Crónicas del subsuelo: Jugo de muerto

Imaginate tener todas las partes del cuerpo y estar sola, al menos estoy yo acá sin brazo para ayudarte pero estoy acá.

Crónicas del subsuelo: Jugo de muerto

Por:Marcelo Padilla

Ayer se fue quien nunca vino y de las ofrendas encontradas, una, pareciera ser que no. Las demás sí, pero una no. Que con una no hacemos el pack y sin pack es solo una. Habrá que abrir el envoltorio si es que los comensales hubiesen terminado. Por las dudas y mientras tanto sumerjo la cabeza entera en la sangre acumulada en la batea. Con las gotas de la lluvia parece más sangre, diluida. Como un jugo de muerto, muerto en saquito de té que rinde en la dilución. Té de muerto en la mañana y té de muerto en la tarde. Té de té, dame un tedeté común porque ese rojo de frutos rojos, de carne roja, no le paso.

Fijate el pasto cómo ha crecido y vos así tirada sobre el almanaque, al menos eso debería congraciarte, has estado ida y yo desencontrado, que los cruces de las esquinas son un espanto en lo parecido al último accidente. Por no cruzar en el momento, por no estar atentos al rojo de ellos y mirar a lo tarambana el verde del pasto, la carreta te ha cortado una parte del pie y ahora con ese envoltorio de gasa en la punta que niega la ausencia de los dedos pretendes caminar arrastrando. Mi brazo bien, pero igual te dije estaba flojo y en cualquier momento se descolocaba del omoplato. Se me fueron los nudos. Mirá, conozco un médico que aplica extensiones de dedos, cobra caro pero al menos resolvés la ausencia. Imaginate tener todas las partes del cuerpo y estar sola, al menos estoy yo acá sin brazo para ayudarte pero estoy acá. Donde nunca has venido más que a despedirte por abandono. Donde los trapos que quedaron en los cajones han sido quemados luego del aprisionamiento en el camión de la basura, y de allí al gran basural donde por noche seis bandadas de mujeres con niños rasquetean.

No me importa tu partido, nunca te lo he preguntado, tampoco hice un interrogatorio, qué querés que te diga si acá han pasado cortando las lenguas a domicilio y han dejado a todo el barrio en silencio, qué querés que te diga que no te haya dicho cuando lengua tenía, no sé qué estas esperando para venirte de donde nadie te ha invitado y por suerte y micro cada tanto has bajado en paradas que no eran para decir de nuevo: ¡ay que no me has avisado que ahora ha cambiado el recorrido y ya no se mete más por el bosque despoblado! Que al bosque lo han talado, y no sé ya a dónde has venido que no es lugar conocido y ni sé si creer que te has movido. De la silla estás en la cabeza y hundido el parietal por intentar por la ventana has quedado en la zona del charco donde nadie puede verte ni siquiera auxiliarte. Entiendo que no lo sepas ni lo hayas averiguado, pero si entrás a la aplicación las cosas cambian, yo te dije lo de la aplicación.

Clandestina fue la bajada de los cóndores cuando dispararon para que dejaran de comérselo al bicho que había crecido entre los cactus allá arriba donde las tierras fiscales son de un fiscal a quien el fisco le ha pagado por deuda mantenida, y arreglado el vericueto, el agua que filtraba por el camino terminó en lagunita escondida donde han ahogado a los gatos que parió la gata sin que nadie viera esa práctica de viejas de antaño. Por eso han apresado a la abuela y no al patriarca viejo que tirado en el camastro sigue a puro mate cocido en el bosque de chañares, donde no tiene nada que hacer porque allí leña no se corta. No se corta leña en esa zona. Te lo dije más de una vez y ya que el cuchillo has sacado a relucir te digo que no me quedo atrás porque ese que tenés no pincha ni corta, porque es un tenedor.

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Y es que sigue nevando sobre tu rancho cuando acá dicen que es verano y veo que al cristo lo han cerrado. Por dónde vas a pasar entonces, si escalar tenés prohibido por la escasa capacidad pulmonar, a qué querés cruzar, tan solo por aprovechar qué ofertas de qué ropa escolar, si ni escuela ha quedado ni mercería para vender lo inútil comprado. Que así nos crecen los niños que así nos mueren los viejos, que así nos matan en cierro separado, en y cierro por incomunicación. Y si mirarte fuera itaka sobre tu cara marcada con la luz sobre tus ojos preguntándome de todo lo que no sabes más que por habladurías esto al menos lo hubiéramos evitado. Que ya ni el bosque queda, te lo dije y que el micro no avisa que el fuego sale del embalse, el chofer tiene que cumplir su recorrido y vos ahí tan protesta y justiciero tomándole el tiempo a las bicicletas que suben y trepan no sé hasta dónde.

Que no es tiempo y no es olvido, que no es reloj ni nada parecido, que la cuenta la saca el mercader y al diablo no le debemos nada. Si el último ocaso ha crecido más alto que los álamos, y no baja más el sol, queda un pliegue avecinando en la lejanía de la espesa noche de tu hiel. Que si las lenguas cortadas tienen su lugar junto a los desechos reciclables quizá allí puedas mirotear a ambos lados y meter la cabeza a ver qué dicen las lenguas cortadas, quizá un eeeudddddaaaa, eeeeudddddaa, nomás, o algo que te sirva para dejar de preguntar por las ventanas donde nadie dice nada.

Marcelo Padilla