Mujeres: somos la variable de ajuste

Porque la desigualdad de género si se puede medir, desde el Espacio de Economía Feminista en la Sociedad de Economía Crítica -regional Mendoza- analizamos la situación actual de las mujeres mendocinas tanto en la esfera privada como pública.

Mujeres: somos la variable de ajuste

Por: Espacio de Economía Feminista

Porque la desigualdad de género si se puede medir, desde el Espacio de Economía Feminista en la Sociedad de Economía Crítica -regional Mendoza- analizamos la situación actual de las mujeres mendocinas tanto en la esfera privada como pública.

A modo de reclamo, lamentamos que las estadísticas oficiales refuercen una lógica binaria de género al desagregar sus datos entre varones y mujeres. Este hecho impide que podamos profundizar el análisis y visibilizar a las personas más desplazadas de la economía: las personas travestis y trans.

La lógica binaria de género al desagregar datos impide la visibilidad de las personas travestis y trans.

Somos la reproducción de la vida

En nuestra provincia las tareas domésticas y de cuidado -como era de esperar- son llevadas a cabo principalmente por mujeres. Según los resultados de la Encuesta Condiciones de Vida (ECV) del año 2017, en el 92,5% de los hogares mendocinos las mujeres son las que se encargan de lavar y planchar ropa; en el 91,6% limpiar y ordenar la casa, y en el 90,1% preparar y cocinar alimentos.

En cuanto a las tareas de cuidado la situación es similar: el cuidado de adultos dependientes, niños y niñas, personas enfermas y personas con discapacidad está a cargo de mujeres en el 74,8%, 91% y 88,9% de los hogares, respectivamente.

Porcentaje de hogares según sexo del responsable de realizar las tareas domésticas y de cuidado. Fuente: Espacio de Economía Feminista en base a la Encuesta de Condiciones de Vida 2017 - DEIE.

Haciendo un análisis sobre la composición de las familias mendocinas, encontramos que el 83% de los hogares monoparentales (familia constituida por un solo adulto e hijos/as) tiene jefatura femenina. Y, asimismo, si observamos los hogares monoparentales extendidos (a los que se agregan otras personas a cargo) se advierte también una presencia mayoritaria de mujeres a cargo de los mismos (80%). Esto confirma y refleja el rol asignado a las mujeres como responsables del cuidado tanto de sus hijas e hijos como de personas adultas en situación de vulnerabilidad.

Somos la variable de ajuste

En lo que respecta al mercado de trabajo, según datos publicados del INDEC, para el primer trimestre de 2018, el 58% del total de personas ocupadas en el Gran Mendoza son varones, y el 42% mujeres. Sin profundizar en el debate sobre qué es lo que miden las estadísticas públicas, aquí es importante mencionar la invisibilización que sufren aquellas mujeres que se desempeñan en las tareas domésticas hacia el interior de sus hogares al ser consideradas población inactiva.

El 47,8% de las mujeres ocupadas trabajan en los 5 sectores de actividad con menor remuneración.

Por otro lado, si analizamos las personas desocupadas, para el mismo período y alcance geográfico, advertimos que el fenómeno de la desocupación recae con mayor intensidad sobre mujeres que varones, con un 6,2% y un 2,6% respectivamente (en el primer trimestre de 2017 estas tasas eran del 5,16% y 4,39%). Con estos datos podemos advertir que, en un año en Mendoza, la tasa de desempleo femenina ha aumentado mientras que la de los varones ha disminuido.

En cuanto a los ingresos observamos que, para el primer trimestre de 2018 la brecha salarial entre varones y mujeres ocupadas ha aumentado con respecto al 2017 y asciende al 34%: el ingreso promedio de los hombres ocupados es igual a $12.097,12 pesos argentinos, mientras que para el mismo período el ingreso promedio de las mujeres ocupadas es $9.019,51. Esto se condice también con el hecho de que el 47,8% de las mujeres ocupadas trabajan en los 5 sectores de actividad con menor remuneración.

A manera de síntesis, y de cara al paro internacional del 8M, los resultados dejan entrever que el trabajo reproductivo, es decir las tareas del hogar y de los cuidados, sigue siendo territorio exclusivo de las mujeres. Asimismo, los datos demuestran que, a pesar de la inserción al mercado laboral en los últimos años, seguimos siendo la variable de ajuste, soportando tasas de desocupación cada vez más altas, trabajando en los sectores tradicionalmente feminizados que se encuentran entre los peores remunerados que contribuye a profundizar la brecha salarial. Todo esto se traduce en una sobrecarga física, psicológica y emocional para nosotras. Y es por esto que decimos: "Si nuestra vida no vale, que produzcan sin nosotras".