Kicillof… un hombre en llamas

Kicillof… un hombre en llamas

Por:Miguel Angel Rouco (*)

Con una economía paralizada, sin reservas en divisas, con un abultado déficit fiscal, la presión tributaria en sus máximos históricos y con déficit comercial, Axel Kicillof se despide del Palacio de Hacienda con una performance escandalosa. En el lapso que ocupó el Ministerio de Economía, todo el segundo mandato de Cristina Fernández, Kicillof depreció el peso 61 por ciento, casi lo mismo que la salida de la convertibilidad, hasta que asumió Néstor Kirchner, siempre medido por el dólar oficial.

En ese lapso y al amparo de la Presidenta de la Nación, Kicillof logró provocar con su gestión una inflación del 200 por ciento, al tiempo que reconoció mayores deudas por casi 10.000 millones de dólares en el pago a Repsol y al Club de París.

Con estos resultados, en cualquier otro país, Kicillof hubiera sido despedido. Pero el peronismo decidió premiarlo con una banca en el Congreso. En este contexto, Kicillof deja al país en default técnico y en un virtual default comercial.

La política económica se reduce sólo por controlar las etiquetas de los productos alimenticios y sus publicidades, reflejando la impericia del Palacio de Hacienda para hacer frente a la crisis.

Mientras tanto, el Banco Central rifa las escasas reservas existentes a un ritmo de unos 100/150 millones de dólares diarios en el mercado mayorista y otros 40 millones de dólares en el dólar ahorro.

Todo ello para mantener un retraso en el tipo de cambio y generar la ilusión de riqueza, con una inundación de pesos en el mercado.

El tipo de cambio oficial, a pesos constantes, esto es sin inflación, se encuentra en los mismos niveles que el tipo de cambio al final de la tablita impuesta por el ex-ministro José Alfredo Martínez de Hoz en 1981.

Esto da un indicio de la magnitud de la devaluación que esperan los agentes económicos. Ante esto, los exportadores esperan a un sinceramiento cambiario antes de liquidar sus excedentes de cosechas. Mientras tanto, los importadores se apuran a ingresar bienes e insumos antes de que el tipo de cambio muestre otros valores.

Sin embargo, el Estado le debe a los importadores unos 9.000 millones de dólares por divisas no liquidadas. Esta deuda generó un abrupto corte de insumos para varios sectores industriales y la consecuente faltante de bienes en sectores como el automotor y el electrónico y el de bienes durables.

Lejos de ocuparse de la inflación y la pobreza -es más fácil negarla que reconocerla y corregirla-, Kicillof continúa alimentándola.

En los últimos días, y ante una baja del precio internacional del petróleo, el ministro no encontró mejor remedio contra la inflación, que el establecimiento de un precio sostén para los hidrocarburos, con el único objetivo de asegurarle rentabilidad a YPF y al resto de las petroleras y el cobro de impuestos y regalías.

La baja del crudo era una oportunidad propicia para que los precios internos de los hidrocarburos bajaran y disminuyeran los costos de las empresas y los precios al público.

Sin embargo, el precio sostén para el mercado interno implica que los carburantes no bajarán y que al ser uno de los insumos más caros alimenten la inflación y la hagan más rebelde.

Queda claro entonces que Kicillof y sus muchachos alimentaron una clara política en beneficio de las grandes corporaciones, como lo han hecho desde el comienzo de su gestión, en detrimento de los trabajadores, de los jubilados y de los desempleados.

Axel Kicillof llega al final de su mandato, envuelto en llamas.

(*) Especial para Mendoza Post