Crónicas del subsuelo: La revolución permanente

Crónicas del subsuelo: La revolución permanente

Por:Marcelo Padilla

Es simbólico, y, como todo lo simbólico es político en última instancia, podríamos pensar en lo que dice directamente: "es político". Aunque tal vez no lo sea en esa medición para conceptualizar -medir, si es en última o primera instancia-, las derivas teóricas de la sobredeterminación económica sobre lo social y cultural, rodeos académicos interesantes claro, para qué negarlos, sin embargo la pose-sión, la amarra para mirar el caos desde una formula bien sopesada en su tradición y no saber en definitiva los finales de toda elucubración en estado de absoluta conciencia occidental. Por eso el símbolo (ese atributo) a través del cual nos comunicamos en el sentido más amplio de su concepción. Fíjese que digo "concepción", la palabra "concepción". Concebir, el verbo porfía sobre el lenguaje ¿embarazoso? luego del día de la virgen, a horas de la asunción presidencial en un país rodeado de carabinas por el norte, este y oeste. En el sur el hielo se mece en el agua descongelando extinción y codicia de la verdadera "revolución permanente" que conocemos: la voracidad capitalista.

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Festejamos que saquen las vallas, es simbólico, y político. Vallas que también son ideológicas en la sociedad, porque hoy por hoy, a esta hora, hay un militar pegándole a un niño en la calle, Armando. Las vallas. Cuatro años de vallas esperando el paisaje. El tabú del derrame, las callejuelas malbec donde caminan pobres y diablos en la Calle Bellavista de Perdriel. Calle-juelas malbec, una buena postal de la desigualdad en la democracia elástica. Deudas pendientes, o asignaturas que le dicen. El verso que ya supimos escuchar. No hay deuda pendiente en un modelo de desguace, hay resultados sociales y económicos que se desprenden del desguace con forma de niños y niñas, trabajadores y trabajadoras, viejos y viejas. El país queda vallado de pobreza, en todo caso. Por eso es simbólico festejar el desvallado en la Casa Rosa. Habrá que empujar el carro colectivo para que se beneficie la mayoría endeudada, la que mira por televisión el último capítulo de una serie de cuatro años paralela a su vida, como netflix, una experiencia que te acompaña para amortiguar la guerra caliente, donde la tecnología es "tan pan" como el hambre.

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Nunca supimos de la empinada subida hacia el abismo, puede ser el piso 14 de aquella galería céntrica al oriente del cuerpo, al sur de los párpados, o -por qué no- al oeste de La Villa Jiné. Todavía retumba la tierra en la siesta. En el remolino se van luego del desguace Tropas Malas de la especie. De la avaricia y la mala siembra. No hemos ganado nada, si uno quisiera pensarlo. En el remolino se van sacando esas cuentas. Suena la quiebra en el canto fatigoso de la empinada marcha. En el despacho azufre. Nuestra maldad son ellos que se van en el remolino sacando cuentas.

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El desvallado y el pueblo en un baile de esperanza con la fe resuelta, un rato al menos.