Periodista-Policiales

 Liliana Gotardo le contaba su calvario todos los días a sus compañeras de trabajo. Una y otra vez les decía cómo la hostigaba y perseguía su esposo Rodolfo Maguna, suboficial del Ejército.

Los ejemplos eran de toda clase. Desde agresiones verbales hasta la instalación de un sistema de rastreo satelital en el auto de ella para controlarle todos sus pasos.

Es más, en alguna oportunidad, Liliana le contó a sus amigas que adentro de la casa él había efectuado un disparo que luego trató de minimizar como un accidente.

Así las cosas, Liliana no se animó nunca de denunciar penalmente. Lo único que hizo fue una exposición civil para dejar asentado que uno de los dos dejaba la casa de Bella Vista.

Desde hacía dos meses, Liliana y Rodolfo estaban separados. Según las amigas, con la separación, él había cesado el hostigamiento y pasaba gran parte de sus días prestando servicios en la agrupación 601 del Ejército en Campo de Mayo. La hija de ambos, de 19 años, se había ido a vivir con él.

El jueves a las 7 de la tarde, Liliana cerró su peluquería como todos los días. Acompañada por su empleada Romina cruzó la calle Paunero, altura España para buscar su auto en una cochera. Toda la escena quedó registrada por cámaras municipales. Todo pasó en una zona poblada y comercial de San Miguel, en el oeste del GBA.

Según la declaración de la empleada, un hombre se apareció de repente y encaró directo a Liliana. No hubo exigencia de dinero, ni el clásico “Dame la guita, esto es un afano”. Lo que siguió fue brutal. El criminal giró a la víctima, confirmó que era la persona buscada y la ejecutó si mediar palabra. Fueron siete tiros. Tiró a matar, y mató. Luego, el homicida se subió a una moto que lo esperaba en la esquina con otro tripulante al mando.

Liliana fue llevada de urgencia al hospital. Se murió antes de cruzar la puerta.

El que también llegó al centro de salud fue su ex marido. Nadie lo vio triste, nadie lo vio llorar. Sólo preguntó que había pasado.

En paralelo las empleadas y amigas de la víctima empezaron a sumar denuncias contra el militar. Con estos datos ambientales y no mucho más, el fiscal ordenó la detención del ex marido por su presunta vinculación con el crimen.

Es más, una testigo reveló que 24 horas antes del asesinato, la peluquera había testeado por primera vez un abogado para empezar un juicio por divorcio. En la mente de un celópata, ¿pudo ser ese contacto con el abogado, el pretexto para matar o mandar a matar?

La pregunta es dual y no por casualidad. La testigo presencial del crimen no identificó a Maguna como la persona que disparó.

El fiscal deberá probar si el militar era quien manejaba la moto, o si se trató de un autor intelectual de un crimen por encargo. Hay una tercera hipótesis: que el militar no tenga nada que ver con el hecho.

Además, un tipo puede ser violento, machista, controlador, celópata, y eso no lo convierte necesariamente en un criminal o en el autor intelectual de un homicidio en manos de sicarios.

El caso es complejo. No está resuelto, ni mucho menos. Es cierto que, por contexto, el ex marido se lleva todos los números. Pero la Justicia no puede manejarse por azar o por supuestos: debe manejarse por pruebas.