Visitando bodegas: Clos de Chacras

La historia, los olores y los sabores de una de las bodegas más tradicionales de Mendoza.

Visitando bodegas: Clos de Chacras

Por:Andrea Mendoza Ghinaudo
Diseñadora y bloguera

Cómo les cuento lo que es, lo que se siente, ir por las callecitas angostas de Chacras de Coria. Con sus encantadores locales comerciales de comida al paso y las panaderías que te atraen con ese olorcito a pan caliente.

Es como estar apretaditos en la panza de tu mamá chupándote el dedo, pero después de estar ahí calentitos, acurrucados y quietitos, hacé de cuenta que te avisaron: "¡Che, te toca nacer!" Y vos salís. Te das cuenta que tenés extremidades para estirar, aire para respirar y tanto por conocer.

Así, justo así es llegar a Clos de Chacras, venís por una calle finita, despacio -cuidando de no llevarte ningún espejo retrovisor puesto- y cuando abren el portón te encontrás con esto:

Posta que se me cayó la mandíbula. Les juro que ni J. K. Rowling en sus días más creativos -y eso que esta mujer derrocha creatividad- se hubiera imaginado encontrarse con este pulmón natural que te invita a quedarte y gozar. Miren un poquito más:

Nuestra visita guiada fue alrededor de las 16:30 con la excelente compañía de Nicolás Hartung. Nos llevó por todos los rincones de la Bodega de manera personalizada ya que muchos de los visitantes ya se habían ido a sus casas con la panza llena y el corazón contento luego de probar el excelente vino de Clos.


 El sol no podía más de lindo y la temperatura era ideal.


 Las uvas utilizadas para su vino provienen de Gualtallary, La Consulta y Lunlunta.

¿Qué posibilidades había de que en este trayecto nos encontráramos con la dueña del lugar, Silvia Gargantini? El Universo siempre conspira a mi favor y ahí estaba ella disponiéndose a trabajar.

Sin dudarlo nos dedicó un buen rato para charlar. Mi primera impresión fue que es una persona muy natural, espontánea y divertida. Me gustó saber que -como yo- siempre investiga y lee sobre los lugares que va a conocer: "Es la forma de sacarle el jugo a los viajes" me dijo y solo improvisa si es necesario.

 No aguanté y me saqué una foto con ella. Acá estamos Silvia, yo y mi cholulés. La blanquita es su casa.

Me contó que sus ancestros vinieron en un barco en 1883 -imaginene cuántas anécdotas-. También que tiene 4 hijos y 8 nietos (confieso que se le caía la baba), que le encanta tener una familia numerosa y que disfruta los largos almuerzos multitudinarios rodeada de ellos.

 Foto gentileza: Clos de Chacras

Me hubiera quedado horas tomando mate debajo del roble gigantesco escuchando sus anécdotas pero teníamos que seguir con la visita asique les hago un resumen de la historia:

El que llega a la Argentina es Bautista Gargantini, un suizo del cantón italiano, con la idea y conocimiento de cómo hacer vino, pero sin los medios económicos necesarios para ello. Se pasa 10 años comprando y vendiendo animales en el mercado Central hasta que conoce a Juan Giol (el Godzilla mendocino del vino cuya bodega actualmente es un museo), con el que se hacen amigos y deciden comenzar a producir juntos fundando la bodega Colina de Oro, que estaba emplazada en la actual bodega Giol. Luego se agrandan con otra bodega más en Rivadavia.

Su primera cosecha fue en 1899 y se llamaba Cabeza de Toro, que con los años fue mutando y es el vino Toro Viejo que conocemos hoy.

Luego de un tiempo, empiezan a tener intereses diferentes y Giol le compra la parte a Gargantini, que vuelve a Europa y le encarga a su hijo Juan Bautista que cuando termine sus estudios, que será en 1911, vuelva a la Argentina y construya Bodegas y Viñedos Gargantini.

Foto gentileza Clos de Chacras

Si les preguntan a los más longevos de Rivadavia por Juan Bautista, te cuentan que hizo crecer un pequeño pueblo dando trabajo, no regalando migajas, haciendo que la gente se sintiera digna.

Pero, a mi parecer, lo más importante es todo lo que creó alrededor de esa bodega ya que el empresario se dedicó a la construcción de casas, una escuela y una cancha de fútbol para los empleados. Incluso inauguró el famoso equipo Independiente Rivadavia de Mendoza. Pero también hay que reconocerle que todo eso se gestó en la cabeza de alguien que es buena persona, que busca el bien común, sí señores, alguien que tiene principios y valores (insertar aplausos de pie acá).

Con la crisis de principios de 1970 y progresivamente hasta 1985, debido al cambio de hábito de consumo de bebidas, se van perdiendo viñedos y propiedades hasta que quedan totalmente abandonados.

En 1987, Silvia Gargantini y Alejandro Genoud, su esposo, encuentran la bodega en una subasta, la compran con la idea de recuperar la historia familiar y en algún momento hacer vino nuevamente.

Así fue como en 2004 tienen su primer cosecha y que todavía se guardan botellas de ese año que no han sufrido del calor del sol, ni de la humedad, o sea que parece ser un excelente Malbec.

 Silvia y Alejandro en la bellísima cava de la bodega. 

(*)Foto gentileza Clos de Chacras

Siguiendo con la visita, antes de pasar por la recepción te ocupa la vista un imponente tanque de agua que data de 1921, cubierto en su totalidad por una enredadera divina.

A riesgo de que me tilden de pesada los colmo de fotos del mismo. Agárrense:

 ¿Se nota que me gustó no?

Pasamos luego por el lugar donde comienza el proceso de vinificación cuando llega la uva. Luego nos adentramos un poco más en la bodega, llegando a los tanques de almacenamiento.

 

Las escaleras te llevan un poco más abajo, la humedad se hace más intensa y este es el camino a la cava.

 Las luces tenues nos transportan directamente a un siglo para atrás.

He aquí una perlita: de este grifo que ven en la pared ¡salía vino! Sí, la gente venía y compraba por ejemplo 10 litros, los cargaba y ¡a brindar toda la noche! Qué tiempos aquellos.

 ¿Cuántos desearían tener uno así en el living no?

Si ya esto parecía misterioso, ahora se le agrega un plus, nos encontramos con este recinto enrejado donde se expone un libro contable original de la bodega con papel tipo Biblia, es un placer pasar sus hojas y sentir la textura imaginando el momento en que alguien estuvo plasmando números hace 100 años.

Una nota de color es que para hacer la cava se unieron, mediante la apertura de arcos en las paredes divisorias, varios tanques de almacenamiento antiguos. Se crea una atmósfera muy mágica, bien de película de Hitchcock.

(*) Foto gentileza Clos de Chacras

Tienen tres líneas de vinos jóvenes que duermen seis meses en barricas de roble, los vinos de reserva se quedan 12 meses y los premium 18 meses.

El restaurant y la oficina de turismo funcionan en lo que fue originariamente la casa del capataz. Como no fuimos a comer no les puedo contar de la comida. Sí recuerdo que Silvia nos contó que los precios se mostraban en pesos argentinos y no en dólares, como una forma de expresar la idea de que tanto el mendocino como el turista son atendidos y agasajados de la misma forma.

Volveremos para probar sus platos, ¡no va a faltar oportunidad queridos!

 Se respira un ambiente de quietud especial para disfrutar alguna de las especialidades del chef.

 Con solo levantar la vista quedás maravillado.

Finalmente llegamos al momento de la degustación, así estaba preparada la mesa. Nos mimaron con 4 vinos de la línea Ereditá que es la línea Reserva, un blanco y tres tintos.

La degustación consta de 3 pasos: apreciar el color, sentir los aromas y por último probarlo.

Empezamos con el Chardonnay (con paso por barrica) que tiene un color ámbar con notas verdes y aromas a frutas blancas (peras, ananás) pero cuando lo probás desaparecen esos aromas y se asoman sabores similares al chocolate y al café.

Seguimos con el Malbec caracterizado por un color rubí, el aroma recuerda a una mermelada de ciruela, que luego de oxigenarlo es totalmente explosivo. En boca es fuerte al principio y suave al final.

Luego vino el turno del Blend, que es la obra de arte del enólogo, en este caso Silvio Alberto, que consta de 50% Malbec, 20% Cabernet, 20% Merlot y solo un 10% de Petit Verdot. Su color es un poco más oscuro que el Malbec, en nariz se mezclan las frutas con la pimienta y el sabor es más redondo, completo, como que la mezcla te transporta al edén, cerrás los ojos, te concentrás en la boca y ya no necesitás nada más. ¿Se nota que es el que más me gustó?

Cuando finalmente Nicolás nos sirvió el Cabernet (que nos venía vendiendo con halagos desde que llegamos) debo admitir que, con su color bordeau intenso y gusto más seco y astringente, es un vino que nunca va al banco, siempre juega de titular. 

No les voy a contar todo lo que aprendimos con Nicolás, porque el deleite está en pasear por esos viñedos, bajar por esas escaleras centenarias, sentir el aroma a madera y viajar en el tiempo aunque sea un ratito y eso, les aseguro, no se los voy a quitar.

Les dejo el resto de las fotos y la info de la bodega. Ciao!

 

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