Entrevista Post a Sergio Villanueva: "Se vive la tormenta perfecta"

Para el dirigente vitivinícola, la actividad tiene que reconstruir el sector productivo para potenciarse.

Entrevista Post a Sergio Villanueva: "Se vive la tormenta perfecta"

Hace 40 años, las noticias de la industria madre de Mendoza eran que los productores tiraban el vino por las hijuelas porque no valía nada. En aquel entonces nadie se imaginaba como se iba a salir de esa situación.

Sin embargo, la actividad se puso de pie con una serie de medidas como derivar una cantidad de uvas a mostos, el acuerdo Mendoza-San Juan para regular los stocks y un Plan Estratégico que sostuvo a lo largo del tiempo.

Hoy, la vitivinicultura argentina exporta al mundo y el vino argentino es un producto estrella en el planeta. Aun así, la actividad pasa por un pésimo momento que la pone en serio riesgo hacia el futuro. La helada y la piedra vinieron a agravar un proceso que hace tiempo viene en marcha: la baja constante de la productividad.

Este año, la cosecha no va a llegar a la mitad de lo que se juntaba hace unos 10 años. Por eso, para Sergio Villanueva, histórico gerente de la Unión Vitivinícola Argentina, urge reconstruir al sector productivo para sacar a la vitivinicultura de "la tormenta perfecta".

El año vitivinícola va a terminar con una mala cosecha que por escasez va a derivar en un buen precio de la uva. ¿Es bueno o es malo esto para la actividad y para Mendoza?

Hay que poner un poquito de contexto. Hay situaciones que son tendenciales, como la reducción de lo que se produce año a año, y otras puntuales, como la helada, la piedra.

La situación tendencial ya venía de un achique de la producción del viñedo nacional, por falta de rentabilidad en muchos sectores. Si uno analiza las estadísticas de la cantidad de viñedos de uva blanca, ha venido decreciendo muy fuertemente en los últimos diez años.

O sea, que hay un proceso que tiene que ver con los cambios de hábitos de consumo, con la falta de rentabilidad y quizá con la falta de política de quienes compraban de no extremar las posiciones para pagarle mejor al productor.

Y entonces, la helada y la piedra dejaron al descubierto una situación que ya venía de antes, que era la caída de las hectáreas de determinadas variedades y la caída de la productividad de esas variedades, entonces tiene que ver con la rentabilidad de quien está en el viñedo. Lo que hizo la helada fue acelerar los tiempos. Es como si de alguna manera se hubiese acelerado ese proceso.

Con lo cual, si bien tenemos mejores precios cuando sacas el PxQ como lo llaman los economistas, uno se da cuenta que al viñatero que le cayó la helada, por más que le levante el precio, igual no está bien y al que no le cayó, por ahí puede sacar un poquito más.

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Es que al que le cayó fuerte no importa mucho el precio porque quedó fuera del negocio básicamente.

Exactamente. Así que creo que no es una buena noticia producir menos, con baja productividad y baja de la estructura del viñedo nacional, esto no es bueno.

¿Esto pasa en Mendoza puntualmente?

No, no, pasó en otras partes del país. La helada ha sido muy fuerte, y ha tocado a San Juan, a La Rioja, Cafayate (en Salta) y a la Patagonia. Así como la Pampa Húmeda tuvo la sequía, que les hizo perder una parte importante de la cosecha, acá también sucedió, pero con la helada más el proceso de sequía, que ya venimos sufriendo pero que al lado de esto parece un tema menor.

En síntesis, ha sido la tormenta perfecta. ¿De qué hablo? Vamos al tema mercado: hoy tenemos menos producción. A esta fecha, con el último parte del Instituto Nacional de Vitivinicultura, entre Mendoza, San Juan, y el resto de las provincias, tenemos 10 millones de millones y pico de quintales, cuando estábamos hablando de 15 millones. O sea que hoy no estaría faltando sumar el 50% más para alcanzar ese pronóstico, lo cual parece ser una meta bastante lejana, a pesar de que 15 millones es una cifra muy baja, porque veníamos en los años recientes en 20 millones de quintales en la temporada y si nos vamos unos años para atrás, habíamos alcanzado los veinte y pico de millones.

Pero bueno, con todo este desastre va a costar llegar a los 15 millones de quintales, con lo cual, todo lo que es menos producción, menos productividad, gente que estaba en el borde de su rentabilidad, más aquellos que van a tener que esperar un año más para cosechar, bueno todo esto no es bueno, para nada es bueno.

Es un desastre natural que no va a ser bueno por más que suban los precios, porque aunque suban los precios es un premio consuelo al que perdió la cantidad. Creo que es un muy mal año desde el punto de vista productivo y si a eso le sumamos el panorama del mercado interno y el mercado externo, es efectivamente la tormenta perfecta

Todo para atrás

Claro, mucha inflación, sectores consumidores con el bolsillo flaco por la inflación, con lo cual, trasladar un mayor precio no es fácil y un sector externo muy castigado por el retraso cambiario. Entonces, la situación es compleja, todas en contra, nosotros tenemos un fuerte mercado interno que depende del bolsillo de los consumidores locales, así que bueno va a ser un año de mucha austeridad.

Da la impresión que el impacto de la tormenta perfecta va a ser de largo plazo

Y si, porque para las empresas, el achicamiento del mercado implica también un achicamiento de sus estructuras, porque si no los costos fijos se las comen, entonces, todo el mundo está sacando cuentas, y cuando pase el ruido de la moledora, como dicen los muchachos, cuando termine la cosecha y veamos en el balance que pasó, podremos saber lo que se va a perder de consumo, en un año muy complejo del bolsillo, del consumo general. Recordemos que, en los últimos seis años, Argentina perdió casi el 20% de su consumo, a nivel global.

¿Pero el vino cuanto perdió? ¿No le había ido bien con la pandemia?

La pandemia le vino bien al vino porque la gente estaba más en su casa y le gusta almorzar con vino, y el vino estaba en precio, entonces, el mercado interno no perdió mucho.

Pero la tendencia es que la gente no tiene plata en el bolsillo y al subir el precio por falta de cosecha, no solo estimamos que va a ser duro mantener los números igual que el año pasado.

La helada, por ejemplo, es muy difícil de medir, porque se puede determinar recién al final. Cuando uno sabe cuánto pesa el racimo y cuánto líquido sale, así se ve el impacto de la helada. Cuando esté el balance final, veremos qué es lo que quedó después de esta tormenta perfecta.

Es un año muy complejo para los empresarios y productores y nos deja algunas enseñanzas para el futuro, porque se ha cargado mucho en la espalda del productor, que además ha sido perjudicado por las altas tasas de interés, la alta inflación, cobrando cheques cuyo valor real ya era menor al precio que en su momento había pactado.

Por eso digo que deja una enseñanza para las empresas que tienen mercado que se resume en que al productor hay que cuidarlo, sino hay que plantar, las empresas se van a tener que poner a plantar

¿Van a tener que empezar a plantar ellos para tener lo que el productor no les puede proveer?

Exactamente.

Pero aunque se tenga todo el dinero para plantar este no es un proceso rápido. Mínimo son cuatro años para la primera cosecha.

Claro, es un proceso de largo plazo y Mendoza está sufriendo un proceso complejo, que es, que tanto la olivicultura como la vitivinicultura, que son producciones de largo plazo están siendo reemplazadas por actividades como la chacra, que son más de más corto plazo.

Claro, que tiene menos costos para producir.

Claro, pero es como una degradación. Digamos que vos tengas que reemplazar de largo plazo con valor agregado por otras de menor valor agregado. Eso es grave porque va a cambiar el paisaje productivo de algunas zonas.

¿Qué hay que hacer para revertir esta situación?

Hay que reconstruir la estructura productiva. ¿Cómo? No lo sé. Será con créditos, será con inversión, será con obras para riego, será con asistencia, será con inversión de las propias empresas que venden, pero me parece que hace falta una reconstrucción productiva para que Argentina recupere productividad y variedades que se están yendo, como las variedades de uva blanca, que durante muchos años estuvieron muy mal pagas.

Pero esa reconstrucción va a llevar mucho tiempo, porque se va a necesitar sumar muchos productores.

Claro. ¿Por qué, qué pasa? También hay un cambio cultural que se está dando, que se da en la primera oleada de esos profesionales que tenían un viñedo, que había como una cosa así de una moda o lo tenían por una herencia, que se quedó con la finca y se fue encogiendo, y fue vendiendo porque no le daba la cuenta.

Después tenemos la crisis de la familia productora, digamos, por el cambio generacional, porque en muchas zonas el progreso no alcanzó, la educación no estaba o no estaba en lo que quería la gente, la gente que quería quedarse por lo que empezó a subir el promedio de edad del productor. Cuando hay una crisis de este tipo y no hay rentabilidad los jóvenes se van yendo.

¿Cuánto es la unidad productiva para que un viñedo sea rentable?

No soy ingeniero agrónomo, pero hablan de 50 hectáreas. Eso depende de la variedad y la zona de la variedad, que puede tener una rentabilidad mayor con menos hectáreas.

Igualmente, 50 hectáreas es mucho, es una finca grande

Sí, sí, 50 hectáreas es mucho.

¿Cómo hace el productor de menos de 50 hectáreas? ¿Cierra la finca, vende?

Bueno, es notable que a pesar de que la unidad productiva es alta el efecto de la crisis que traemos empezó a concentrarse en lo productivo, por lo que no cayó tanto la cantidad de hectáreas, pero si hay menos productores.

¿Ha habido falta de eficiencia?

No, no, el productor argentino es eficiente, lo que pasa es que cuando no hay rentabilidad, no hay eficientes que valgan. Entonces hay que repensar la productividad del sector, hay que reparar, hay que pensar qué va a pasar con las producciones viejas, con las zonas que van cambiando de perfil. O sea, hay que seguir muy, muy de cerca al sector productivo porque los mercados se pierden

Para las bodegas, es mejor que existan los productores, porque los productores son especialistas. Si los productores no están, van a tener que ser las bodegas las que tendrán que asumir los riesgos de la producción, que son muchos.

O sea, sequía piedra, sobre todo la helada, la helada y un proceso tendencial que no viene de estos accidentes climáticos, sino que viene de antes la falta de agua. Bueno, son muchas cosas, pero va a ser un año difícil para la vitivinicultura.

Hablaste al principio de la crisis de los viñedos de uvas blancas. Yo recuerdo que hace más de 15 años que el consumo de vino blanco venía en retirada.

Sí, claro, venía en retirada. Lo que pasa es que lo del vino blanco tiene que ver con un fenómeno natural, que es el de refrescar. ¿Cuántos meses de calor hemos tenido este año? Muchísimos, no sé, desde noviembre. ¿Qué sucede? El vino tinto no está asociado a la refrescante. Nadie dice que va a tomar un tinto para refrescarse.

Ante esto, en el mundo hay un renacimiento de los espumantes, de vinos con algunas características cócteles, del tema del vino blanco mezclado con otra cosa.

En el mundo se ha ligado mucho el vino a la gastronomía, más de cena de fin de semana. El Observatorio Vitivinícola Argentino habla del envejecimiento de los consumidores en Estados Unidos, que son de más de 60 años.

Entonces, el vino blanco tiene otra versatilidad que nos permite repensar la vitivinicultura. Otro punto de vista. Creo que es una tendencia. Y como la uva blanca viene con un historial de bajo precio ahora no hay blanca. En su momento había uva blanca, no se pagó el precio, se dejó de producir y ahora no hay. En los últimos 10 años se perdieron más de 9 mil hectáreas de uva blanca.

Y ahora todo el mundo anda buscando variedades blancas porque no tiene. Esto es la falta de una visión de futuro de esa realidad. Hay una gran demanda de variedad blanca. Esto es multicausal. Por eso decía lo bueno que hay que recomponer la estructura productiva.