Crónicas del subsuelo: Pregón a la enfermera

Crónicas del subsuelo: Pregón a la enfermera

Por:Marcelo Padilla

Al desnudo quedan esas hojas tambaleando en la rama que si meces con ahínco tal vez puedas perfumar el cementerio club donde bailan a deshoras tus muertos fuera de la cripta. En las carpas gitanas de los hospitales o en las largas filas de padecientes que esperan el hisopo para la determinación de su estado una aguja larga entre los autos tintinea tras la oración. Por si no hubieras atendido a la señora del camastro que mirando el techo de la lona ciega de estrellas, de ojos blancos tiritando afiebrados por el abandono, allí en esa turba de guardapolvos blancos o celestes con la cofia y el protector transparente está la enfermera con su angustia hecha monstruo por las marcas de las protecciones.

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Es la baja calidad de los muertos lo que ha venido a estremecerte con el recuerdo de tarascones que las olas de las fotos nublan la quietud donde pudo haber un gran circo para niños y niñas, que en su tropelía por la embriaguez entona la canción de despedida, tibia canción con 37 grados que también tirita y se hace torna para desviar el agua que escasea. La virosidad es también palabra y oración completa de las juntaderas de lloronas que de negro quieren y no quieren la perversidad de despedirle al niño, a la joven, a cuanto humano tenga en merecer por la debilidad de sus huesos.

Y que del beso ultimo no quede ni el sabor como recuerdo.

Si las hordas que patrullan las noches con sirenas protestando con el chumbo y la tragedia allá en las noticias de las cajas iluminadas que repercuten su sonido en las paredes de salas de espera para el aguarde de la arena que en su gravosa caída deja ciega la guardia del desprevenido. Si ya no aplauden ni mucho menos reconocen lo que tú has hecho por los intubados pues no esperes nada enfermera de toda enfermedad por vocación. Que si sales con las agujas que tiritan a protestar por las calles amenazando con tu presencia sin inmunidad y rota la cadena de mandos para cuidar al que cuida haces de tu oficio un especular para el medio abandono como medio aguinaldo de menguante luna que no cobija ni a tu criadero huérfano.

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Han venido a visitarte miles y miles de sospechosos con cabeza gacha y esperan tu atención mientras por dentro no hay lugar ni para tripas ni menjunjes. Vertedero patológico que glissa sobre canales de lo que fue la invención de una provincia pituca para los polizontes que han venido hace unos años largos a invertir su coloniaje de cepas en las tierra que ya no son tuyas ni mucho menos de la comunidad a la que atiendes. ¿Es la industria y el comercio la última saga de tres o continuará con el voseo de mensajes aquietantes? Que aquí no ha pasado nada y nada podrá pasar mientras especulan a tu alrededor bufones culturales que ni el Rey escucha. Es que andan los pregoneros escondidos por la noche diciendo que el Rey ha quedado sordo y solo decide por lo que ve desde la lejanía de una posada confortable. *** Serás la deriva pero también bandera de la cofia en años venideros, ya no esperes compañera, compañero enfermero y enfermera, que seguramente más tarde cuando no den más tus nervaduras tendrás un reconocimiento en un busto o una escultura o tal vez un cuadro o un fresco pintado en cada uno de los hospitales. Eso dicen por ahí los graffiteros que ya andan en la trama de trepar los edificios y cercar el nosocomio al canto de los disparos y los retenes que todo dron policial excusa con las fotos que reenvía a la dirección provincial de inteligencia. Si en la prensa los números te cuentan y en las juntaderas clandestinas de rufianes melancólicos y mujeres maltratadas tu anonimato desvanece como cántaro pasado por ácido y agua por veneno que en los humedales incendiados achican la cifra y toda despedida.

¿Será la extinción de toda forma conocida a la que todavía no se atreven dilatar para pensarte y que por tu bajo escalafón en la cadena de frío no tienes firma más que tus manos que acompañan la agonía?

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Más que enfermera soldada de guerra desconocida que la contienda deja con sus muertos en la delantera como cuando llevaron negros y gauchos en primera fila en la conquista de todo desierto luego de probar con una zanja cavada llamada Alsina.