Vino de Chile a cuidar a su madre, ella murió y no pudo despedirse

Un mendocino radicado en Chile llegó a la provincia para cuidar a su madre internada pero no pudo salir del hotel para ir a la clínica ni velarla.

Vino de Chile a cuidar a su madre, ella murió y no pudo despedirse

Por: Mendoza Post

José Tiziani llegó a la provincia para cuidar a su madre internada de urgencia. El vivía en Chile desde hace meses y debió quedarse en un hotel y no pudo asistir a cuidar a su madre y tampoco para velarla: "Mi madre falleció el sábado 11 de abril en la más absoluta soledad, tanto ella como yo, su hijo, ambos presos de un protocolo psicótico y perverso que no consideró jamás flexibilizarse ni un milímetro por razones humanitarias".

En diálogo con el Post aseguró que ayer cumplió los 14 días de cuarentena pero aún no puede salir de la habitación a pesar de tener un departamento vacío el cual podría habitar y necesita volver a Chile para, al menos, no perder su trabajo.

Esta es su historia completa contada en primera persona:

"Soy José Tiziani, argentino residente en Santiago de Chile. El pasado 6 de abril ingresé a la provincia debido a que internaron de urgencia a mi madre, único familiar en Mendoza. Tras cruzar la frontera, y después de haber realizado cuarentena obligatoria en Providencia, donde vivo desde enero, se activó el protocolo sanitario y debí esperar 5 horas que apareciera un móvil policial para escoltarme hacia mi destino de cuarentena en Mendoza, el hotel Alcor en calle General Paz 86.

La habitación de José en el hotel.

Había viajado un amigo a buscarme a Horcones, quien también se encontraba en cuarentena, pero, en lugar de permitirme viajar en su vehículo espacioso y de doble cabina, fui obligado a viajar hacinado en una traffic con 10 personas más, de origen desconocido pero que aparentemente habían cruzado a pie desde Chile.

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Después de hablar con la policía sobre el riesgo que significaba para mí, que venía de cuarentena total y sin salir de casa durante 17 días, exponerme a 10 desconocidos en condiciones de hacinamiento, recibí respuestas vacías y carentes de todo sentido común o lógica: "seguimos un protocolo". Como si eso no hubiese sido suficiente, el agente comenzó a alabar la gestión de Alberto Fernández y cómo el país estaba teniendo actitudes mejores que muchos del primer mundo, a lo cual me atreví a sugerir que provocar hacinamiento sin proveerle a la gente las mínimas medidas de protección, no sonaba muy de "primer mundo": sin covid-19 en mi sistema, me estaba exponiendo a contraerlo en esas condiciones de traslado. Esto sumado a maltrato proferido hacia mí por venir de Chile, donde según los agentes de policía la situación era mucho peor...a lo que respondí que informar con números reales y recientes, al contrario de lo que sucede aquí, solo puede mejorar la situación, nunca empeorarla.

Llegamos al hotel cerca de la medianoche, nos hacen esperar en la vereda, y un señor mayor que viajaba con nosotros fue el primero en exponerse al maltrato verbal de la gente del hotel. Maltrato este que continuaría durante los 14 días de cuarentena - hoy es el número 15. El mal genio y las malas contestaciones se manifiestan desde que uno solicita un sachet de champú hasta cuando preguntamos si tienen novedades sobre nuestra situación. Hubiese preferido que me dejaran pasar mi aislamiento en el departamento vacío que me prestaban para ello, y donde iba a estar solo, sin exponerme a demás personas. Pero parecía en todo momento que el supuesto "aislamiento" que repetían como loros de "primer mundo", sólo significaba "te aislamos de un grupo, pero te exponemos a otro". Un sin sentido, si los hay. Desde que llegué a Horcones, el protocolo a aplicar hizo casi todo lo incorrecto, y me expuso todo el tiempo a extraños que podrían tener o haber tenido covid-19. Sin barbijos, sin alcohol, sin desinfección de espacios compartidos. Mi dirección de aislamiento, donde permanecería solo durante 14 días, nunca les sirvió.

Paso Cristo Redentor en cuarentena

Mi primera semana en el hotel estuvo dedicada enteramente a organizar la logística de cuidadores de pacientes que requería el estado de mi madre, internada en la Clínica Santa María de Capital. Encerrado en una habitación, sin poder salir para pagar las horas de cuidado o retirar dinero de cajeros, dependí casi enteramente de un grupo adicional de personas (casi ángeles) a quienes una cuarentena que raya en la psicosis no permitía moverse mucho más allá de sus barrios. Mi suegra, de hecho, no pudo llegar a la Clínica más que un solo día, arriesgando multa y arresto por querer ir a cuidar de mi madre...algo que ningún agente comprendió, pero que ningún agente tampoco movió un dedo por averiguar si era verdad. Un intento de mi suegra para llegar a la comisaría de Chacras a tramitar un tan ansiado permiso, también fue frustrado por un grupo inescrupuloso de policías que no solo le profirieron maltrato innecesario, sino que no tuvieron la decencia mínima de escoltarla hasta el recinto.

Mi madre falleció el sábado 11 de abril en la más absoluta soledad, tanto ella como yo, su hijo, ambos presos de un protocolo psicótico y perverso que no consideró jamás flexibilizarse ni un milímetro por razones humanitarias. Un permiso para despedirme de ella, ya fallecida, me fue denegado, y los trámites funerarios y de cremación estuvieron a cargo de una gran amiga que es un ángel en mi vida y que suplantó todo lo que un sistema inhumano y autoritario decidió ignorar por negligencia o por impericia.

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Hoy es 15 de abril, ayer terminó mi cuarentena, pero aún no se me permite asomarme ni al pasillo del hotel...y tengo dos nuevas situaciones angustiantes: estoy a punto de perder mi trabajo en Chile (con lo que significa hoy perder un trabajo) porque el gobierno de Mendoza no me permite trabajar ni estudiar hace dos semanas (el Wi-Fi del hotel simplemente es atroz y se cae cada 1 o 2 minutos por mala calidad y exceso de conexiones, lo que no me permite dar clases, que es mi ingreso principal, ni tomar clases de una carrera que estoy haciendo), y estamos todos aquí en una situación de incertidumbre e indeterminación con respecto a nuestra situación que raya en el abandono por parte de las autoridades, ya que hace 5 días que no viene nadie del Ministerio de Salud a siquiera tomarnos la temperatura.

Estoy aguardando novedades de un viaje de repatriación por parte del Consulado de Chile, el cual arriesgo perder por un aislamiento extremo que nadie me permite terminar. Nadie nos da información, nadie nos libera de esta situación que se ha convertido en cuasi carcelaria, y el daño que el gobierno está provocándome (físico, anímico-emocional, económico y académico) supera ampliamente a estas alturas el que habría sufrido de ser contagiado de covid-19.

Mi pareja me aguarda en Santiago, casi con el mismo grado de desesperación e impotencia que tenemos los que estamos sumidos en esta situación de vulnerabilidad extrema de derechos. Hoy, en teoría, yo podría solicitar un permiso para ir a hacer compras al súper. Bueno, sucede que aún no. Porque no estoy teniendo los mismos derechos que el resto de los argentinos. El gobierno de Mendoza está muy ocupado jactándose de cuan criteriosos son, al mismo tiempo que se guardan la constitución allí donde no da el sol, y les importa un bledo lo emocional, lo afectivo, lo humano. El discurso del cuidado y protección del ciudadano, a mis 46 años, ya no se lo creo a nadie. Todos cuidan su propio derrière, y sus parcelas.

Necesitaba compartir esto con ustedes. Espero no haberlos molestado al contarle mi situación que seguramente es la de muchos que, si bien entendemos la coyuntura actual y sus bemoles, no podemos dejar de notar que somos más víctimas de un gobierno inhumano y preso de su propia psicosis que del coronavirus que a tantos tiene en vilo hoy en día. Los que ingresamos desde el exterior no somos todos "chetos", "irresponsables", o dignos de que nos apedreen como muchos sé que quieren hacer por considerarnos casi herejes. Muchos ingresamos al país porque no nos quedó otra opción. Yo no vengo de Cancún y mucho menos vine a pasear. La falta de humanidad y de sentido común, sumado a la creciente ineptitud y desidia que he padecido estos últimos días en mi propia tierra en manos del gobierno provincial, al que apoyé en su momento, me han hecho repensar más cosas sobre mi patria que la propia pandemia."

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