Slavinsky: "Es muy difícil ejercer la presidencia sin resultados positivos"

En diálogo con Mendoza Post, el consultor político remarcó que lo de Alberto Fernández es un problema de mensaje y de resultados.

Slavinsky: "Es muy difícil ejercer la presidencia sin resultados positivos"

Consultor y analista político, con un magister en la Universidad de El Salvador, especialista en campañas electorales y de gobierno, entrenador de dirigentes en discurso y oratoria, conferencista internacional premiado en el extranjero, columnista político en la televisión porteña, Gabriel Slavisnky, 44 años, analizó en diálogo con Mendoza Post el estilo de conducción del presidente Alberto Fernández y sus consecuencias.

Aseguró que el primer mandatario tiene severos problemas a la hora de comunicar porque "sobrestima el mensaje y subestima el entrenamiento del mismo", pero también porque "abusa de la improvisación".

Destacó, además, que no hay relato posible de un gobierno si no hay buenos resultados en la acción política y que, en el caso de Fernández, apostó su liderazgo a la cuarentena y perdió.

Slavinsky también analizó el futuro de Cristina Kirchner. ¿El kirchnerismo entró en una fase terminal? Evaluó además las chances de Facundo Manes y Javier Milei y la suerte que les espera a las dos principales coaliciones políticas que dominan la Argentina.

Entre muchísimos problemas que el presidente Alberto Fernández ha tenido en su gestión, uno muy recurrente es el del mensaje, con contradicciones, errores y dudas. ¿Hay un desprecio o una subestimación del primer mandatario con el uso del mensaje a la ciudadanía?

No para nada. Hay una sobreestimación del mensaje por parte de Fernández y una subestimación del entrenamiento del mensaje, pero el presidente cree que con el mensaje va a poder convencer a cualquiera y en realidad, cuando uno está en una presidencia, que es todo tan complejo, el mensaje es casi un complemento, muy importante, pero lo principal son las acciones y los resultados. Hay que tener resultados positivos en la gestión para construir un mensaje efectivo y una épica del mensaje. ¿Es verdad que el mensaje ayuda a construir una épica en el momento? Si, pero es un complemento, no es lo central. Creo que el presidente piensa en este sentido, que con la palabra puede dominar, y esa palabra encima le juega malas pasadas, porque improvisa más de la cuenta. Por lo tanto, tiene una combinación horrible en sobrestimar el mensaje y encima improvisarlo, a lo que hay que sumarle que todo eso ocurre mientras los resultados son continuamente negativos.

Es interesante lo que dice, porque la vicepresidenta Cristina Fernández y el kirchnerismo tienen un mensaje muy claro, que lo mantienen y lo sostienen. Uno puede o no compartirlo, pero hay un mensaje y un plan.

Por supuesto, pero a diferencia del presidente, basado en resultados positivos. El kirchnerismo tiene una épica de resultados positivos que uno puede estar de acuerdo o no, pero es la defensa de los intereses nacionales cuando ex presidente Néstor Kirchner fue a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), los derechos humanos, la reivindicación más peronista de la soberanía en la negociación de la deuda externa de Roberto Lavagna, el crecimiento económico, la época post 2005. Me parece que tienen de donde agarrarse y hay muchas personas que todavía lo defienden, creen que fue un proceso positivo y una década ganada. Alberto, en cambio, no, y por lo tanto creo que tendría que ser mucho más prudente en el mensaje.

Es extraño, porque cuando Alberto Fernández fue funcionario de Néstor Kirchner, fue una persona resolutiva y firme, con posiciones claras. Luego, cuando asumió una postura crítica contra la segunda presidencia de Cristina Fernández, también tuvo definiciones contundentes. Ahora que él es presidente parece errático e indeciso.

En principio, diría que la situación particular que vive Alberto Fernández, como presidente, lo coloca en una posición diferente a las que me mencionó.

Él es un articulador y un moderador y fue convocado para eso. Para que se entienda, Cristina convocó a Alberto para ser candidato, porque ella y su espacio no concentraban la unidad que hacía falta para llegar a la presidencia. Por lo tanto, le encomendaron que modere y articule la posición de los independientes, de los gobernadores, de los intendentes, del Frente Renovador, de Sergio Massa, de la misma Cristina, de La Cámpora, de Máximo Kirchner, y encima, que de todo esto, saque las mejores conclusiones y gobierne como líder. Si ganaba la elección iba a tener poder como presidente para hacer.

Ese pedido, además, incluía la compresión de la ex presidenta de que no iban a poder ser atendidas todas las posturas que ella y su espacio tuvieran.

Bueno, Fernández ganó la elección, empezó a moderar, algunas cosas se pudieron hacer, pero el contrato finalmente no se cumplió, seguramente por dos razones: porque el kirchnerismo no ha querido someterse a la mediación de Fernández, a quién la ex presidenta nombró en esa posición de privilegio, y por qué el presidente, no ha logrado los resultados que lo coloquen en una situación más preservada para poder justificar el rumbo con el núcleo más duro del kirchnerismo.

Da la impresión que desde un primer momento eso casi no pasó. Fernández recibió críticas de entrada y cuestionamientos públicos.

Es verdad, pero cuando asumió el 10 de diciembre, él habló de consenso, de moderación, del poder de la palabra, de la intención, de que él era un presidente que no venía a ampliar grietas sino a tender puentes. Después vino la pandemia, allí convocó a los gobernadores, a Horacio Rodríguez Larreta en primer plano, logrando determinadas cosas que lo llevaron a mayo y junio de 2020 a tener una aprobación de casi el 80%. En ese sentido estaba preservado.

Cuando los resultados van, hay conducción, pero bueno, jugó todos sus porotos a la pandemia, específicamente con una herramienta llamada cuarentena, la que se fue prorrogando y desde entonces nada le ha salido bien, básicamente porque la cuarentena no tuvo los resultados y él fue el principal defensor de esa herramienta.

Por lo que me explicó antes sobre la convocatoria de Fernández, me queda la imagen de que Cristina nombró un Jefe de Gabinete en ejercicio de la presidencia.

Es correcto, pero si le iba bien en ese ejercicio de la presidencia, iba a ser presidente, iba a poder liderar. Lo que digo, es que, en el diagnóstico, esto anda bien si los resultados llegan. El problema es que los resultados no llegaron, porque la cuarentena no fue exitosa para combatir la pandemia, la vacunación llegó tarde, la reactivación económica no funcionó y el acuerdo con el FMI no fue en sintonía con el espacio mayoritario de la defensa, de lo que el kirchnerismo llama los intereses nacionales.

Por lo tanto, no hay nada que reconocerle a este presidente, ni por derecha, ni por izquierda, ni por arriba o por abajo. Es muy difícil en esa circunstancia ejercer la presidencia. Es como ser el director técnico de un equipo que no gana, para hablar en términos futbolísticos. ¿Cuánto tiempo se puede ser el técnico? Bueno, en este caso, se respetará el contrato de los cuatro años y entiendo que no será reelecto por ausencia de resultados positivos.

Que curioso que el presidente Fernández haya apostado todo a la pandemia, cuando de antemano se intuía que se trataba de una batalla larga que no había modo de ganar.

Creo que hubo imprudencia comunicacional del presidente, pero la realidad es que no tenía muchas más opciones. Él tenía una sensación, yo creo que tácita, de que, si a los dos años le iba bien con algunas cuestiones, se iba a sacar de encima a Cristina, como hizo Néstor Kirchner con Eduardo Duhalde, aunque hay enormes diferencias entre aquella situación y esta. Entonces, Fernández encontró en la pandemia la posibilidad de apostar a una cuarentena que lo llevaba a un 80% de aprobación y era el camino más directo para decir, ‘bueno, acá gobierno yo, este es mi estilo, y finalmente voy a poder sacarme esta mochila de peso que es Cristina, sus vaivenes en la relación conmigo, entonces apuesto todo a eso'. Fernández apostó todo y le salió mal. Puede pasar. En la Argentina parece que siempre jugamos al pleno heroico, al gol en el último minuto, con una mirada imprudente y de corto plazo, en vez de hacer el esfuerzo que se debe hacer cuando las cosas se hacen con seriedad. Apostamos a una cuarentena absolutamente restrictiva, que todo el mundo decía que no iba a funcionar, y no funcionó, mientras el presidente nos comparaba con Suecia, con Chile y con distintos países, que suelen hacer las cosas mejor que nosotros.

¿Usted además es psicólogo? ¿A qué presiones está sometido una persona que está en la presidencia? ¿Son presiones que se pueden tolerar naturalmente?

Soy psicólogo, pero nunca ejercí la clínica. Sin embargo, puedo decir que todos tienen cierta presión y la inteligencia emocional de cada uno de los dirigentes juega como una fortaleza o una debilidad. Uno podría pensar que, en los casos de Néstor Kirchner o Carlos Menem, disfrutaban más el poder, en cambio, Fernando De la Rúa lo padecía.

En ese sentido, en Alberto Fernández hay cierto vaivén, hay momentos en que se lo ve eufórico, disertando, hablando, discursando, como en la cuarentena en esas conferencias de prensa de una hora cincuenta, tratando de explicar cuestiones médicas, generando comités, hablando de la pandemia y del consenso político. Ahí se lo veía cómodo y contento, se lo veía conductor.

En cambio, en otro momento, donde vienen los palos por todos lados, donde vienen las confrontaciones, uno lo ve más incómodo y creo que hoy está entre la espada, la pared y el precipicio, no sabe para donde disparar. El ejemplo del FMI lo refleja, cuando todo el gobierno festejó el acuerdo, que todavía no era eso sino un entendimiento que ni siquiera tenía letra chica, que tenía que pasar por el Congreso, pero el presidente y su gobierno aparecían exultantes ante el silencio kirchnerista, y lo que terminó sucediendo es que vino un tsunami de frente que lo complicó muchísimo.

Claro, con el kirchnerismo votándole en contra del acuerdo con el FMI y en minoría. ¿Esta acción demuestra que el kirchnerismo entró en su fase terminal o está por verse?

No, no, de ninguna manera. Lo que vimos es que el Frente de Todos entró en una desorganización. Pero ese núcleo kirchnerista con la cabeza de Cristina y de Máximo, podrá tener 35, 30 o 22 puntos de preferencia, y aun así, sigue siendo la primera minoría política de la Argentina. No tienen el 50%, el 49% que sacó Daniel Scioli o el 48% que sacó Alberto, que es el peronismo unido, pero no importa, es la primera minoría nacional y hay cierto respeto por eso. Sumado a que se puede odiarla o amarla, pero la líder del kirchnerismo, Cristina Fernández de Kirchner, es la máxima referente política viva de la historia de la Argentina, guste o no. Cuatro años primera dama, 8 años presidenta, es senadora nacional, ahora vicepresidenta y es la líder espiritual de lo que hoy se llama peronismo. ¿Es kirchnerismo en una sección? Si, es verdad, pero la realidad es que la máxima representante en ese espacio, le guste o no a los gobernadores. No hay nadie más que represente al Frente de Todos que ella, por lo que sigue aplicando en el arco político que referencia la máxima de que sin ella no se puede y con ella sola no alcanza.

Hace muchos años que desde Mendoza y desde el Interior del país, se ve que las preocupaciones y ocupaciones de los gobiernos nacionales no pasan más allá del conourbano bonaerense. ¿Se ve lo mismo desde Buenos Aires?

Coincido. Creo que es así. Los que viajamos mucho por el interior, como es mi caso, vemos, que lo que se discute en los medios nacionales queda muy por fuera de las situaciones que se viven en las provincias. Casi qué diría que llegan a un nivel de ridiculez importantísimo las peleas que vemos en Buenos Aires, sacándose los ojos. Cuando estoy con dirigentes en alguna provincia y vemos esto, ellos se miran anonadados.

Pero esta lógica centralista tiene su correlato electoral y responde a la cantidad de gente que vive en la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires.

Al tener un electorado que ronda el 40%, el dirigente que quiere construir algo en poco tiempo, sin pensar en el largo plazo, lo hace en esos pocos kilómetros de distancia y se asegura poder llegar casi a la mitad del padrón electoral.

La otra opción sería ir a recorrer distintas provincias que ni siquiera van a llegar a ese número electoral. Hay que recorrer Mendoza, Santa Fe, Corrientes, Córdoba, Salta y nada más. Si se trata de un dirigente kirchnerista, tiene a Mendoza que no le es propia, a Córdoba que no lo es tampoco, Santa Fe casi que no es de ellos, Corrientes también es de la oposición, entonces tiene un escenario hostil, complicado, extenso, con distintos dirigentes, distintas dinámicas, en donde es difícil vender todo, por eso hay una centralidad en Buenos aires que tiene que ver con la cantidad de votantes.

Porque los dirigentes que se anotan para la carrera presidencial del 2023 también son todos de allá. Se habla de Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Sergio Massa y no mucho más. ¿Ve otros dirigentes en carrera en el resto del país?

En cuanto a los dirigentes en carrera, creo que ya están todos jugando, esto ya se disputa hace rato y los que están en cancha creo que son los que van a picar en punta.

Hay casos novedosos como el Javier Milei

Hay muchos dirigentes ilusionados que se activan cuando ven un poder que está desorganizado, que da la chance de ir a buscar tu espacio. Porque si todo anduviera bien y fueran sólidos no habría espacio para nada, que no es lo que ocurre.

Javier Milei es uno que capitaliza, que tiene contenido, es economista, es disruptivo y sobre todo es valiente y osado. Ahora ¿Capitaliza solo por fortalezas personales? No. Creo que el liderazgo es altamente contextual, el contexto lo ayuda. No me da la sensación que ante un mínimo cambio del contexto él siga en esa lógica, pero siempre va a tener más chances si el contexto sigue desorganizado.

¿Cómo ve el fenómeno de Facundo Manes? Porque esto de venir de afuera de la política ya no es nuevo, pero es una figura muy respetada.

Sigue siendo una persona que va a poder aprovechar esto de que viene de afuera de la política, que sigue siendo una novedad y que tiene mucho por jugar. De ahí a ser presidente, hay un tramo muy largo, que es de construcción política y dentro del sistema. No lo veo como, que por ser la novedad tenga más chances. Por ser la novedad hay cuestiones que le dan cierta ventaja y otras que tiene que construir. Si Manes pensaba que por ser un médico reconocido iba a ganar en la Pcia. de Buenos Aires, bueno, se equivocó. Los outsiders corren con mucha ventaja respecto de los que arrancan de cero, pero no cuando se compite contra el formato, estilo y el proceso por ejemplo de Santilli/Larreta que desde la Ciudad de Buenos Aires se armaron y se incorporaron rápidamente a la Pcia. de Buenos Aires.

En los últimos 6 años tenemos dos coaliciones dominando la escena política, una es el Frente de Todos y la otra Juntos por el Cambio. Esas dos alianzas sobrevivirán al 2023.

Creo que el desafío es que se están mirando entre si y se consolidan cada día más, esperando que la primera que se rompa le va a dar la chance a la otra de ser gobierno. Entiendo de que, si se rompe Juntos por el Cambio, va a ser una enorme oportunidad para el FDT y Juntos por el Cambio, más allá de las enormes diferencias que tiene, enormes y aunque en ambos lados nos vendan que esas diferencias construyen, mientras no tengan un proceso de diálogo, un protocolo de acción para canalizar la diferencias, vamos a ver lo mismo que estamos viendo, que es un desastre, esto de lavar los trapitos al sol.

Porque se ve que el Pro se encierra cada vez más y la UCR quiere ser más UCR

El radicalismo tiene mucho para dar porque viene de un piso muy bajo. Con la figura e incorporación de Manes revitalizó todo el espacio, entonces los gobernadores como Rodolfo Suárez, Gustavo Valdez de Corrientes, el ex gobernador Alfredo Cornejo y sobre todo Gerardo Morales de Jujuy y presidente de la UCR, que creo es el que más en eje discursivo está de todos los candidatos que están dando vuelta, bueno creo que todos ellos están dando combate y dando golpes certeros a la estructura del Pro, que tiene que hacer la autocrítica, porque fue el Pro el que gobernó a través de Cambiemos entre 2015 - 2019 con Mauricio Macri. Entonces, hay un radicalismo que tiene algo para decir, y lo dice. Un radicalismo con decisión de poder y eso no es fácil para un Pro que venía ya sabiendo que su candidato era Horacio Rodríguez Larrreta y punto, y estaba todo acordado, con tranquilidad hacia el 2023. Creo que van a tener que dar una discusión mucho más larga.