Rusia asedia a Ucrania con tecnología de punta

Los ataques con drones se multiplican y se suman misiles controlados con inteligencia artificial.

Rusia asedia a Ucrania con tecnología de punta

Editó: Ana Montes de Oca

Este 25 de mayo, Rusia lanzó un bombardeo calificado como "ataque masivo" por el propio Kremlin: 298 drones y 69 misiles fueron dirigidos a ciudades ucranianas en una sola noche, marcando probablemente un récord. La intensidad y sofisticación de esta nueva etapa de la guerra aérea está forzando a Ucrania a repensar sus estrategias defensivas mientras enfrenta la posibilidad inminente del colapso de sus sistemas antiaéreos.

La escalada comenzó a inicios de año, con un cambio cualitativo en el tipo de armamento utilizado. A los drones Shahed -ahora en su sexta generación desde su introducción por Irán en 2023- se suman misiles balísticos de alta velocidad, muchos de ellos suministrados por Corea del Norte. Estos misiles, por su velocidad y maniobrabilidad, son casi imposibles de interceptar con sistemas convencionales. Solo los cada vez más escasos misiles PAC-3 del sistema Patriot ofrecen una oportunidad real de defensa.

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El ataque del 24 de mayo dejó una marca particularmente preocupante: edificios destruidos en los suburbios de Kiev, un centro comercial perforado por una ojiva de combustible-aire, y un campo de entrenamiento golpeado por municiones de racimo. Todos los ataques fueron llevados a cabo por drones, que ya no se dejan engañar por las contramedidas electrónicas. Gracias al uso de inteligencia artificial, redes móviles locales y control en tiempo real a través de bots en Telegram, los nuevos Shahed pueden esquivar con precisión ametralladoras, misiles portátiles y artillería convencional.

El coronel Denys Smazhny, de las fuerzas de defensa aérea, describe cómo los drones cambian de altitud para burlar las defensas: vuelan bajo para evitar ser detectados, y luego ascienden bruscamente a más de 2.000 metros al acercarse a sus objetivos. Las fuerzas ucranianas han empezado a utilizar helicópteros, cazas F-16 y drones interceptores, logrando neutralizar hasta el 95% de los ataques en zonas críticas como Kiev. Sin embargo, el 5% que logra filtrarse sigue causando daños devastadores.

En los márgenes de esta batalla, ingenieros ucranianos trabajan día y noche en laboratorios clandestinos desmontando drones enemigos. Estudian cada circuito, cada fragmento, buscando replicar y contrarrestar las innovaciones rusas. Uno de los hallazgos más inquietantes fue una nota dejada dentro de un dron, supuestamente por un ingeniero ruso, que revelaba detalles del algoritmo de control. La guerra tecnológica no se libra solo en el aire, sino también en el código.

Aun con una defensa brillante, el mayor reto para Ucrania no está en los drones, sino en los misiles balísticos. Solo un puñado de países cuenta con la capacidad para detener estos proyectiles, y el sistema Patriot estadounidense es la herramienta más confiable. Ucrania opera al menos ocho baterías de estos sistemas, algunas actualmente en reparación. Desde la primavera de 2023, han logrado interceptar más de 150 misiles. Pero su concentración en Kiev deja al resto del país vulnerable.

El presidente Volodymyr Zelensky ha solicitado al menos diez baterías adicionales, más una reserva de interceptores PAC-3. La respuesta desde Washington, sin embargo, ha sido tibia. Bajo la presidencia de Donald Trump, Ucrania ha dejado de ser una prioridad. Cada misil enviado a Europa es visto como un misil menos disponible para el Pacífico, en el marco de la estrategia estadounidense contra China. Lockheed Martin, el fabricante, proyecta producir 650 misiles PAC-3 por año, una cifra insuficiente frente a los niveles de producción rusos estimados.

La guerra aérea sobre Ucrania ya no es una cuestión de interceptar un misil. Es una carrera tecnológica, política y estratégica, donde cada noche puede marcar un nuevo punto de inflexión. 

Fuente: The Economist

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