Crónicas del subsuelo: Ficciones de la vuelta

Crónicas del subsuelo: Ficciones de la vuelta

Por:Marcelo Padilla

Le pregunté si estaba libre... dijo que sí y crucé en plena calle San Martín aprovechando el atolladero, delante de un auto que terminó arrancándole la puerta al remis, justo la que abrí para entrar... un bardo. Del auto bajo una mujer recaliente pero con respeto, me tiró su angustia con la mirada, nerviosa, la cara dura -no le pasó prácticamente nada a su coche solo la puerta del remis fue la dañada-, el auto de la mujer tenía un rasguño, pero ese no era el tema, el choque, el auto, los autos. El problema era otro. 

El remisero... lo que se dice "Un Señor", estacionó a la derecha, bajó del coche con sus papeles, coordinó con la mujer del otro coche y quedaron charlando sobre la vereda mientras yo, dentro del remis, extinguido, le mandaba un guasap a mi hijo: que me esperara así le daba una plata para las zapatillas, fundamentalmente para verlo y darle un abrazo. Lo extrañaba, no llegaba a la hora que le dije nos juntaríamos porque él se tomaba el bondi a la escuela a eso de las doce, y yo estaba metido en el auto del "crash" mandándole mensajes, extinguido repito, mientras el remisero seguía de charla con la mujer del otro coche. 

Esa mañana hube llegado a la ciudad desde el campo en bondi, viajando una hora y pico, helada, y, mientras esperaba en la parada fumé un pucho mirando el piso, me abstraje en una idea: escribir y compilar "ficciones de la vuelta", una colección de hipótesis delirantes sobre cómo sería la vuelta, volver, estar volviendo pero pensando en el punto de inflexión, de esos que no se borran, más allá de las elecciones, o también por elecciones, sin embargo la idea, mejorada, sería "ampliar el espectro", pensé, y por aleatoriedad contingente imaginar la vuelta deseada, algo para escritores quizá o militantes escritores, no sé; llegó el bondi y, en el largo viaje a terapia para luego salir y subirme a un remis que sería chocado por otro auto, atravesando la San Martín delante de un coche que siguió y se llevó puesta la puerta que abrí, pensé también en la vuelta, "la vuelta a mi casa", cómo lo haría. En fin, eso de ver a mi hijo se resolvió, me encontré luego con él, y nada, el problema era otro. 

Conseguir un plomero no sería algo fácil e inmediato, si bien trabajo no hay, por lo general los plomeros que laburan bien están ocupados, y, con la mejor de las suertes podría coordinar con alguno para la semana que viene, siesque, en fin, un número de teléfono tenía para llamar, uno que me pasó "el Marcos" de la ferretería y anoté inmediatamente en un papelito de cajero automático. En la billetera no estaba, en los bolsillos del pantalón y la campera tampoco. Sin embargo el problema era otro, más allá de caño del baño roto, más allá de estar dentro de un auto chocado esperando terminara el remisero de hablar con la mujer del otro coche, yo, pacientemente aunque angustiado, esperaba. "Ficciones de la vuelta". 

Imaginé una compilación, luego una novela de cuatro años que abarcara el periodo 2015-2019, o un largo poemario dividido en "cantos", un poemario de cantos a lo Maldoror, una serie de relatos y crónicas situadas en merenderos, movilizaciones, enfrentamientos con la policía, internaciones por pestes y enfermedades de la población, la desdicha de jóvenes que por sus estéticas eran detenidos por averiguación de antecedentes, por ser jóvenes nomás, por ser pobres, por usar capuchas. No sé, deliraba en la parada del bondi en Luján, esperando, fumando un pucho bajo la helada mañana, rodeado de señoras envueltas en lana, de señores con boinas, fatigados, de pibes y pibas con mochilas frente al imponente paisaje de la montaña nevada apenas rozada por el anaranjado amanecer de otoño. 

Como dije, el problema era otro, no lo balazos en la madrugada ni el canto asfixiado del gallo, tampoco el frío, menos el viento en la cara. Cuando llegué a mi casa por la noche busqué el nombre del autor y luego del micro relato. Es que después de la mesa de exámenes siguió dándome vueltas la contundencia del cuento, del pequeño y potente texto que recitó una alumna en el examen. Algo así como el micro relato más corto, o uno de los más cortos, El emigrante, del escritor mexicano Luis Felipe Lomelí, que dice así: 

"¿Olvida usted algo? -¡Ojalá!"