Crónicas del subsuelo: Astrología, locura y revolución

Crónicas del subsuelo: Astrología, locura y revolución

Por:Marcelo Padilla

El plan de Erdosain sigue intacto. A pesar de los frustrados intentos con los demás locos y aun en su muerte recorrida en pensiones y calles oscuras, en los inventos de gas mostaza para volar Barrio Norte desde Flores, en Boedo las paredes cuarteadas tienen su sombra. Anoche se lo dije a mi hijo que vive en Flores cuando discutíamos sobre la situación del país. Él me llamaba a cierta discreción midiendo los silencios y sus palabras. En medio de mi escepticismo le decía que acá falta ir a fondo porque luego de las elecciones de octubre había que ir al hueso y, bajo mi consideración famélica de caos tuvo la sutileza para darme palabras justas, entendiendo que la correlación de fuerzas sociales no daba para otras más arriesgadas. Yo le decía que lo del gas en Barrio Norte era un intento aunque no coincidiera con las formas de la época, que si el gas se lo llevaba el viento hacia donde viven los que estrujan el cuerpo del hombre y la mujer trabajadora podía ser una asonada que instalara el deseo revolucionario. Con malandras y ludópatas, putas y delincuentes, travestis y ladrones de gallinas. Que la revolución se hace así, con la resaca del sistema social que han despreciado los que siempre viajaron a Europa con la vaca en el barco para ordeñar su leche, de ahí "la vaca atada", ese dicho popular que tan bien suena en la gracia de los comentarios de vereda a vereda.

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Él me decía que no daba, que el gobierno va de a poco y que bastante estaba haciendo en medio de una pandemia inesperada. Medido, cauto, militante de Flores en los barrios y villas de la zona trabajando con el Movimiento de Trabajadores Excluidos, reconocí en la charla que el pibe conocía el paño. La conversa se extendió dos horas por guasap.

-Es que allá vivió Erdosain, en tu barrio- le digo intentando convencerle o tal vez generar empatía con la continuación del plan.

No me dio mucha pelota en la locura. Repito, medido en sus palabras y consideraciones me llevó a una conceptualización del poder más contemporánea, donde la reforma judicial era un gran paso para despejar el camino de las decisiones, que la IFE la reciben 6 millones de personas y eso mantiene un cacho la situación de angustia y hambre que viven los que no tienen nada que perder. Yo le decía que justamente es a los pobres a los que quieren exterminar, y que en ese juego de maniobras sutiles la prensa canalla que hace de vocera de la oligarquía va talando lo sembrado aun sin haberse hecho árbol ni mucho menos bosque. Que el plan es de aniquilación de la masa anónima que galguea sus días de desesperanza. Que Bakunin y la astrología le dieron a Erdosain esa fuente de todo escritor pobre: lecturas sin biblioteca, de pensión en pensión, tramando planes que se consideran "terroristas".

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Pero que el plan sigue intacto, con gas o sin gas mostaza, sin la rosa calcinada, aun así los elementos químicos y la organización centralizada a pura amenaza de navaja podía reunir a unos siete nuevos locos con el condimento del golpe perfecto. Es más, le comento que tengo la vista exacta por la ventana de la Casa de Gobierno de Mendoza, la veo todos los días por las mañanas cuando asoma la claridad y por las noches cuando se prenden las luces moradas.

-El Barrio Cívico- le dije, ese podría ser el Barrio Norte de Erdosain, siempre y cuando el viento lleve el gas hacia allá, porque el riesgo es que el viento lo lleve hacia el Este donde están los barrios bajos.

-¡Estás loco!- me dijo en tono cómplice y apelando a cierta cordura en mí.

-El problema está en las grandes ciudades donde todos al buscar "ser alguien", enloquecen.

Ahí dejó de contestarme, habrá seguido haciendo sus cosas imagino, cenar, ensayar con su banda, no sé. No me lo dijo. Apagué la luz de lamparita y dejé a la oscuridad hurguetear en la mente. Luego logré dormir. Empapado por el sudor me levanto a las cuatro de la mañana y salgo a caminar por la ciudad desierta. Unas cuadras por la zona vieja de San Juan hacia el Este, entro por el callejón Pardo y me pierdo en ese laberinto fumando en el cordón de la vereda. La noche estrellada contra el cemento. Fresca noche. Maldita noche.