Crónicas del subsuelo: Canallas

Crónicas del subsuelo: Canallas

Por:Marcelo Padilla

Los títulos de los diarios mendocinos esconden algarabía, sosiego nativo, apariencia de juego democrático de la información para poner en dudas con preguntas -que ya todos toleramos hace tiempo en la aldea gobernada y sumisa-, si lo que pasó es renuncia o golpe, decisión individual o apriete imperial. Evo no renuncia solo, lo renuncian, renunciamos todos con él y su pueblo, dejamos suspendida la cuchara y la boca abierta, el reloj se detiene a la hora, comienza el bamboleo de los álamos, el paseo de las balas, la indiferencia en las paradas de colectivos que llevan empleadas a las casas de los blancos en Chacras de Coria. El fuego anunciado para hoy prendió anticipado, es la noticia de los diarios mendocinos que festejan en modo sosegado la derrota de la empleada y su familia, la del chacarero en camioneta hedionda de ajo, el festejo rancio de la gente de buen gusto y buenas costumbres que viola y desprecia. 

Celebran el título y la noticia, la pulcritud, los aromatizantes, la Santa Cruz, la maldita biblia embarazada de religiones electrónicas que encienden en las tormentas, los santos evangelios, el llamado "a la paz" del vaticano, las encuestas y las orgas políticas especuladoras, los que cuestionan a Evo por izquierda "porque algo hay que decir desde el pensamiento crítico", el pensamiento de cantri, a horas de la sangre demorada, las columnas de humo bajo el viracochaísmo tendencial de los domingos, la cumbia pasajera como una lluvia mendocina, el anexo del anexo que construye celdas con escritura, las marchas que no marchan, los pronunciamientos enfáticos, los que llegan sobre la hora a decir "basta, perdón... pero me tengo que ir", la ropa boliviana que no garpa pero sí la marca de ropa Bolivia que te viste en Palermo y permite fumar el porro por la Arístides sin que te digan nada. 

En el Canal Cacique Guaymallén destilan ahogados cuerpos que desentonan con las obras de la ciudad, capital entre capitales del vino, las vacaciones de los revolucionarios, el acampe al sol, la suba del boleto de colectivo a 25, Reñaca no, Reñaca sí, micros para menores en La Tierra Malbec, la cana que no tiene freno, las facultades progresistas donde parece no tener sentido decir ni hacer ni preguntar porque está todo hecho, los indios en documentales, la tierra abierta y resquebrajada para la mayoría, que no es propia ni común, solo cielo, puro sol, pura bronca y violación. Es extinción en la quebrada y en el río, en el eco de los gritos europeos. Los títulos de los diarios, las voces de las radios, la cara de los conductores de televisión, esos lujos de poner en duda, "si fue renuncia o fue golpe", si está bien lo que sucede, si es verdad lo que ya vimos, si el único lamento boliviano es canción enana o etílica, si lunes es de muerte o de cama de hospital abandonado. Si todo esto frena o apura la gran marcha emancipadora, el gran éxodo por las tuberías de agua contaminada. Bondi a veinticinco, golpe en Bolivia, estética periodística, de la pura, para degustar en el cantón noruego no reconocido en Oslo ni en la Unión, solo para el cantri y el mall, para casamientos en dominicana de la prensa canalla.