Atención mendocinos: dormir 30 minutos de siesta podría alargar la vida

Distintas investigaciones científicas analizan el impacto de dormir la siesta durante el día. La vorágine diaria nos convirtió en seres que manejan un patrón de sueño monofásico, cuando en realidad deberíamos ser bifásicos.

Atención mendocinos: dormir 30 minutos de siesta podría alargar la vida

Por: Mendoza Post

Pocos saben que en Estados Unidos y Japón las empresas diseñan salones exclusivos para que los trabajadores puedan descansar. De hecho, el emblemático Empire State Building de Nueva York tiene un salón especial en su piso 24 donde se puede dormir dentro de unas cápsulas ergonómicas y futuristas durante 24 minutos a cambio de 14 dólares. 

No es todo: en España se ofrece un servicio de 30 euros, que incluye almuerzo y descanso durante 20 minutos con una sesión de masajes. El mundo se da cuenta que los trabajadores necesitan tomarse un tiempo para ellos y de a poco se va instalando nuevamente la siesta.

Una investigación que fue originariamente realizada por el Hospital General Asklepieion de Voula (en Grecia), asegura que con tan solo 20 minutos de descanso podemos disminuir la presión arterial. "La siesta es un hábito que puede adoptarse fácilmente y, por lo general, no cuesta nada", dice el cardiólogo Manolis Kallistratos, uno de los autores de la investigación.

La siesta, reparadora

"Durante la tarde, decaen nuestras señales de alerta que provienen de tu reloj corporal interno y que regula tanto el sueño como la vigilia", dice el doctor Guy Meadows, director clínico de The Sleep School (La escuela del sueño). El experto cree que seguramente nuestros antepasados ya descansaban del sol del mediodía hace miles de años y que esos hábitos se "imprimieron en nuestros ritmos circadianos". Tu ritmo circadiano es el reloj corporal de 24 horas.

La investigación

Los investigadores griegos analizaron un grupo de personas durante seis años y en ese lapso de tiempo se centraron en los efectos cardiovasculares. Concluido el mismo, se descubrió que, si bien en un comienzo ninguno de los pacientes tenía antecedentes de enfermedad coronaria o accidente cerebrovascular, aquellos que abandonaron la siesta habitual vieron incrementado el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en un 37 por ciento en comparación con aquellos que mantuvieron las siestas regulares durante el día. El efecto fue especialmente intenso en los trabajadores, donde el riesgo de mortalidad resultante de prescindir de la siesta aumentó en más del 60 por ciento.

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