Nos robaron el fútbol, nos robaron la alegría

Lo vivido en La Bombonera será recordado como una de las páginas más tristes de la historia del fútbol argentino.

Nos robaron el fútbol, nos robaron la alegría

Por:Juan Manuel Martínez
Redacción Post

 Dan ganas de bajar los brazos, de dejar de escribir, de dejar de pagar entradas, hasta de apagar la tele. Los dirigentes corruptos, los futbolistas tribuneros, los políticos cómplices y socios, los jueces y fiscales que en el mejor de los casos miran para otro lado, pero sobre todo los violentos, nos robaron la alegría de muchos, nos robaron el fútbol.

Lo vivido este jueves en La Bombonera quedará inscripto en una de las páginas más tristes de la historia del fútbol argentino. Cuando en los alrededores del partido, en la previa, Mauro Martín y Rafael Di Zeo se mostraban organizando a los hinchas y firmando autógrafos, todo empezó a desmoronarse.

Un primer tiempo lento, aburrido y monótono que no quedará en la memoria de nadie dio pie para la locura, la violencia y el papelón reiterado hasta  el ridículo entrado el viernes con los dos equipos en el campo de juego y buena parte del público observando un espectáculo patético.

Ningún amante del fútbol pudo disfrutar de lo vivido

En la angustia y la tristeza de un apasionado del fútbol me cuesta apuntar con el dedo al imbécil que tiró el gas pimienta, al encargado de seguridad que por ineptitud o complicidad no cubrió esa zona, a los dirigentes que no pueden controlar a sus barras o a nadie.

Después de la violencia, cuesta entender la hora y quince minutos que todos se demoraron en decidir lo obvio. Casi incomoda pensar en por qué estuvieron dos horas en el campo de juego dos planteles que no iban a poder jugar lo que restaba de su partido.

No perdió Boca, ni River, perdieron todos. Por más que el lugar común de esa frase suene a verdad de Perogrullo. 

Kranevitter y una imagen muy triste.

Durante todo el jueves, nos tocó llenar las páginas de los diarios del país con la demoledora noticia de la muerte de Emanuel Ortega luego de fracturarse el cráneo al golpear su cabeza contra el muro que sostiene el alambrado de la humilde cancha de Juventud Unida.

Ahora nos toca seguir en la madrugada del viernes hablando de violentos, gas pimienta y descontrol policial. 

En medio del pesimismo y la tristeza, a lo mejor es momento de preguntarnos si todo esto, así como está, vale la pena. 

Como siempre, detrás de cada escándalo o tragedia, desde mañana el pesimismo absoluto dejará lugar a una ilusa esperanza de que las cosas, algún día cambien.

Un escándalo de proporciones mundiales

Lo que queda claro, es que lo ocurrido esta noche, representa quizás el papelón más grande que ha vivido el fútbol argentino ante los ojos de Sudamérica y el mundo. 

Eso sí, Orión hizo quedar a sus compañeros para saludar a la tribuna, esa en donde ya solo quedaban los violentos. El último y bochornoso evento de una noche dantesca.

Esta nota habla de: