En primera persona: así es estar embarazada e internada por covid en Mendoza

Escribo esta crónica en primera persona mientras estoy internada en una clínica de Las Heras sospechosa de covid-19 positivo, y embarazada de cuatro meses.

En primera persona: así es estar embarazada e internada por covid en Mendoza

Por: Mendoza Post

Fue el viernes pasado a la madrugada que mi pareja, que trabaja en una empresa de frutos secos, empezó con fiebre. El sábado estuvimos bien, pero el domingo ya me levanté con muchísima tos, que no la tenía. Ya el lunes me desperté muy decaída, por lo que llamé a un médico a domicilio. 

Cumplí la cuarentena a rajatabla por el embarazo, solo salí a dar una vuelta al Parque para renovar oxígeno cuando me correspondía por DNI, ¿qué podría decirme?

Apenas me vio me dijo que a partir de ese día, al tener dos síntomas, ya era sospechosa de covid positivo. Me habló sin tapujos y me dijo las cosas como son. Me pidió un traslado a hospital y el hisopado. El mundo, que ya estaba parado, se volvió a parar.

Cuando desde la obra social me llamaron para decirme que tenía lista la habitación, mi novio y mis hermanas -vía WhatsApp- me ayudaron a armar mi bolso con lo necesario para irme.

Quien estuvo conteniéndome fue mi novio, pero desde el comedor de casa, y yo desde la pieza, porque así nos autoaislamos voluntariamente desde que él tuvo el primer síntoma. Y es que cuando el médico me dijo que era posible covid-19 positivo fue realmente angustiante. No podía parar de llorar. No pensé si podía ser positiva o negativa, solo me deprimió muchísimo, pero más me asustó por el hecho de estar embarazada. Nunca leí nada sobre covid y embarazo, ¿habré tenido que hacerlo? El médico me calmó, me dijo que me quede tranquila, que no soy paciente de riesgo, sino de prioridad, que mi bebé va a estar bien. Me ofreció hablar de otra cosa. ¿De qué otra cosa podría hablar?

Me bajo de la ambulancia. Una enfermera me lleva en silla de ruedas a la habitación, me saca sangre. La escucho murmurar algo. Es una oración. Me mira a los ojos, la miro, me dice que no tenga miedo, que todo va a estar bien, que me va a acompañar en todo momento. Pienso en la grandeza de imaginar a cuántas otras personas le habrá dicho lo mismo.

Llegó el médico a hisoparme, nota mi temor. Larga un chiste. Me río. Pienso en la grandeza de imaginar a cuántas otras personas le habrá dicho lo mismo. Me dice que el jueves va a estar el resultado del hisopado, pero la incertidumbre es muy grande.

Las enfermeras, creo que siempre son las mismas dos, ingresan solo a dejarme la comida, pero solo hasta el ingreso a la habitación. Son un amor, atentas, empáticas, hacen una labor impresionante, pero lamentablemente no me dan más noticias de nada. Espero poder preguntarle algo a algún médico, ¿mañana?

Pienso en la suerte que tengo, al menos mucho más que mi pareja, que continúa en casa, esperando que su obra social, por la que paga una fortuna y no usa nunca, se digne a autorizarle el traslado. «No hay camas», le dicen, pero los números que leemos todos los días en los diarios dicen lo contrario. Sabían que convivía con una embarazada, no les importó. Aún espera que lo hisopen y que lo trasladen. Ya pasaron cinco días. Nadie lo llama aún.

Desde que me subí a la ambulancia que nos escribimos constantemente, en lo que va de este día ya me llamó cinco veces. El día todavía no termina, aunque se hace más corto cuando me manda GIFs o memes para sacarme una sonrisa. Él se preocupa por mí, por el bebé, está presente aunque no esté, yo me preocupo porque lo hisopen.

Carlota Moreno

Esta nota habla de: