Crónicas del subsuelo: Pandemia, farmacovigilancia y nuevas disidencias

Crónicas del subsuelo: Pandemia, farmacovigilancia y nuevas disidencias

Por:Marcelo Padilla

Nublado y gris, agradable luego del agobiante calor. No estoy en un aeropuerto, tampoco en un aislamiento estricto. Puedo ver "al sur de los párpados" la baja estatura de la ciudad sumergida. Un río silencioso trapea en la mañana haciendo, del vicio de la imposición del aislamiento, una virtud. El linaje de los que viajan y trasladan en vuelos de ciudad en ciudad quedan cautivos en "la suspensión", en el aire impuro de las eclosiones apocalípticas, la inoculación de las enfermedades en los cuerpos puede que despierte más de una teoría conspirativa, sin embargo, aquí estamos, en el decaimiento, tal vez en una "nueva fase de extinción del capitalismo por desposesión", el capitalismo por abandono de grandes poblaciones en el mundo. Una crisis que se sobredimensiona en los medios -que ya no venderán sus productos de la pauta-, esa ligazón religiosa a los medios que nos hace más dependientes de las nuevas medidas minuto a minuto. La decisión de declarar "pandemia" por el tribunal de la OMS es un acontecimiento político toda vez que las consecuencias de esta cruzada higienista, dictadura farmacovigilante, conlleva estragos en la economía mundial, no solo en el mercado financiero con la caída de las bolsas, sino en la obligada retracción económica dentro de los países. La expansión agresiva del Covid 19 viene a "reconfigurar un nuevo orden" que en estos momentos está tejiendo una "nueva trama de sobrevivencias". Anestesia poblacional, privación de aglomeraciones, cancelación de actividades comunitarias y veda. Amenazas de represión para quienes violen la cuarentena. Multas. Asoma un "pliegue de realidad" que, mutado en (fantasía ideológica) lleva a las conciencias al punto del pánico y al "estado de quietud". Si bien se observa en las consideraciones de los viejísimos intelectuales de anteayer cierto menosprecio por el virus, el nuevo desorden que busca el nuevo orden, da por tierra a los intentos benefactores en términos políticos. "La suspensión es un estado de control y orden basado en políticas sanitaristas que obligan a los más débiles queden atrapados en la lógica de los descartes inevitables", arriesgo.

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El estoqueo como salida en el "proceso de individuación" más certero que se haya visto. Las poblaciones de Italia, donde nació el proceso mercante que supo conquistar la política, arrebatarle la política al papado que describió Maquiavelo en "El Príncipe" under el proceso de la unificación italiana, regresa (mutado) a su punto cero. Por eso hablo de "pliegues de realidad", porque lo que está en discusión es el propio concepto, o noción, de realidad. En ese sentido, miles de pliegues de realidad. Fragmentación comunicacional, "creencias tecno espirituales para la calma y la salvación" ante la inminencia del final de los tiempos para los agonistas por naturaleza. La cólera, la peste -las pandemias de las que estamos hechos-, producen la implosión de los relatos vigentes en términos de racionalidad occidental por más neo teorización y episteme de época que maquille y soslaye su fracaso. Se viene un nuevo tiempo, nuevas formas de dominación y enclaustramiento. Los claustros universitarios, por ejemplo, siguen llamándose claustros. Y así, cada nominación que conforma el universo simbólico del lenguaje dominante, sea progresista o neoliberal fascista, que discurrían con la venia de "las nuevas viejas formas de ejercicio de la democracia" en el mundo; al menos en el occidental que es el que nos hace pertenecer en cuerpo y alma, quedaron suspendidas, las cofradías sabrán qué hacen con el tiempo, la soledad y el encierro (¿bailar con y/en, el tiempo?).
El cuerpo es el espíritu inoculado. ¿Se vive como se piensa?
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El virus se propaga en Wuhan, la población queda aislada en cuarentena obligatoria y se extiende a más de 56 millones de personas en grandes manzanas de China. Los días y las noches pasan con las gentes encerradas en sus departamentos y, por las noches, de los edificios se escuchan los gritos, presumiblemente de aliento y de fuerza solidaria en una ciudad amedrentada. Gritos de desesperación y de deseos. Sin saber cuándo la vida volverá a la normalidad, se vive en una nueva normalidad. Una reacción nostálgica, melancólica, un documental/película de Tarkovsky remixado en medio de la desposesión de toda pertenencia. Desde allí, las masas anónimas en China, Italia, España, y decenas de "países del centro", suspendidas.

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El derrame de la expansión empieza en las alturas, en los cientos de miles de vuelos de directores y Ceos de corporaciones, en el viaje soñado del burgués que por última vez pudo visitar el Vaticano y sacarse una selfie en la Plaza San Pedro, o en la Torre de Pisa, o en las puertas del Louvre. Los pudientes sobrevuelan por el mundo y bajan a los aeropuertos, pisan tierra firme para aterrizar en el Teatro de la Sorna. Teatro, representación de la máscara. Suspensión del epicentro de la máscara. Venecia en el ocaso de la escenificación-placebo. Las "nuevas disidencias" vendrán a poner en jaque la idea de "toma del poder" y de "revolución" en el estilo clásico, y también en el neoclásico de los populismos progresistas para los países de la periferia. Ahora "La Máscara" seremos todos y todas, por sospecha o amenaza. Disidencias sin identidad que ya anticipó la eclosión chilena desde hace meses contra un Estado primordialmente represivo. El "estornudón" colombiano contra las fuerzas militares, las mujeres poniendo sus tetas como armas visuales. Una "ampliación del campo de batalla" para las nuevas formas de protestas comunitarias de poblaciones que luchan por bienes preciados, como la defensa del agua frente al extractivismo. Se cayó el relato global. Si bien la pandemia es global, la misma ha creado un antídoto para las disidencias enmascaradas. Lo que está prohibido ahora es "la manifestación", nos queda la palabra a través de otros miembros del cuerpo, bajo una nueva anatomía de la lengua y de la carne. Destituida la idea de autor, volveremos a las máscaras, a la simbolización que alguna vez fue fiesta comunal para transformarse en arremolinamiento de protesta. El apocalipsis será una fiesta, en el llano la acumulación de cadáveres viejos que den cuenta de la extinción de las poblaciones ancianas puede que sean un ahorro para los sistemas jubilatorios en los estados nacionales que supieron tener la cadena de montaje aceitada. Sobrevivirán algunos débiles, los de las máscaras de plástico recicladas que sin identidad pongan en jaque a la moral de la dictadura de la salud de las poblaciones. El capitalismo entra su fase de hospicio a cielo abierto.