4 millones de argentinos consumen agua con arsénico y la mayoría no lo sabe

¿Tu vaso tiene arsénico? Es el tema de estudio de un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).

4 millones de argentinos consumen agua con arsénico y la mayoría no lo sabe

Por: Mendoza Post

Hace dos años que el biólogo Alejandro Nadra y su grupo de trabajo de la Facultad de Exactas de la UBA estudian este tema. 

La idea era abordarlo con las herramientas de su especialidad, la biología sintética. Y eligieron un asunto urgente: cuatro millones de argentinos consumen agua con arsénico, su contaminante más usual. La mayoría no lo sabe y los que lo saben no pueden hacer demasiado: además de ser caros, los kits de medición manipulan y generan sustancias tóxicas.

Con Estados Unidos, India, Bangladesh y Chile, la Argentina es uno de los países con más arsénico en sus napas, con una luz roja sobre la llanura chaco-pampeana, Cuyo y la Puna. 

Como la exposición prolongada puede causar desde lesiones cutáneas hasta distintos tipos de cáncer, detectarlo es fundamental para tomar una decisión que puede salvar vidas: hacer pozos más profundos o agregar sistemas de filtrado.

Esta situación llevó a los investigadores a socializar una solución que llegaría gracias a una de las nuevas estrellas del firmamento científico: la biología sintética, que articula ingeniería, biología y química, por lo cual modifica organismos vivos hasta convertirlos en biomáquinas con funciones específicas. Juega con bloques de ADN y cada bloque es una función: generar un olor, un color, una sustancia. 

Este juego de la vida está poniendo en marcha un universo de plantas que iluminan de noche, bancos de sangre artificial y microorganismos que transforman dióxido de carbono en energía. 

Con tamaño know how, diseñaron un prototipo que combina dos funciones ("detectar arsénico" y "generar color") y lo insertaron en ejemplares de Escherichia coli. Sí, las mismas bacterias del escándalo de las hamburguesas en 2001, pero en este caso no son patógenas y se autodestruyen después del uso. Ya como biomáquinas, se convierten en sensores de arsénico. 

Los técnicos empezaron a tomar muestras, vieron que todo funcionaba y siguieron con el desarrollo de una carcasa que contuviera las bacterias. 

El Sensar, así se llama, se parece a un test de embarazo y es muy simple: se colocan gotas del agua que se va a evaluar en un pocillo y, diez horas después, gracias a la acción de una proteína fluorescente, las bacterias cambian de color. Si se "tiñen" de amarillo hay un nivel bajo o nulo de arsénico; si es de naranja, intermedio, y de rojo, tóxico (para la Organización Mundial de la Salud, más de cincuenta partes por billón).

El desarrollo de los científicos de la UBA.

El desarrollo se presentó en noviembre de 2013 en Boston, durante las competencias IGEM, algo así como el Mundial de la biología sintética. El equipo volvió con la medalla de oro y un premio al mejor modelo teórico.

Si todo avanza como lo planean, la base teórica y práctica del SensAR también servirá para detectar plomo, hidrocarburos o cianuro. "Con mínimos cambios podemos hacer sistemas de registro para contaminantes muy difíciles (o caros) de medir por otros métodos", confirma Alejandro, que cuando mostró el invento en Tecnópolis tuvo un segundo baño de realidad. 

Fuente: Brando y La Nación.