Crónicas del subsuelo: Amigo de una charla

Crónicas del subsuelo: Amigo de una charla

Por:Marcelo Padilla

Me levanto de una siesta que no pude dormir, el rancho hiela. A pesar del sol afuera, hiela. Me visto y abrigo, junto palitos de los árboles caídos para encender fuego en la salamandra, preparo un café hirviendo y fumo. En el rancho estoy solo, y, repito, hiela. Elijo una música que ya traía del sueño que no pudo ser, unas pesadillas que el sueño no pudo anular y escribo las primeras sensaciones. Le doy dos sorbos largos a la taza y la mitad que queda enfría en menos de cinco minutos. Es el crudo invierno en los campos de Perdriel. Al teléfono me llegan saludos por el día del amigo. Invitaciones, declaraciones políticas en ese marco, en el marco de la amistad. El viento ha comenzado a mover la estructura y los sonidos componen su música. Yo desde aquí, y por este medio les pido disculpas por no asistir a las juntadas de la que me han convidado, he preferido no avisar que no iré, he preferido estar solo aquí juntando palitos de los árboles caídos para calentarme e intentar escribir algo, que de paso es parte de mi trabajo, un refugio frente al viento y el frío, una guarida para convivir con las pesadillas de los sueños que no pudieron anularlas. Porque es al revés, pienso, la pesadilla se revuelve en el sueño y luego baja a la sangre. Internet falla, la música se frena pero el viento persiste. Paso del fallido Nick Cave al Macha con su Bloque Depresivo. En ésta, internet parece acompañar. Boleros y valsecitos chilenos.

El crematorio se fuma los cuerpos aquí cerquita, en el Dique Cipolleti, por las fosas a cielo abierto que revuelve huidas y vidas de álbumes que, tal vez, desaparecerán de la nube de fotos de google. No se notan las despedidas pero de tanto pasar uno por allí queda pensando en el humo que embarazado de olvido serpentea por el viento de la montaña. Como también los humos de la destilería, los humos y las nubes en el crudo invierno de quienes viven en las afueras de la ciudad. La música cambia sola, salta, internet parece un canguro apurado que de tanto se frena para tomar aire, y el silencio repercute en la manera de escuchar la música. Cambio. Pruebo con Travis Scott y la lisérgica hace su maniobra en Astroworld. Espero que el disco se reproduzca mientras sigo en esto.

Digo "espero" porque no le tengo miedo a la espera, ni mucho menos indiferencia, la espera produce al paciente, y el paciente obedece a las cuatro reglas de la paciencia: resignación, bronca, sueño inconcluso y cansancio. Producto de esta última, en la ciudad se educa al ciudadano. El capitalismo, en esta forma que ha adoptado en el territorio ideológico pareciera tener la meta puesta en "el cansancio" del cuerpo y la mente. Cansancio. Con "s" podría ser una marca de ropa. Y luego de la imposición vestimos cansancio por las calles. Si las calles no constituyeran "el afuera" en la ciudad, y sus trazas tuvieran un sentido espiritual, es probable que habitáramos las calles, como todo indigente.

Va para el amigo jota, el pibe que dormía en la plazoleta donde está el complejito municipal de la Biritos, que ha vuelto a su casa, me contó hace un par de días. Jota, un pibe de 25 años que se levantaba en el crudo invierno de los crematorios desde el piso, cuando el sol le daba, y cuidaba autos. Los sigue cuidando pero ahora duerme en una cama en la casa de sus viejos. Un amigo de una charla.