La trampa argentina, esperar lo que nunca llega

El autor traza un paralelo sobre el esfuerzo perpetuo, el país "que nunca llega" y la falta de institucionalidad, con la reforma judicial en la mira.

La trampa argentina, esperar lo que nunca llega

Por:Jorge Luis Fernández (*)
MF de la FIDE

A principios de la Segunda Guerra Mundial, 1940, el artista italiano Dino Buzzati publicó una novela genial: El desierto de los tártaros. En ella, el teniente Giovanni Drogo es destinado a una remota fortaleza donde deben estar preparados para un posible y devastador ataque de las hordas bárbaras.

Pasan los días, pasan los años y este enemigo sigue sin aparecer. Es un punto de defensa de importancia estratégica y durante años, toda su vida casi, Drogo, ascendido a capitán, sigue atento a la posible invasión. Sobre las últimas páginas comprendemos que no vendrán los tártaros y que Drogo ha pasado sus mejores años en espera de un acontecimiento poco probable.

Borges, nuestro increíble y extraordinario compatriota, comparó ésta -la idea de Buzzati- con la de las postergaciones indefinidas de Kafka. Es la espera, es la esperanza.

En la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX miles de europeos venían a América buscando escapar del hambre y la miseria. Algunos, los que se enriquecían con el tabaco y el comercio, generalmente en Cuba y México, los denominados luego indianos, regresaban a su tierra y construían casas muy típicas, con palmeras e incluían alguna esclava habitual de los lugares donde hicieron fortunas. Aún hoy se pueden apreciar estas casas y muchas se transformaron en excelentes hoteles muy exclusivos. América era una tierra de promisión casi cinco siglos después de la llegada de Colón.

Mi padre vino del norte de España a esta tierra buscando un futuro. Eva Duarte había estado ese año en Madrid y causó sensación en una nación devastada por la guerra civil. En Argentina había dinero, había oro en las calles. Trabajó una par de años en relación de dependencia, se casó en 1950, luego se puso una "residencial", y luego varios negocios en el ramo gastronómico. En la última etapa de su vida se dedicó a una pequeña finca. Trabajó casi medio siglo sin conocer un día de descanso: de lunes a domingo. Vivió todos los gobiernos hasta el 2007, que se nos fue, "pero aún me guía", como dice el tango. Aportó durante 45 años y se jubiló con la mínima. De no ser por el pequeño capital que había logrado no hubiera podido pagar ni los medicamentos. Siempre recuerdo la indignación cuando vio llorar a Cavallo por lo que cobraban los jubilados. O el corralito que retuvo unos pocos dólares que supo reunir para volver a ver a sus hermanas en España.

Se pasó la vida, casi sesenta años, esperando el gran cambio de este país, confiando en el despegue de Argentina. Como el teniente Drogo, estaba convencido de la importancia de nuestro país en el concierto mundial. El país de las postergaciones indefinidas.

Yo también llevo sesenta años esperando lo mismo. Aunque no lo creamos, estamos ante un momento crucial, probablemente la última frontera. La razón es sencilla: el equilibrio en una democracia se da por el respeto a las instituciones, el respeto a los límites de la división de poderes. Así como el poder ejecutivo no debe sancionar una ley, el legislativo no debe administrar justicia y la justicia no debe administrar el país. En este equilibrio el recurso ante la infracción de los dos primeros es ir a la justicia. Estamos de acuerdo que tal vez no es la mejor justicia, que se puede mejorar, pero es la que tenemos y es independiente o debe tratar de serlo.

Todos estos procesos de degradación del Estado comienzan igual: destrucción de las instituciones por medio de la corrupción ante la indiferencia de sus integrantes y por ende, de los demás ciudadanos. Expansión de las esferas de acción de un poder sobre los otros y nuevamente la indiferencia. El último bastión es la Justicia. Sobrevivimos a la dictadura porque la Justicia pudo poner en el banquillo a los responsables de un crimen de lesa humanidad. Sin justicia independiente no hay Estado posible.

Escribió Borges: "Hay una víspera, pero es la de una enorme batalla, temida y esperada." O entendemos que no se puede permitir el avasallamiento de las instituciones, que no hay reforma sin un gran acuerdo político nacional y que incluya todas las fuerzas políticas, o tendremos que pensar seriamente en la posibilidad de iniciar el camino a la independencia.

(*) El autor es abogado del foro local. Master FIDE.