Jerónimo Vargas: "En Mendoza hay talento para la industria del software"

Con sueldos de hasta U$S 5.000, los programadores de Mendoza y el país son valorados en el mundo.

Jerónimo Vargas: "En Mendoza hay talento para la industria del software"

 A diario, pagamos el viaje en colectivo con una tarjetita plástica que automáticamente nos cobra y descuenta la carga en dinero, dejándonos el saldo sin que tengamos que hacer nada. Una rutina que no nos conmueve.

La magia sucede porque en su interior hay un software, un programa informático que ejecuta el trabajo, tarea que hace 30 años, la hacía artesanalmente el chofer del micro, entregando un boleto al pasajero, cobrando ese boleto en billetes o monedas, recibiendo el dinero y entregando el vuelto, todo esto al mismo tiempo mientras conducía y ponía los cambios, porque ahora los micros son automáticos, pero antes tenían palanca de cambios.

Estos software rodean nuestras vidas hace años. Están en nuestros autos, electrodomésticos, computadoras, teléfonos, juguetes, aviones, armas de guerra y toda cosa electrónica que esté dando vueltas por ahí. Y son los que permitieron que home office se convirtiera en una rutina de un día para el otro con el covid 19.

Desarrollar esos programas para que las cosas funcionen por sí solas o de forma remota, exige la tarea de desarrolladores y programadores de software.

Jerónimo Vargas es uno de los más importantes referentes de la industria del software mendocina. Es dueño de Aconcagua Software Factory, empresa de servicios de software; es jefe técnico de Cellbank, una empresa de servicios financieros digitales, y es director y gerente de Solus S.A., otra empresa mendocina de ingeniería en software.

Con él hablamos de cómo está Mendoza en esta actividad, la de la informática, la de la economía del conocimiento, que es la actividad estrella a nivel mundial que ha terminado de formatear el mundo después de la pandemia.

¿Cuál es la importancia de la actividad en Mendoza? ¿Hay una industria del software? ¿Qué jerarquía tiene respecto de lo que se demanda en el mundo?

Como una persona que viaja muchísimo y como hombre de negocios, lo que yo veo es que el recurso humano argentino es muy valorado en todo el mundo, y es muy común, algo que a mí no me deja de sorprender, que cuando uno va a alguna súper empresa internacional siempre encuentra un argentino. Y eso sucede, porque aquí tenemos mucho talento, es una pena que se nos vayan a otros países.

En Mendoza puntualmente, somos grandes exportadores de servicios de la economía del conocimiento, también tenemos mucho talento, pero no somos muy exitosos como generadores de productos de alto valor agregado.

Desde mi empresa, por ejemplo, Aconcagua Software Factory, exportamos servicios de desarrollos de videojuegos, pero lo mejor que podría pasarle a nuestra provincia es poner empresas que generen videojuegos y puedan sumar todo ese valor agregado enorme que da un video juego respecto de lo que aporta el servicio de desarrollarlo y programarlo, como hacemos nosotros.

¿En Aconcagua Software Factory se dedican a desarrollar ese tipo de software?

Tenemos distintos focos. Hacemos para videojuegos, hacemos software corporativo tradicional, software mobile y desde hace varios años también desarrollamos software para ambientes inmersivos en 3D.

¿El software mobile que es?

El que se hace para aplicaciones en teléfonos celulares, tablets y todo lo que funcione en Android, iPhone y iPads

¿Y el inmersivo en 3D?

Pese a que ahora Mark Zuckergerg nos quiere hacer creer que él fue el inventor del metaverso, la tecnología de los videojuegos se viene usando hace mucho tiempo, desde principios del 2000, cuando esa misma tecnología 3D se utilizaba entonces para capacitación, e-commerce, entrenamiento, simulación de situaciones de riesgo o de operación de maquinarias.

Un ejemplo que todo el mundo conoce y se aplica con esta tecnología son los simuladores de vuelo, que deben usar los pilotos durante una determinada cantidad de horas antes de subirse al avión. Existen simuladores de montones de cosas, desarrollamos software para eso, y también para videojuegos como los que todos conocemos.

Hablando del creador de Facebook y el metaverso, recuerdo que había un videojuego muy famoso, Second Life, que fue a mi entender el primer metaverso y que era muchísimo mejor que los metaversos que se están desarrollando ahora.

Sí, claro. De hecho, desde nuestra empresa hicimos desarrollos para Second Life, en el año 2004 o 2005, a través de una compañía de Suiza y otra de Mendoza. Esto ya viene de hace rato. Nosotros desarrollamos un aula virtual en la que con un archivo de powerpoint se podían hacer presentaciones en Second Life y ese desarrollo ganó el premio Sadosky (Reconocimiento a la Inteligencia Argentina que entrega la Cámara de Software y Servicios Informáticos de la República Argentina).

Retomando su primera respuesta, dijo que Mendoza es una gran exportadora de servicios de software, pero sin éxito para producir valor agregado. ¿Por qué?

Porque tenemos un montón de problemas coyunturales y sobre todo, por la inversión que se necesita. Hacen falta inversiones de grandes fondos y conseguirlas no es tan fácil para las compañías de videojuegos de Mendoza. La nuestra, es una provincia de compañías pequeñas, comparadas con las empresas grandes argentinas y estas empresas grandes a nivel nacional, son muy pequeñas comparadas con las multinacionales.

Una software factory mediana de la India, tiene más ingenieros y programadores que los que tenemos en todo el país. Una empresa chica de la India como por ejemplo NeoSOFT, tiene entre 8 mil y 10 mil desarrolladores empleados y en Mendoza estamos tratando de llegar a esa cifra sumando toda la provincia.

¿Aun así el mercado es prometedor?

Es un mercado que tiene una demanda extraordinaria y lo más importante, es que le da la posibilidad a muchas personas que están fuera de los ámbitos académicos internacionales, de acceder a trabajos con remuneraciones muy elevadas.

Es una industria y una actividad muy democrática, donde no se valoran tanto los títulos académicos sino la experiencia y la capacidad, y en la que, si las personas son buenas en lo que hacen, no importa si son de Argentina, Honduras o de donde sean, se les paga muy bien y las empresas hacen grandes esfuerzos para contratarlas y que se queden trabajando con ellos.

Me imagino que en nuestro caso seremos además una opción muy atractiva a la hora de pagar costo laboral, teniendo en cuenta el precio del dólar

En parte sí, pero la pandemia del Covid tuvo mucho que ver porque destrozó las fronteras y el concepto de que, para poder trabajar eficazmente en el desarrollo de software era necesario ir a una oficina o a un edificio. Instituciones que durante décadas no permitieron el trabajo remoto por razones de seguridad informática, con la pandemia tuvieron que tomar esas medidas de seguridad que permitiera trabajar a la gente que tenían en cuarentena y cuando esta barrera se rompió, se globalizó aún más el trabajo remoto a nivel internacional.

Entonces hoy por hoy, los recursos humanos argentinos acceden a remuneraciones globalizadas que aquí son de unos niveles salariales altísimos.

Más allá de lo que pasa con los desarrolladores de software, se hace cada vez más común trabajar desde casa en otras actividades después de la pandemia.

Es un cambio muy grande, y en la industria de servicios de software los aumentos de las escalas salariales han producido un cambio de la tendencia en la matrícula de los centros de educación. Hasta 2015, la norma era el decrecimiento de inscriptos en las facultades de computación y sistemas, en nuestro país y en muchos países del mundo. Y en donde crecía la matrícula, no crecía al ritmo de la demanda. Ahora todo eso se revirtió, sobre todo en Argentina, porque los salarios que se pagan tienen un diferencial enorme, entonces se han vuelto muy atractivos.

Hace 30 años, el programador no era un profesional envidiado. No tenía buena remuneración, trabajaba muchísimas horas, no existía internet por lo que no podía resolver cosas abriendo Google sino que había que buscar algún profesor amigo o consultar algún libro, que además eran escasos. En cambio, ahora es una actividad muy bien pagada y en la que se puede trabajar en pantuflas desde casa. Es más, muchas empresas internacionales, en conversaciones donde hemos tratado el tema de la presencialidad, reconocen que después de la cuarentena, cuando empezaron a exigir a los profesionales que volvieran a la presencialidad, renunciaban y se les iban a trabajar a otras empresas donde sí permitían el empleo de forma remota.

Es una tendencia mundial, que para algunos lugares es una gran solución. Hay ciudades como San Pablo, o México DF, en las que se pierden hasta tres o cuatro horas diarias para ir a trabajar y volver. En estas grandes ciudades, el trabajo remoto es una solución extraordinaria.

Pero hay todo un debate en el mundo al respecto, con cuestionamientos sobre si debe continuar con esta modalidad.

Yo creo que no es cien por ciento bueno. Hay que encontrar un equilibrio. Que sea todo presencial no es necesario, nunca lo fue, ni nunca lo será y que sea todo remoto también tiene sus consecuencias negativas.

Voy a usar una metáfora simpática: pensar que se puede tener un trabajo cien por ciento remoto es como pensar que se puede tener una novia cien por ciento remota. En algún momento hay que verse, más allá de que las nuevas generaciones están fuertemente vinculadas al relacionamiento digital, lo cierto es que hay realidades científicas que no se pueden ignorar. La mayor sinergia en el trabajo se alcanza trabajando en equipo, y para que haya equipo de alto rendimiento tiene que haber cohesión y eso necesita presencialidad.

Se refirió anteriormente al recurso humano mendocino del software como un recurso valioso. ¿Tiene que ver con el sistema educativo?

Algunas autoridades en la materia afirman que una de las grandes ventajas competitivas de la Argentina es que somos un país que consume más proteínas per cápita que el resto del mundo. De hecho, los dos países que consumen más carne en el mundo son Estados Unidos y Argentina. Esa, al parecer, es una ventaja competitiva que todavía no perdemos.

Bien, las proteínas favorecen nuestro desarrollo: ¿Las universidades que se dedican a la actividad son las responsables de esta alta calificación laboral?

Históricamente, nuestras universidades fueron muy exigentes y esa exigencia hizo que quienes egresaran, respondieran muy bien a niveles de exigencia muy altos y esto se nota mucho en los trabajadores mendocinos a la hora del rendimiento laboral.

Pero también hay otro condimento importante y es que la diferencia la hace la gente. No alcanza solo con el talento, para ser excelente hace falta esfuerzo. El que se esfuerza sin talento se obliga a ser bueno y muy bueno también. Y acá hay mucha gente muy talentosa y que además se esfuerza.

¿Pero el contenido educativo universitario, está a la altura de la demanda de hoy?

Creo que no. Desde que yo estudié, hace 30 años, al día de hoy, los estudiantes no salen preparados de la universidad para ir directamente al entorno laboral. Como empresario, no es lo que espero de una universidad, porque las cualidades que buscamos en este sistema son otras. Hoy, el mundo necesita más programadores que sepan programar, que programadores que puedan resolver problemas matemáticos complejos o que puedan hacer cálculos de ingeniería, que es la diferencia que hace una universidad.

Por eso, hay muchas instituciones intermedias que forman programadores, que son tan buenos programando, como los egresados de las mejores universidades.

Necesitamos más programadores que ingenieros y si para programar vamos a tener a la gente estudiando matemáticas durante dos mil horas, va a ser difícil que consigamos todos los desarrolladores que buscamos.

¿Esta profesión va a aumentar en cantidad, va a ser determinante a largo plazo?

Hace poco me invitaron a un conversatorio de la Organización de Estados Americanos, donde había gente de toda América Latina y en donde predominaron dos problemáticas: la primera fue el cambio climático y la segunda, prepararnos para la aplicación de la tecnología.

En 30 años, toda nuestra forma de trabajar cambió por completo. Antes, los análisis de sangre los hacía una persona y ahora los hace una máquina y a esa máquina hay que programarla para que haga eso porque requiere un software. Nuestro auto requiere software, nuestra heladera requiere software, el lavarropas, el reloj del teléfono, hasta la tarjeta SUBE del micro requiere software. Esa tarjeta es como una computadora chiquita, que tiene un programa chiquito, que requirió mucho tiempo de trabajo para que funcionara. El software va mejorando y siempre se puede mejorar más, con lo cual la demanda es infinita y siempre vamos a estar soñando con una herramienta mejor.

¿Mendoza está aprovechando este talento para sí o todo ese recurso humano está siendo aprovechado sólo por la demanda extranjera?

Por la coyuntura cambiaria, las empresas que no tienen la posibilidad de exportar o tener operaciones en el exterior, han perdido mucha competitividad o se han quedado lisa y llanamente sin personal. Creo que ha sido muy duro para todas las organizaciones públicas, es muy duro para las empresas que tienen alcance regional y la verdad es que la demanda del exterior es muy grande. Hoy, un profesional puede acceder a salarios de entre U$S3.000 y U$S5.000, que los cobran directo, en cuentas en el exterior y después, de alguna forma los liquidan en el mercado informal, por lo que es muy difícil y en algunos ámbitos imposible para las empresas que no exportan, competir contra sueldos de entre $600.000 y $1.000.000 por mes.

¿Cuál es el rol de los gobiernos nacional y provincial? ¿Están al tanto de esta ola?

Tanto el gobierno nacional como el provincial están tomando medidas al respecto, que si son o no acertadas, es algo que lo sabremos en el tiempo. Pero por lo menos, están preocupados por el tema, porque ven que somos un sector que puede provocar un cambio en la matriz productiva. Saben que somos una actividad que genera divisas y que estamos en los primeros lugares.

Ha habido años, que los servicios de la economía del conocimiento en la Argentina, superaron en generación de divisas a la industria automotriz, siempre después de las actividades primarias, las del campo.

Aun así, no es suficiente para lograr capitalizar todo el valor potencial que podría significar para nuestro país y si bien nosotros tenemos ejemplos virtuosos de modelos de negocios, estamos muy lejos de Estados Unidos, que es el principal importador de servicios y mano de obra y es el principal exportador de productos del mundo.

Igualmente, veo como positiva una genuina atención y preocupación desde el Estado por el desarrollo del sector, y en particular en Mendoza, donde se ha buscado darles continuidad a los programas de desarrollo humano y capacitación en esta actividad. Eso es muy positivo, los resultados los veremos en los próximos años.

¿Qué cree Usted que habría que hacer?

Creo que hay que invertir más en economía del conocimiento y ver dentro de cinco años que pasa, cuando tengamos un resultado. Ahí podremos saber si invertimos bien o mal. Pero si no lo hacemos, en cinco años no vamos a haber aprendido nada y se nos va a pasar el tren. Nuestra provincia tiene mucha tradición universitaria y académica a nivel sistemas y programación, así que tenemos un terreno fértil y mucho potencial.

Mendoza tiene, además, un montón de empresas del mundo de los videojuegos que están haciendo microemprendimientos con ideas excelentes y de muy buena calidad.

Esto lo confirma el hecho de que, la empresa de videojuegos más exitosa e importante de la Argentina vino a instalarse a Mendoza, lo que es un buen indicador.

Por eso, a mí no me gustaría ver que el sector tecnológico de Mendoza termine desapareciendo como prácticamente pasó con la vitivinicultura, porque hoy el sector vitivinícola de Mendoza, está en manos de las multinacionales. Han quedado dos o tres importantes y después todos proyectos chiquitos que cuando se suman no son despreciables, pero están un poco a merced de los grandes.

En el sector tecnológico es lo mismo, hay muchos chicos desarrollando videojuegos, software, es su pasión artística la que los motiva, pero viene alguien y les dice que le van a pagar un Quini 6 por mes y se los llevan.

¿Podremos desarrollar esta industria con todos los problemas que tenemos?

Yo soy optimista. El argentino tiene una sensación negativa de su país que a mi entender no está justificada. Tenemos problemas, tenemos un montón de cosas, pero yo he tenido la oportunidad de andar y trabajar mucho por el mundo. Trabajé en España, Portugal, República Checa, Suecia, Alemania y en Colombia, con gente de países totalmente diferentes y nosotros no somos un país tan malo como creemos. No sabemos lo bueno que es nuestro país.

Hace poco estuve con unas personas en una reunión en España, que eran egresados de La Sorbona. Me preguntan dónde estudié y le dije que en la Universidad Nacional de Cuyo. No la conocían y me preguntaron si era una universidad importante.

Les dije que era una universidad regional en la que tenemos un observatorio de partículas de alta energía que es el más grande del mundo (el Pierre Auger, en Malargüe), que tenemos nuestra central nuclear para que hagan experimentos nuestros estudiantes (el RA6, el reactor nuclear para capacitación e investigación del Instituto Balseiro que depende de la UNCuyo y la CNEA) y tenemos también un acelerador de partículas (el Linac del Instituto Balseiro), en cambio ellos no tienen eso, cuando necesitan algo así lo tienen que pedir prestado y dejan entrar sólo a algunos.

Creo que si recuperamos el optimismo con el que nuestros abuelos vinieron a hacer este país estamos para hacer cosas fabulosas.