De la ambulancia sin pilas al colapso total de la Ruta 7

Detrás de la emergencia, falencias y falta de servicios. Qué pasó en una de las ambulancias de “última generación”.

De la ambulancia sin pilas al colapso total de la Ruta 7

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

La escena es urgente a bordo de la ambulancia que en el Hospital de Uspallata llaman “Unidad Horcones”. Se trata de un vehículo de última generación, entregado hace poco por el gobierno nacional, y equipado con todo lo que tiene que tener un móvil de emergencias capaz de salvar una o más vidas. Pero, algo siempre puede fallar. A bordo de la ambulancia y a toda velocidad, llevaban a una de las pacientes de peor condición tras la tragedia de Uspallata. El médico que la asistía, del Parque Aconcagua, estaba tratando de "entubarla" cuando la vida de la chica comenzaba a colapsar. Pero el laringoscopio -un instrumento que permite visualizar las cuerdas vocales en una maniobra tan delicada como colocar un respirador- no tenía pilas, ni tampoco las había en el vehículo. Algún médico del hospital de Uspallata había olvidado, u omitido, revisar que el equipamiento de la ambulancia estuviese en condiciones. Es una tarea diaria que no fue hecha. No era lo único. Tampoco el oxígeno de la ambulancia era el más apropiado. ¿De qué sirve una ambulancia de última generación y 4x4 para trabajar en zona de montaña, si el laringoscopio no tiene pilas? La chica murió en los brazos del médico que la atendía, aunque muy probablemente su destino ya estuviese sellado. Su condición era realmente muy mala.

Otro de los habituales accidentes en la Ruta 7.

Otra de las ambulancias que participó en el socorro a las víctimas de la tragedia pertenece al Ejército Argentino. En esta oportunidad, estaba cerca, en la Compañía de Cazadores de Montaña 8, Teniente Primero Ibáñez. Están en Puente del Inca, a 2750 metros de altura. “Es vieja, pero presta un buen servicio…” contó una fuente. No se sorprendió cuando supo que el vehículo, trasladando un herido, debió frenar a la vera de la Ruta 7 camino a Uspallata, porque salía humo del radiador.

Algunas ambulancias más debieron partir a toda velocidad desde la zona del accidente hacia Uspallata, sin médico a bordo. Pero esto no fue por improvisación. Parece que así es el sistema, en una emergencia enorme como la que se vivió cerca de Horcones el sábado a la madrugada, tras el vuelco de Turbus y la muerte de 19 de los pasajeros, más los que quedaron maltrechos para toda la vida.

Este verano, muy probablemente habrán pasado un millón de pasajeros por la Ruta 7 con la locura del dólar barato y las compras en Chile. La Ruta 7 se ha transformado en una verdadera “Ruta de la Muerte” a tiempo completo. Ayer, el médico Ignacio Rogé -del Parque Aconcagua y uno de los primeros en llegar- contó que ve casi a diario camiones volcados en la ruta, y que vive pensando en cuándo una de estas moles le caerá encima.

El famoso "socavón", reemplazado por puentes provisorios.

Sin embargo, el enorme flujo de tránsito no disimula el hecho que -ante una catástrofe- los equipos sanitarios, médicos, e infraestructura, no son suficientes, aunque las nuevas autoridades de Salud piensan más en un “sistema” que en reforzar un hospital como el de Uspallata. “En la emergencia, se funcionó bien, se hizo la priorización de los heridos, y los traslados con las ambulancias disponibles. Se salvaron muchas vidas por el operativo…” explicó Raúl Salvatore, un médico que es el jefe de la “Región Metropolitana Norte” que incluye Alta Montaña, en el organigrama del ministerio de Salud.

Los médicos y enfermeros se cuentan con los dedos, igual que los recursos, aunque ahora se han reforzado. En el Hospital de Uspallata, del que muchos dicen no es más que un centro de salud, hay un equipo completo de guardia 24 horas por los 365 días del año, más una unidad de Terapia Intensiva, y tres ambulancias. Dos de ellos son del sistema “Bioceánico” que da cobertura sobre la ruta. Una incluye unidad coronaria y otra llegó hace poco. Pero en el pueblo y en el corredor internacional, piden más.

Desde la salida de Uspallata y hasta la cordillera, el único efector público es la Posta Sanitaria de Puente del Inca. Una vez, cuando ocurrió uno de los tantos aludes de alta montaña, los pobladores de aquel paraje intentaron forzar la entrada para ingresar, porque estaba cerrada. Fue reinaugurada por Francisco Pérez en su gestión, pero “nunca tuvo continuidad, y además se llevaron una ambulancia enorme que había, 4 x 4” dice un poblador de Puente del Inca.

La Posta Sanitaria ahora turna un médico y un enfermero, que funcionan ordenados desde el hospital de Uspallata de acuerdo a la demanda que indica el nosocomio, que además cuenta con laboratorio y rayos también a tiempo completo, además de la ambulancia de Horcones, la misma que no tenía pilas en el laringoscopio, y cuyo equipo de oxígeno no era suficiente. Desde principios de año, esa ambulancia pasa el día en Horcones, y durante la noche “duerme” en Puente del Inca. Los turnos de médicos que la utilizan son quienes deben revisar que tengan el equipo completo.

Una de las aduanas se destina a Horcones.

“Al final, los mejor equipados son los del Ejército. Ellos tienen médico, una sala, algo de equipo… el problema es que dependés de la disposición y voluntad del jefe de turno. Aunque nunca van a dejar a pie a los civiles” contó otro poblador, que participó de los rescates tras el alud que cortó el puente hace un poco más de un año, y antes también, en otro de los tantos aludes que dejan vehículos atrapados, a veces cubiertos de agua, piedra y lodo, una noche entera o más, otro de los peligros de la Ruta 7.

Gendarmería no tiene equipamiento médico apropiado para emergencias del tamaño de la vivida. “Hace un tiempo tenían una ambulancia de cinco cilindros, vieja, pero ya no tienen más” contó un habitual viajero de la ruta. La noche del accidente había un grupo de médicos en uno de los refugios del Parque Aconcagua, porque a la mañana siguiente prestarían servicios en una maratón. De lo contrario algunos de los profesionales no habrían estado en alta montaña.

La falta de médicos, equipos y ambulancias de forma fluida a lo largo del corredor internacional no es el único problema, en una zona donde alguien al que le duele la cabeza, tal vez deba hacer 80 kilómetros para conseguir Ibuprofeno, Tafirol o aspirinas. Ahora hay 4G en el Aconcagua, es cierto, pero varias zonas de la Ruta no hay señal de celular, como en Puente del Inca y Penitentes, donde la señal es deficiente. Es decir, podemos mandar un video desde Plaza de Mulas a 28 kilómetros de la Ruta y más de 4.000 metros de altura, pero nada de llamar al 911 desde algunos lugares de la ruta. Puede ser un problema.

La ruta 7 no tiene servicios suficientes desde hace muchísimos años, y nunca se resuelve el problema de fondo. La ruta ahora está colapsada, y no hay dispositivo médico que alcance, ni que sea capaz de “aguantar” una tragedia de magnitud, con un conductor de colectivos a 100 kilómetros por hora.

No hay forma de pensar una desgracia “peor” con 10 vidas perdidas. Pero si las muertes no fueron más, fue por razones fortuitas, aunque hay que reconocer que el operativo de evacuación de heridos y la logística en el lugar fueron lo bueno que podía esperarse, de acuerdo a los médicos consultados. Los factores “suerte” fueron la maratón, y los médicos que venían viajando tras el colectivo, y que dos ambulancias llegaron casi de inmediato, la del Ejército, y la de Horcones-Puente del Inca, la de las pilas.

Al menos ahora las ambulancias tienen desfibrilador, desde que un poblador de Puente del Inca murió, años atrás, camino a Uspallata justamente por la falta de este equipo médico.

Hay más. La señalética de la ruta es un desastre y ello es responsabilidad de Vialidad Nacional, pero debe ser el gobierno de Mendoza el que insista de modo persistente. Ayer, descubrimos que el cartel de “máxima 40” que aparece en algunas fotos de Street View, con la indicación de la curva primero a la derecha y luego a la izquierda, no estaba en el momento de la tragedia. Y hay zonas sin pintar. Manejar de noche es una aventura arriesgada por la loca carrera de colectivos y camiones, y sin un buen GPS una familia puede terminar desbarrancada.

Obras, señales, iluminación, control, radares, más retenes, multas en serio, logística, servicios, infraestructura médica. Todo eso hace falta en un corredor internacional que además de obsoleto, y peligroso, ahora es mortal, aunque haya habido un asesino múltiple al volante de un colectivo de Turbus.