Qué es el voto útil (o estratégico)

Qué es el voto útil (o estratégico)

Por:Aleardo F. Laría (*)

El voto estratégico o voto útil es una modalidad en la que predomina el cálculo utilitario del elector sobre sus preferencias ideológicas-identitarias. El votante elige una determinada opción para fortalecerla, concentrando en ella el voto, con el propósito de excluir al rival no deseado. Y aunque en algunas convocatorias interesadas, dirigidas a propiciar el voto útil, se utilizan a menudo alegorías morales -denostando, por ejemplo, "el voto Poncio Pilatos"- estamos estrictamente en el campo de la política, de modo que no tiene sentido escandalizarse por el uso de esta modalidad.

La distancia que existe entre el voto útil y el voto ideológico es similar a la que establecía Max Weber entre la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción.

Weber alertaba que nadie puede prescribir si hay que obrar conforme a una u otra, y que en ocasiones ambas pueden concurrir para formar al hombre de vocación política. Simplemente, añadía, que la ética de la responsabilidad ordena tener en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción.

En general el voto estratégico surge cuando ya se ha conformado el mapa electoral y los ciudadanos tienen información proveniente de las encuestas de opinión que le permiten conocer cuál es la dirección que toman las preferencias de los electores. Este tipo de voto se activa sobre todo cuando se asiste a elecciones muy disputadas, de trascendencia histórica, y donde existe relativa incertidumbre sobre los resultados. Se ignora a priori quien puede ganar por lo que cada voto tiene un valor decisivo. En cierto modo, se puede entender que el llamado al voto útil es consecuencia de un fracaso previo que ha impedido conformar una alianza electoral lo suficientemente amplia para alcanzar un bipartidismo absoluto. Por consiguiente es comprensible que desde los partidos que aparecen como mayoritarios se trate de convencer a los votantes de los partidos minoritarios -que no quisieron aliarse- de que no desperdicien su voto beneficiando indirectamente a las peores opciones. Los votantes de los partidos que no tienen opciones de gobernar o de alcanzar suficiente densidad en una circunscripción electoral, son tentados a usar estratégicamente su voto para fortalecer la alternativa menos mala.

Naturalmente, no todos los electores tienen disposición a comportarse estratégicamente. La decisión depende de los conocimientos que tenga sobre las implicaciones de su voto y el grado de compromiso ideológico que lo vincula con una determinada opción partidaria.

Pero, podría afirmarse que en las nuevas democracias de audiencia, se verifica la presencia de un caudal cada vez mayor de voto estratégico debido al "fin de las ideologías" y/o a la fragmentación y debilidad de los partidos políticos.

La existencia de una franja de electorado independiente, no partidista, dispuesta al uso del voto estratégico, es una suerte de contrapoder contra la preponderancia del voto ideológico, tan proclive a disculpar los errores de "los nuestros", como lo demuestra palmariamente el caso del kirchnerismo. Podría entenderse que el voto estratégico es un voto en el que impera la racionalidad instrumental. Son votantes que, siguiendo la presentación que hizo Mao del dilema, optan por intervenir políticamente sobre lo que consideran la "contradicción principal", dejando para otro tiempo posterior la dilucidación de las "contradicciones secundarias".

Sin embargo, se debería relativizar esta caracterización puesto que los marcos cognitivos (frame) en donde se toman las decisiones, son inevitablemente emocionales. De hecho se acude a la sobredramatización -"está en riesgo la República"- o al miedo -"viene la derecha"- para alentar el voto útil.

De modo que siempre habrá un trade-off en la cabeza del votante que suele decantarse en la última semana previa al día de la votación.

Podría pensarse también que el voto estratégico es propio de los sistemas presidencialistas, donde el ganador se lleva todo, a diferencia de los sistemas parlamentarios, donde cada partido obtiene una representación en el Congreso, proporcional a los votos obtenidos, de modo que todos son teóricamente útiles para participar en la coalición que designará al Primer Ministro.

Sin embargo, en la realidad de estos sistemas, el voto estratégico también se hace presente, dado que una circunscripción electoral puede haber electores que sean tentados a no desperdiciar su voto eligiendo a aquellos partidos meramente testimoniales que no obtendrán representación en el Parlamento.

En las próximas elecciones en la Argentina, existe una clara invocación al voto útil con dos llamados que son paradójicamente contradictorios.

Por un lado, se le pide a los electores del frente Progresistas de Margarita Stolbizer que si quieren garantizar la alternancia corten la boleta para el segmento presidencial, colocando al candidato del frente Cambiemos. Por el otro lado, los partidarios del frente UNA aseguran que el voto se debe dirigir a Sergio Massa dado que -según algunas encuestas- es el único que pude vencer a Scioli en un balotaje. Será en la última semana, con toda la información disponible, cuando una gran parte de los electores resuelva estratégicamente cómo utilizar su voto.

Algunos recordarán que como señalaba Karl Popper, el problema que la democracia se propone resolver no es tanto el de si deben gobernar los mejores sino el de cómo reemplazar a los gobiernos autoritarios sin derramamiento de sangre.

Es de suponer, entonces, que habrá un importante segmento de electorado popperiano que votará estratégicamente, ungiendo aquel candidato que le garantice una salida verdadera y pacífica del autoritarismo gobernante.

(*) Especial para Mendoza Post