Crónicas del subsuelo: Las caras en el mostrador

Crónicas del subsuelo: Las caras en el mostrador

Por:Marcelo Padilla

A Mendoza la daban por descontada hace rato por eso hicieron la plancha, luego vino la cachetada con las paso y ahora -más allá de la inauguración de tramos, perfiles, segundas manos, estiramientos de cuadras, adoquines o ladrillos, mamparas y mayólicas del futuro-, les vino "el cagazo". El tema está en las decisiones que se toman en el cagazo, otra palabra no podría definir mejor el estado de ánimo del gobierno nacional transmitido por el provincial en secretísimas correspondencias y encuentros que ausentan las fotos. 

Tienen miedo. Tanto que hasta en las mismas tropas peronistas locales hasta hace unos días daban por descontada la derrota, por poco, pero derrota al fin, luego de las militadas encuestas de una consultora de la verdad. Ahora no hay encuestas ni llamaditas telefónicas que valgan, el tramo es cortísimo, el próximo domingo la que decide es la población y sabrá o no vincular con su voto la situación por la que atraviesa. Un gobierno de distinto signo político en la provincia tiene sus consecuencias. Hay que hacer cosas que no se quieren hacer, y no podes hacer lo que se te dé la gana, prometer nada al fin de cuentas porque si no vas con la ola nacional, manéjate. Lo prueba el propio radicalismo local que no se desmarcó en definitiva del macrismo. Amagó dos o tres veces por los medios, para "la popu", pero nunca a nivel ideológico, político ni económico. 

El desastre social está hecho. Tal vez, si los resultados le fueran adversos el próximo domingo, esto tenga algún peso de variable, sin embargo acá -me dice el fer una tarde, "el problema se soluciona con plata". Yo digo que sí, pero le agrego el "factor espiritual", la sensación de esperanza o de abatimiento que pueda expresar una sociedad con su voto.

El peronismo bombero voluntario luego de los incendios económicos y sociales reaparece en el mapa de una selva descuidada. En los centros, la voracidad y la angustia, el termómetro de ánimos de una sociedad que deambula por una geografía que le es hostil por más mamparas, adoquines o ladrillos, luces y sombras del diseño, inauguren. Hoy lo que está en juego es el plato de comida, el alquiler, los remedios, el transporte, las deudas, de la mayoría de la población. Y con eso no hay vuelta en momentos en que se deciden a los menos cuatro años de direccionalidad política del Estado provincial, y nacional, el 29 de setiembre y el 27 de octubre del 2019.

El que tiene todo para perder es el que hoy gobierna, decida lo que decida la población en Mendoza el mapa político no cambiará demasiado para las nacionales, puede servir de salvavidas por un tramo hasta las costas de la verdad, donde ya no le quedan lugares libres para el aparcamiento. La única dirigente que no para de crecer es Anabel Fernández Sagasti. Les moja la oreja con posiciones de estadista provincial mirando a lo lejos sin meter una pata en el barro. Habla, dice, escucha, se muestra para entrar de titular en el partido dentro de los noventa minutos. La sorpresa la dio en la interna cuando entró, definió a cinco del final y luego abrazó a todos los compañeros y todas las compañeras de ruta, la del peronismo con todas las caras en el mostrador. Ahora convoca, a fuerzas sociales y políticas que no pertenecen al pejota, a formar un nuevo gobierno. Todas las de ganar aun perdiendo. "Anabel ya ganó", dirán algunos, sin embargo hacen falta unos votos, los de la recta final, esos que se ganan sudando por militancia, y por castigo poblacional a las políticas de ajuste que nada bien le han hecho.