Crónicas del subsuelo: En nombre de quién sacrificarse

Crónicas del subsuelo: En nombre de quién sacrificarse

Por:Marcelo Padilla

Así como hay gente peleando por la vida hay otra que pelea por conceptos, por la forma de nominar las cosas o las situaciones, lo fenómenos. La que pelea por la vida no tiene guantes ni protectores y sin decidirlo la han tirado a un ring side a pelear para defender un salario miserable o una jubilación deteriorada que en fase 3 vale menos que en fase 1. No consumen, no sirven demasiado para estas nuevas formas de reabrir la economía. Por eso sus contagios valen menos y mucho sus hisopados. Los empleados municipales de Las Heras que algunos ya dicen que están contagiados han salido obligados de sus casas a trabajar igual. Por eso nadie cree ya en los partes diarios oficiales y eligen el canal de astrología para ver si la Luna en Leo puede más que un anuncio de números que de a poco va subiendo en temperatura como un síntoma no ya individual, más bien social, comunitario. Desesperadamente comunitario. La que pelea por conceptos no es que esté en la vereda de enfrente de la que pelea por la vida. También pelear por conceptos puede que implique pelear por la vida. En un enredo de palabras definidas con fiebre y una molestia en la garganta, esa que pica, termina aislada también pero no en un nosocomio. El hisopado que tanto define ya no se lo hacen a cualquiera y hay quienes desobedecen a la carta del menú y piden lo que no hace la cocina. El documento nacional de identidad es la piel del sujeto. No importa lo que de la piel escarcea, ni lo que por dentro del cuerpo sudoroso pueda ya pasar luego de meses de agonías. Hoy es lunes pero a quien le importa si lo que se nombra es lo que se pelea. Como la dicha de un domingo alrededor de la manzana de tu barrio, siembra la ambición el indicador del conteo de posibles muertos. Y es la dicha de la muerte entonces que ha esculpido con las uñas los bordes de la cama. En la soledad de los cuartos mirando finales europeas de futbol sin publico hay hospitales donde se juega la muerte sin vestimenta y luego de aplaudirlos ya se los acusa de propagar la mala siembra de otros que por quedar un poco bien con algunos han quedado mal con la mayoría.

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¿Será el invierno aturdido de silencio? Si es ya obituario tu muro de lamentos cuando abres la red atrapada, la cantimplora que te acercan no es para caminatas bajo el sol del mismo mundo. Es el agua escasa que te dan para la guerra, sin fusil y sin balas, nada más una cama que mojada deja el que se va sin que se entere nadie para que la ocupes a tus anchas. Pelea ese concepto en la agonía del cuerpo que no habla más que por sus síntomas. Único lenguaje en la dermis para traductores de enfermedades víricas sin diagnóstico claro. Si tienes antecedentes no serán los de tu archivo de conductas ni tampoco el que dice que posees propiedades por aquí y por allá. No es Indec lo que se discute, tampoco al personal si cumple o no la tarea, solamente tendrán en cuenta tu odisea para llegar al escritorio donde dejarás colgada tu campera y tosiendo sin aguinaldo llevarás el día. Es que tus síntomas no habrán sido informados para cubrir la lente de la cámara que filma o saca la foto. ¿Cómo se contagian los que no se contagian en las calles arrastrando el manojo de cartones tirados por la soga que será la misma de tu ahorque?

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No es la salud ni la enfermedad el matrimonio, han pecado por siniestros los que encuentran a la derecha adelante y gritarle de rabia en la cara del que pasa deslizándose por entre las piernas de los operadores de empresas como gusanos de cincuentas pies, cortados a la mitad por el zapateo de los de arriba. Ni la árida luz de una lamparita envuelta en telas transparentes puede iluminar la noche de tus ojos cerrados para siempre acostada sobre un camastro viejo de hospital donde nadie te reconoce más que por tu terminación de documento. Si eres rico o eres pobre o si te filtras por el medio de las clases espantosas para pedir libertades, exigirlas por tus pagos mensuales en tarjeta, ni aun mostrando los impuestos pagos ni las cuotas al día podrás destacar tu importancia de ciudadano o ciudadana que se ha dado cuenta de merecimientos que alguien te ha inculcado en la previa de agonías. Será la luz de tu economía la que titila mancillada por sirenas policiales y es la misma luz la que te aguarda una mañana para creer en alguien, aunque más no sea en el que limpia las secreciones de tu cama. Ese hombre de limpieza o enfermera serán tu dios o tu condena, la última cara antes de escribir tu testamento desinfectado de bienes, desinfectado de días.