Mitos y verdades de volar en tiempos de pandemia

Viajamos a Buenos Aires por Aerolíneas Argentinas. La realidad de un vuelo hoy, mientras atravesamos la segunda ola de contagios.

Mitos y verdades de volar en tiempos de pandemia

Viajar por trabajo -u otro motivo- desde Mendoza a Buenos Aires por Aerolíneas Argentinas, despierta muchas dudas y también abundan los mitos, verdades y mentiras sobre cómo funcionan los controles, lo que se pide y lo que se omite entorno a los cuidados por la pandemia de COVID-19. Para empezar y ya con el viaje terminado, tengo que decir que hay cosas que no dejan de sorprender.

Si damos un paso atrás y hablamos de reservar un vuelo con una previsión a una semana, estos son escasos y costosos, al menos por la aerolínea de bandera nacional. Una búsqueda rápida a siete días ida y vuelta arroja un valor promedio a los $30.000. Si se tienen fechas flexibles se pueden encontrar huecos y abaratar. Pero también puede elevarse el precio para quien quiera viajar días precisos y a corto plazo.

Ahora bien, un Uber por ejemplo, desde el Centro al Aeropuerto ronda los 400 pesos. No hay controles hasta llegar a la entrada a la Aeroestación Francisco Gabrielli. Allí está el primer vallado con un guardia que deja ingresar sólo a los pasajeros, nada de acompañantes. Se muestra el pasaje y se ingresa.

Zona previa al embarque.

Una vez en el interior hay un segundo control, allí se posa para un scanner que toma la temperatura y arroja el resultado en una pantalla. Ya con el OK, de ahí a la fila para pasar por el mostrador de Aerolíneas, que se supone sería obligatorio.

Pero en realidad quienes tienen el check-in web y no despachan equipaje, pueden -al menos no lo prohíben- subir directamente al pre embarque, hacer otra fila, que como todas están demarcadas para que exista distancia entre pasajeros. También hay dispensers con alcohol en gel en los pasillos.

Los viajes se parecen a la prepandemia.

Por aquí ningún otro control sanitario, ni formulario, declaración jurada ni nada, más allá de lo que se hizo vía web para el check-in. Tampoco nadie pregunta sobre los barbijos, su tipo o material. Nada de eso, un mito por ahora y así será durante todo el trayecto.

En mi día de viaje, personal de seguridad y control aeroportuaria contó que sólo había un vuelo a Buenos Aires. Por ende, a la hora del vuelo la fila era larga para pasar por mostrador y el avión iría a full.

Luego del control de pre embarque, nada fuera de lo común, más allá de pasajeros y personal de la aeroestación con barbijos, de distintas formas, materiales y modelos. Más alcohol en dispensers, control de equipaje y se ingresa a la sala de embarque. El café abierto y gente por todos lados. Asientos bloqueados entre medio y quienes consumen café o comida sin barbijos en donde quieran: en las mesas del bar o en las butacas del salón. Cero controles por ese lado.

Lo que se vio cerrado es el restó y bar de la planta superior. Un poco desolado en ese sentido.

Solitaria llegada a Buenos Aires.

Pero volviendo al embarque, la espera normal. Una máquina nueva que expende regalos y gadget electrónicos. Mucha gente de un avión que saldrá completo y el embarque normal, sin preguntas sobre COVID-19 y sólo presentando el ticket impreso o desde el celular. El orden para subir al avión según el número de asiento - lo usual- y una vez arriba los cambios son pocos.

El aviso de que no se sirven bebidas, ni comidas y que los pasajeros deben permanecer en sus asientos con barbijo en todo momento, con la única excepción de pararse para ir al baño, es el "aviso covid". También aseguran sobre las bondades del sistema de ventilación y renovación de aire con filtros espaciales, que según la aerolínea elimina el 99% de bacterias y gérmenes.

La pandemia "no se nota" en los aeropuertos.

De ahí en adelante todo seguirá igual que en pre pandemia hasta llegar a Aeroparque. Y una vez allí tampoco se percibe nada fuera de lo habitual. Más dispensers con alcohol en gel, publicidades de prevención de coronavirus y una salida de Aeroparque sin que nadie consulte más. El conductor de un auto de traslado pregunta si hubo controles en los aeropuertos y se sorprende de que no se llenara declaración jurada o papel alguno, ni hubiese otro control al descenso.

A esta altura lo que resta pensar es que la única posibilidad de que alguien con COVID hubiese sido detectado, es si hubiese tenido fiebre alta en el scanner de temperatura del aeropuerto en Mendoza. Lo demás, es puro cuento...

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