Crónicas del subsuelo: La "fase agonizante" en La provincia Leviatán

Crónicas del subsuelo: La "fase agonizante" en La provincia Leviatán

Por:Marcelo Padilla

Fase agonizante de la televisión y su lenguaje, tal vez me refiera al aparato tecno, es decir, al soporte que vehiculiza contenidos. El aparato es un mueble donde pueden apoyarse una serie de objetos: ceniceros, cigarros, una artesanía de algún viaje, pequeña (una llamita de sal). La obturación viene dada por la industria del desperdicio, hoy son los Smart planos y así. 

Televisión es sinónimo de teléfono fijo, algunos lo conservan, otros lo usan de adorno kitsch y las tendencias artísticas lo prenden, fuego. Teléfono fijo es sinónimo de computadora, a la caja, a la industria del desperdicio. Hoy lo que gobierna es el teléfono celular que, en realidad no es estrictamente hablando, un teléfono. Es un pequeño aparto que puede manipular la mano para "promo-ver" contenidos. 

De ahí las redes a las que llaman "sociales", adjetivación que supone la interacción y el intercambio, simulando la participación en la que todos nos sentimos dentro, siempre y cuando estemos agonizando en ella. Digo agonizando porque hay formas de participación que viven el instante de su muerte, como la efímera captura de pantalla o la fotografía que agoniza en la nube. No digo nada nuevo, "el simulacro" del que Baudrillard habló y describió con la Revolución Sexual en el Barrio Rojo de Ámsterdam está conectado con la porno política, la sublimación de estar en un altillo escribiendo entre el cielo y el infierno, una forma de abstraerse, inventar un altillo imaginario para suspenderse en el tedio. 

Y de ahí las nuevas militancias, fugaces, veloces como la huida de la liebre, insatisfecha como la captura de pantalla de un pájaro en el aire. En la entremezcla de barro y cables, los satélites, un nuevo cosmos indescifrable sin conducción para la subalternidad, por eso tal vez la confusión pro-movida. El juego es la trampa, la incluye, pero también como contradicción por esa exigencia a decir la verdad todo el tiempo que hace de la misma un valor descartable, como la agenda de los medios, donde se instala un tema una semana y en la próxima la desmemoria. Los archivos ya no están en los anaqueles. Son virtuales, fundan ciudades y colonizan pueblos. Un archivo en la arqueología forense no hace más que hablar de la repetición de la muerte. En suma, la muerte se repite, no en los aniversarios sino en las postrimerías de los accidentes.

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La inflación de titulaciones en las instituciones de aprendizaje y desconocimiento es uno de los grandes problemas poco abordados, por no decir otra cosa (caería la estantería). El puntaje y la certificación de una industria que hace mercancía una filosofía, un producto de conocimiento, están rozando la fase agonizante. Sobre todo cuando llegan los cantos de los municipios que descuentan del bono de sueldo a sus empleados un diezmo por estudiar en la universidad pública. Eso sí, todo por convenio. Pregrado y posgrado como instancias accidentales de una fuga hacia adelante que pocos se animan a poner en cuestionamiento. La universidad es pública pero no gratuita. Para estudiar tenés que pagar hasta en la facultad más progresista del desierto, donde la revolución se hizo y la burocracia ocupa el tiempo en el circuito de la fase agonizante. El grado, a lo que uno siempre vio como el espacio por excelencia de formación, poco importa, ahí no hay recursos ni interés ni tiempo. Las autoridades (que son muchas por cierto) se ocupan más del negocio del pre y el post. El grado es un colchón donde acostarse a rezongar. Algo de eso tiene que ver con un escandelete subterráneo que circula por las catacumbas de los "claustros". Nunca mejor la conservación de la palabra "claustro". Bajo los claustros la soledad de los descalificados por el mercado del conocimiento al que atacan en el discurso, solo en el discurso, los ocupantes de la gerencias del pre y el post. Para el grado ya no hay tiempo. Cómo será la dimensión que han adquirido los negocios del pre y el post, que lo que circula por las catacumbas de los claustros es la eficaz invasión municipal en la universidad nacional, eso sí, todo por convenio. Convenio en el claustro, descuento por bono municipal al empleado por estudiar. Arancelamiento, al descubierto, por convenio.

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En La Provincia Leviatán suceden estas cosas. Cuando uno habla con una autoridad de algún "claustro" habla con dos cabezas parlantes. Nada por aquí, nada por allá, vamos todavía. Es La Provincia Leviatán en la Facultad del Pensamiento Crítico que bien merece una aplicación en el celular para realizar la inscripción al curso de "salvemos las dos filosofías". La universidad pública lentamente se transforma en consigna y la arancelada en convenio. Cuatrocientos alumnos empleados municipales que pagan por descuento del bono municipal en la universidad pública. Ya me perdí, es un laberinto, una cabeza que habla y la otra que desdice, como una fórmula biomédica, uno se queda con el frasco y tira el prospecto a la basura junto a los televisores, viejos modelos de celulares y computadoras. "El simulacro" gobierna la insatisfacción de los cuerpos. Padrones y madrones. "Rector" como palabra significante que corrige conductas impropias. Decía del frasco que uno se queda, vacío, por convenio, que viene de conveniencia.