Los mitos sobre la minería en Mendoza

Consecuencias y repercusiones de las protesta contra la nueva Ley de Minería.

Los mitos sobre la minería en Mendoza

Por:Daniel Bosque (*)

Con el diario del lunes, cualquiera es Gardel y se anima a decirte cómo saliste sin paraguas si se caía de maduro que iba a llover. Sin ánimo de caer antipático ¿quién le dijo a la minería que fumara tranquila, que la licencia social en Mendoza era un expediente cerrado por obra y gracia del acuerdo entre peronistas y radicales?

Entre el optimismo y el descorche sectorial del viernes y el sofocón de este fin de semana, con las redes a full, la Gran Marcha y pibes gritando "la cordillera no se toca", pareciera que pasó un siglo, pero sólo se trata de acciones y reacciones. En esta grieta, en clave productiva y tonada cuyana, cabe aquello de que las sinopsis suelen dejar verdades afuera. Los mineros, optimistas, creyeron que habían tocado el cielo, pero la anti minería los estaba esperando para emboscarlos con la protesta.

Después de los bocinazos, piedras y gases, llegó el desahogo en los mining chats: "¡Vaaaamos carajo!" decían anoche al postear el pdf promulgador del Boletín Oficial. Suárez puso lo hay que poner y la proa hacia la minería en Mendoza, pero la pregunta es si alcanzará y será suficiente, a la luz de lo que se vio en la calle. Aclaración para tuertos: no estamos hablando de quien tiene la razón, del inventario verdades y mentiras en torno a la polémica agua&minería, sino de una cruda constatación a la luz de la experiencia: es difícil hacer minería con el telón de fondo de tamaño ruiderío.

"Callate, no sabés nada ni de minerales ni de geología", nos dicen cacúmenes de la minería a quienes en los últimos 20 años hemos visto innumerables conflictos que abortaron realizaciones mineras en la Argentina y en el mundo, al capital inversor metiendo violín en bolsa y perdiéndose el filón de importantes yacimientos, todo por la necedad del humor social, eso que los power points en ambientes climatizados bautizaron como licencia social.

Los periodistas no somos geólogos, ingenieros, financistas, abogados, gracias a Dios. Ni políticos, vade retro Satanás. Sin embargo, los que seguimos la cuestión minera hemos visto guiones parecidos, con distintos cortinados: alguien detecta un yacimiento, junior companies consiguen fondos para explorarlo en un área concesionada por el Estado, llegan los ambientalistas con un formato de anti minería de éxito ya probado, la minera sufre el acoso, finalmente aparece el cut and paste de un decreto o ley prohibidora, para terminar con el conflicto, el proyecto y la inversión proyectada.

Eso pasó, numerosas veces, en unas cuantas provincias argentinas durante la primera década del siglo. En la misma época en que el kirchnerismo, que ahora volvió a tañer campanas, se jactó de abrir media docena de minas el país, mientras a contrario sensu perdía media docena de provincias, entre ellas Mendoza dejando en la banquina una docena larga proyectos que podrían haber duplicado las exportaciones del país.

"Las mineras son unas hijas de puta que se llevan toda nuestra agua y no nos dejan nada", me dice en el frescor de su césped un viejo amigo de San Juan, mientras me invita al chapuzón en su flamante piscina de 12 x 5, porque sino no se puede vivir. Y a un par de kilómetros, un geólogo me explica, lo de tantas veces en estos años, que la mina más grande de la provincia gasta el agua para 150 has de vides y que nunca llega a usar el cupo. "Mirá cómo riegan a manto y el ratio pobrísimo de inversión-producción-empleo del agro", se queja en este rincón del ring.

"Digamos lo que digamos, Nadie nos cree cuando hablamos de cuánta agua usamos y cómo la reutilizamos", me dice un alto gerente de una minera, cuando le pregunto si no faltó, como ahora en Mendoza, más comunicación sobre la relación ambiente-minería. Los astros les dan fatal, porque el acuerdo supra político y el tratamiento exprés llegaron justo cuando la provincia cuyana vive la peor crisis hídrica de su historia, a tono con lo que ocurre en todos los Andes occidentales de la región al Sur de Ecuador. Hay menos agua, muy poca, lo más impopular que hay es regular su consumo residencial, no hay fondos para llevar la vitivinicultura a un modelo de goteo, y encima el poder político le da la bienvenida a la bestia negra del desarrollo minero.

Nada nuevo es lo que está pasando en la tierra del malbec, la minería no es Vaca Muerta, que puede producir rentas a poco de hundir inversiones. La esencia minera es su lentísima maduración (desde el primer hallazgo de recursos hasta la mina en producción suelen pasar décadas) ha sido, es y será princesa y villana para los políticos de turno. En escenarios de conflicto, como el mendocino, son raros los Suárez, dispuestos a pagar el pato por habilitar la actividad. Los mineros suelen lamentarse con que son rehenes de la política, una carta que se juegan otros, en timbas de poder. Minería y anti minería en la Argentina son dos púgiles que se conocen de sobra, después de decenas de rounds. Cada escabeche en su frasco, diga lo que diga uno, no moverá en nada del esquema mental del otro.

Interesante este test para el modelo de acumulación a partir de las industrias extractivas que impulsa el actual gobierno nacional. La Argentina no es una Pampa sojera solamente, es mayoritariamente un gran desierto pródigo en minerales y metales, pero la actividad que podría transformarlos en riquezas tiene pésima imagen. Abundosa en recursos y potencialmente salvadora no termina de ser querida por todos y ese es un déficit que debe seguir enfrentando, inexorablemente, con paciencia y saliva. Sin consolarse con endogamias fáciles, como "viste que son cuatro gatos locos que no representan a nadie" o "mirá los encapuchados cómo salieron a romper todo". Más allá de los instigadores ocultos, un considerable sector de la sociedad mendocina todavía se opone a la minería.

Hay 19 proyectos mineros que podrían cambiar la cara de Mendoza y llenar de trabajo y recaudación fiscal a la provincia, pero hace falta más docencia y esfuerzo extenuantes, desde el Estado y desde el sector, para conquistar aprecios. El cariño, todavía, está lejos de pensarse. Como la confianza, es un camino más largo que no se consigue con una ley. Hay que salir del propio frasco.

(*) Daniel Bosque es periodista y director de Mining Press y EnerNews.