River se caracterizó por ser un equipo místico, que en las situaciones más difíciles se hacía invencible. Eso se quebró en los últimos cuatro meses.
La decadencia del imperio de Napoleón
Marcelo Gallardo logró construir en torno a él un imperio místico e invencible que en los últimos meses ha comenzado a transitar una decadencia claramente visible.
El River Plate de Napoleón, del "en vos creemos", protagonizó dos tropezones históricos al cual nadie en el fútbol argentino estaba acostumbrado. Un equipo ultra exitoso que se caracterizó por sacar a relucir una estirpe ganadora en las situaciones más difíciles, ahora viene de caída en caída, en contextos que hace un tiempo atrás hubiera terminado victorioso.
La primera fue la final de Copa Libertadores del año pasado. La terrible derrota contra Flamengo quedó (justificadamente) minimizada por dos motivos: primero por haber llegado al partido decisivo por segundo año consecutivo del torneo más importante de América; y segundo porque el antecedente inmediato era la histórica victoria ante Boca en Madrid. Suficientes razones para darse el lujo de no sufrir perder un partido tan importante.
No obstante, nada borrará que al Millonario se le escapó la final de la Libertadores en tres minutos, entre los 44 y los 47 minutos del segundo tiempo, resultado y situación que en otro momento hubiera sido "imperdonable", desde el sentido futbolero.
A eso se agregó esta Superliga Argentina, que la Banda ya parecía tener abrochada desde el año pasado. Pero no, un par de empates en la recta final, sumado a una racha inesperadamente positiva de Boca, dejó a River con las manos vacías en el torneo local, cuando nada hacía prever que el título se iba a escapar.
El dolor de las formas y el rival potenciaron un detalle que no pasó para nada desapercibido: Marcelo Gallardo nunca había logrado una liga argentina con el Millonario. Y Napoleón deberá seguir esperando.
Que la decadencia continúe hasta que ocurra lo inevitable, o que estas dos situaciones futbolísticas vividas (que pueden pasar, claro está, incluso a los mejores) queden como tristes anécdotas, dependerá pura y exclusivamente del técnico, su cuerpo de trabajo y el plantel, en un año que todavía tiene por delante la Copa de la Superliga, la Copa Argentina y la Copa Libertadores.