La quema de un muñeco

Tal vez los dirigentes de HIJOS La Plata estén reproduciendo la mejor de las características que tuvo Bonafini hasta el 2003: su notable intransigencia.

La quema de un muñeco

Por:Ernesto Tenembaum
Periodista

El pasado 24 de marzo, en la ciudad de La Plata, un grupo de manifestantes quemó un muñeco de Hebe Pastor de Bonafini, la líder histórica de Madres de Plaza de Mayo. El muñeco, donde ella aparecía abrazada al jefe del Ejército, César Milani, fue incendiado por militantes de una de las dos agrupaciones de hijos de desaparecidos de la capital bonaerense: así lo reivindicaron en un comunicado. La agrupación Hijos, de La Plata, reprochó que escandalice más "la quema de un muñeco de papel", que la permanencia de Milani al frente del Ejército. Un par de días después, en la tradicional ronda de los jueves, Bonafini reclamó los nombres de los autores del hecho, al que calificó como "algo tan bajo", y pidió que se los expulsara, aunque no aclaró de dónde. Bonafini estaba rodeada por dirigentes, en su mayor parte kirchneristas, que aplaudían su pedido de castigo a los culpables de la quema.

El episodio es estremecedor: hijos de desaparecidos quemando una figura de la líder de las Madres de los desaparecidos.

Es raro que no tuviera mayor repercusión, al menos por el simbolismo dramático del hecho.

Muñeco de Hebe y Milani en marcha de La Plata.

¿Cómo se llegó a eso?

Los protagonistas directos dieron dos explicaciones en los días posteriores al 24 de marzo. En su breve discurso del jueves, Bonafini lo adjudicó a familliares de desaparecidos que están enojados porque ella se opuso al cobro de la indemnización que pagó el Estado en la década del noventa. "Siempre les ha dolido que las Madres no cobráramos la reparación económica, que no les pusiéramos precio a la vida de nuestros hijos". La acusación de Bonafini contra los familiares de desaparecidos que aceptaron la indemnización contiene una acusación terrible: vendieron a sus muertos por vil metal, se prostituyeron.

Desde la agrupación HIJOS explicaron: "Lo que quisimos representar en la plaza San Martín de La Plata, es la afrenta a la lucha de todos estos años que significa haber visto a Hebe Pastor de Bonafini, abrazada, reporteando sosteniendo y justificando al genocida César Milani, partícipe del Genocidio en el caso del colimba Alberto Ledo, en el Operativo Independencia, en el caso de los Olivera (padre e hijo) y en tantos otros casos que están surgiendo y que lo muestran como activo partícipe del plan genocida. El sostenimiento del represor Milani al frente del Ejército no hubiera sido posible sin esta operación política de reconciliación con las Fuerzas Armadas. Que Hebe Pastor de Bonafini y su Asociación, quienes nos decían hace años que "quien cobra la indemnización del Estado se prostituye", quienes vaciaron su "Universidad Popular" de los mejores intelectuales de izquierda cuando giraron a la derecha, y quienes entraron a la Plaza el 24 en un colectivo estrechados en un hipócrita abrazo con Anibal Fernández y Carlos Tomada, sean los que hoy se sientan horrorizados porque mostramos en un acto simbólico lo que toda la sociedad sabe, nos mueve a proponer un debate que, lamentamos, deba darse solo por la quema de un muñeco".

A los hechos y los argumentos quizá se le pueda encontrar cierta lógica.

Tal vez los dirigentes de HIJOS La Plata estén reproduciendo la mejor de las características que tuvo Bonafini hasta el 2003: su notable intransigencia. Más allá de errores y aciertos, desmesuras y momentos de sensatez, desde que surgió como una de las máximas referentes de la lucha contra la dictadura, Bonafini se distinguió por eso: no transar, no negociar, no comprender. Simplemente, denunciar, marchar, gritar. Cualquiera que la recuerde erguida entre la policía montada, agitando durante la dictadura, no puede sino conmoverse. Esa intransigencia era ejemplar durante la represión y luego fue discutible durante la democracia. Pero sería necio no entender que allí reside una parte importante de las razones por las que, finalmente, la mayoría de los represores terminaron presos. El brutal contraste entre aquella intransigencia y su obediencia posterior al 2003 probablemente haya generado que algunas de las personas que se formaron a su lado hayan quedado desamparadas, perplejas y se sientan traicionadas. En algún sentido, la intransigencia de HIJOS de La Plata reproduce aquella que aplicó Bonafini en los tiempos en que no era kirchnerista.

Por otra parte, el estilo, el método, tampoco está lejos de Bonafini. Quemar un muñeco con la figura de quien sea es un hecho cruel y brutal. Pero no está demasiado lejos de la realización de un juicio en plaza pública por complicidad con la dictadura contra periodistas --algunos de los cuales denunciaron la represión--; o de instalarse en la Catedral para pedir más fondos para la fundación Sueños Compartidos y celebrar que "tuvimos que improvisar un baño detrás del altar"; o de sostener que Horacio Verbitsky no podía opinar sobre el atentado contra las torres gemelas porque "es judío"; o correr de la plaza de mayo a integrantes de la comunidad boliviana que reclamaban justicia por un caso de gatillo fácil al grito de "Váyanse bolitas, que esta plaza es nuestra"; o de tolerar que en un acto por el 24 de marzo se escupan imágenes de periodistas; o de calificar a los ministros de la Corte de "chorros", "a ellos y a toda su cría" y amenazarlos con tomar el Palacio de Tribunales.

Más allá de las opiniones que a cada uno le merezcan estos métodos, lo cierto es que Hebe fue, hasta el 2003, intransigente y --siempre-- brutal. En ese sentido, tal vez se parezcan más a ella los hijos de desaparecidos que quemaron el muñeco, que los jóvenes que toleran a personajes como Milani.

Dados estos antecedentes, es lógico preguntarse si lo que molesta a quienes se solidarizan con Hebe de Bonafini es el método o, simplemente, que se aplique en una dirección que les parece incorrecta. ¿Es repudiable la quema de cualquier muñeco o lo que está mal es quemar ese muñeco?

Para dar un ejemplo didáctico y actual. Al fiscal Nisman ¿está bien llamarlo --aún después de fallecido-- borracho, puto, padre abandónico, delincuente que gastaba en minas la plata de la Amia, títere de la embajada, cipayo, pobre hombre, ese infeliz, servicio, y empapelar la ciudad con fotos de su vida privada? ¿Eso está bien y quemar muñecos está mal?

¿Cual es el límite? ¿A qué se define como algo "tan bajo" y a qué no?

Es muy difícil establecer una raya a priori, para todos los casos.

Bonafini no merece de ninguna manera el tratamiento del que fue objeto el martes. Son exabruptos que solo causan dolor, se reproducen luego hasta el infinito. La crueldad y la impiedad solo generan más crueldad e impiedad. Bonafini no lo merece, además, por su historia, por el símbolo que representa.

Pero no solo Bonafini: nadie los merece.

¿Pensará eso ella?

Más importante que eso: ¿Pensarán eso quienes la rodean?

¿O no se reprodujeron métodos similares a ese durante todos estos años, muchas veces impulsados, tolerados, por dirigentes demasiado cercanos al poder político, Bonafini entre ellos? ¿O no se argumentaba que la política no es un debate entre señoritas, y que no correspondía cuestionar este tipo de cosas?

La transición que se avecina quizá sirva para revisar esos límites que tan alegremente, como si fuera una condición inevitable de cualquier transformación política, se han trasgredido en estos años.