El odio hegemónico del cristinismo

El kirchnerismo más duro intenta construir un enemigo contra el que ya se probó. Buscan ganar una batalla cultural contra medios y periodistas, que quedó inconclusa. El peligro cívico detrás de los ataques.

El odio hegemónico del cristinismo

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

El tiempo no pasó. Cristina no cambió. Y los enemigos serán los mismos. El cristinismo más cerril y antidemocrático regresa para tratar de ganar la "batalla cultural" que quedó pausada en 2015, cuando perdieron las elecciones con Mauricio Macri. Ahora, en los momentos previos a asumir el poder por cuarto período en 16 años, intentan destruir a la prensa independiente, a los periodistas y medios que han investigado e investigan la corrupción; por medio de la descalificación y el agravio, más el ataque frontal protagonizado por empinados dirigentes aun Cristina Fernández y el presidente electo Alberto Fernández.

A través de los insultos descalificantes a periodistas "enemigos" del "pueblo" y de "los líderes populares y democráticos" Cristina y últimamente Alberto, intentan resucitar un "relato" heroico, fundacional y exitoso respecto del kirchnerismo, y sus supuestas políticas de beneficios sobre la población, con un objetivo aparente que no necesita declamarse: tender un manto de olvido sobre la corrupción, y la transformación de sospechosos de maniobras de enriquecimiento ilegal, en "héroes y perseguidos" por la derecha neoliberal y los Estados Unidos. "¡La historia ya me absolvió!" les gritó una Cristina furibunda y exaltada a los jueces del Tribunal Federal 2 que la juzgan por el supuesto desvío de 46.000 millones de pesos de obra pública a empresas de Lázaro Báez. Las palabras de la vicepresidenta electa en el contexto y lugar exactos, son el mejor ejemplo de la construcción de un nuevo relato.

Cristina llegando a la sala del Tribunal, el lunes.

Los recientes ataques a los periodistas, entre ellos los protagonizados especialmente por Alberto Fernández, las diatribas furiosas de Cristina contra los "medios hegemónicos", los delirios de dirigentes como Hebe de Bonafini que llamó a "poner a los nuestros" en los medios de difusión privados, o el intento de recrear una "Conadep" del periodismo para "juzgar" a los periodistas "por todo lo que pasó en estos años", no serían producto de una noche de embriaguez triunfalista de los ganadores de una elección. En conjunto, parecen una estrategia profunda destinada a intimidar y amedrentar a la prensa, y de ese modo, restringir todo lo posible la calidad de la información que llega a los ciudadanos. Algo que creíamos sólo existía en gobiernos de tinte autoritario. No sólo para encubrir la corrupción, sino para evitar la revisión y crítica de políticas públicas. Quienes observaron el cepo, el acuerdo con Irán, las restricciones a las importaciones, la "recuperación" de YPF, el apagón estadístico, fueron objeto de escarnio incluso desde el púlpito de la ex presidenta de la Nación Cristina Fernández.

¿Por qué habrían de cambiar, si el hostigamiento a la prensa fue una constante durante los años de kirchnerismo?

"Queremos preguntar" de años K, cuando los funcionarios no contestaban preguntas en conferencias de prensa y abundaban las cadenas nacionales.

La libertad de expresión durante la época de Néstor y Cristina desde 2003 a 2015 fue relativa. Por un lado, en gobiernos provinciales afines al kirchnerismo, hubo una sistemática persecución al periodismo independiente, y un largo y doloroso proceso de disciplina a través de la pauta publicitaria pública y privada, y de los impuestos, contra cientos de medios en todo el país. Durante aquellos años, era casi imposible encontrar una crítica a los Kirchner o al gobernador o intendente de turno en medios locales o regionales, con la excepción de Córdoba, Mendoza, Tucumán, y Rosario.

Además, durante los años de Néstor y Cristina, hubo una estrategia de avance sobre los medios de comunicación. Con la compra a través de aliados -muchos medios importantes de alcance nacional y otros locales fueron a dar a manos de dirigentes kirchneristas y afines- construyendo una prensa "militante" que volverá con todo su poder de fuego. Y los medios y periodistas que no pudieron comprar o amedrentar, fueron atacados, perseguidos, escrachados, defenestrados. Con intentos de desguace de por medio, como cuando quisieron avanzar contra los grupos de grandes audiencias, tratando de desguazarlos y obligarles a vender. ¿Quién no recuerda el espíritu de guerra esperando aquel "7-D", que no ocurrió?

Todo valió para sostener el relato. La dueña de Clarín, Ernestina Herrera de Noble, fue perseguida hasta un año antes de su muerte por la supuesta apropiación ilegal de sus hijos Felipe y Marcela Noble Herrera, hasta que en 2016 un tribunal federal la absolvió. Al kirchnerismo se le había ocurrido que los jóvenes eran hijos de desaparecidos en la dictadura. Hasta estuvo presa por ello, en 2002.

A la vez, en aquellos años; hubo escraches públicos a periodistas. Se llevaban a las plazas gigantografías de hombres y mujeres de prensa que investigaron la corrupción, para que los militantes les escupieran. Se trató a la prensa independiente con el mayor de los desprecios. Sobre todo, a quienes publicaron sobre los casos durante los gobiernos de Cristina. 

En 2006, mucho antes de la guerra con el campo, el kirchnerismo comenzó a hablar de los "medios hegemónicos", de las "operaciones mediáticas", y a construir un enemigo total, al que acusaron de "mentir" con los casos de corrupción.

El ataque fue fuerte. Hubo una ley que con la excusa de "desmonopolizar" el mercado de medios, buscó desarmar y comprar empresas. Luego, contradiciendo el artículo 32 de la Constitución Nacional, dictaron otra ley declarando de "interés público" la producción de papel para periódicos. Se allanaron medios, se encarcelaron periodistas en provincias "híper k" como Santiago del Estero; y los principales casos de corrupción fueron denunciados por la oposición o descubiertos por periodistas, que fueron prolijamente hostigados incluso desde la amplia batería de medios K. Se rompieron diarios en público, se persiguió, insultó, y "apretó".

Una vez, un jefe de gabinete -Jorge Capitanich- rompió un diario en una conferencia de prensa.

Hay registros de cuanto ocurrió. Los ataques a la libertad de prensa tienen diferentes formas. Amenazas de muerte, amenazas telefónicas, amenazas anónimas, agresiones durante coberturas, agresiones a fotógrafos, discriminación con pauta oficial y privada, ataques físicos a domicilios, hostigamiento, fallos judiciales, descalificaciones injuriosas, impedimentos en el acceso a la información pública, detenciones arbitrarias de periodistas, censura previa de programas, espionaje de correspondencia privada como correos electrónicos y mensajería, y confiscación de equipos. De todo esto ocurrió en la Argentina de los últimos años. 

El Monitoreo de Libertad de Expresión del Foro de Periodismo Argentino (FOPEA), registró en 2011, el primer año del segundo gobierno de Cristina, la cantidad de 122 ataques a la prensa. En 2012 hubo 172. En 2013, el año "bisagra" en que el kirchnerismo comenzó a perder poder en unas elecciones legislativas frente al peronismo no kirchnerista y el resto de la oposición, hubo un récord de 194 ataques que involucraron a 239 periodistas. En los últimos dos años de Cristina esa cifra bajó a 178, 94, y a 65 casos en el primer año de Macri. Estos hechos no fueron simples denuncias, sino que fueron comprobados por corresponsales del monitoreo de Fopea.

A la vez, en 2015, un informe internacional de la ONG Freedom House concluyó que en la Argentina "la libertad de prensa es parcial" y nos colocó en lugar 107, de un ranking de 199 países.

Ahora, los ataques comenzaron antes de asumir el gobierno la semana que viene. Ya hubo advertencias de la entidad que agrupa a medios escritos, Adepa, y de FOPEA, la organización que agrupa a periodistas de todo el país.

El kirchnerismo tiene una manía revisionista, en la que se coloca como hacedor de todo. Llegaron a reescribir el prólogo del libro "Nunca Más", que el presidente de la Conadep Ernesto Sábato entregó al presidente Alfonsín, y buscaron edificar la idea de que había un "poder hegemónico" de los grandes medios, lo que resulta una mentira para cazar incautos. ¿Cuál hegemonía? En este país, la competencia entre los medios es brutal. La atención de las audiencias está dividida, e incluso el canal de noticias más visto, C5N, es una herramienta de propaganda kirchnerista a tiempo completo, sin importar las noticias falsas, mentiras e incorrecciones que se pronuncien en ese medio. La única hegemonía es el odio de Cristina, contagiado de algún modo a Alberto Fernández, contra los periodistas y medios que investigan, o que simplemente publican algo inconveniente.

La obsesión del cristinismo con lo que se difunde es de tal magnitud, que "editores militantes" han empezado a reescribir la Wikipedia argentina, tal como denunció hace poco el colega Alejandro Alfie, especialista en asuntos de medios y comunicación. La nueva "versión" ha omitido -por ejemplo- menciones a la causa Cuadernos, minimizando los casos de corrupción en la era K, y magnificando los del gobierno de Macri. Varios artículos han sido reescritos.

Es claro que en tal concepción del poder no caben el periodismo independiente, los medios serios; y los que no se pueden cooptar ni comprar. Y por eso, hay que destruirlos.

La sociedad civil deberá estar atenta. Mal que nos pese o nos guste más o menos a todos, la prensa independiente es un control republicano, tanto como los jueces, otro objeto de odio y ataques frecuentes de ciertas facciones del kirchnerismo, con Cristina a la cabeza.

Tras cada ataque, se buscó silenciar una voz, para que la gente no sepa. Y ese, es el mayor peligro.