6 conmovedoras historias de amor de mendocinos que merecen ser contadas

Votá tu preferida. Los ganadores serán protagonistas de una producción fotográfica, especial para el Post.

6 conmovedoras historias de amor de mendocinos que merecen ser contadas

Por: Mendoza Post

Hace exactamente un mes, la sección más romántica del Post -Weddings- te propuso conmemorar el amor de la manera que mejor sabe: plasmando las mejores historias a través de la cámara.

Así como cada sábado la sección presenta sus artículos sobre bodas con las historias más románticas de Mendoza, esta vez queríamos que los lectores sean los protagonistas.

Y decenas romántic@s nos enviaron un mail contando su historia de amor y eso que la hace única, especial e irrepetible. Todo con la idea de que los lectores puedan votar la que más los cautivó.

Los protagonistas de la historia ganadora podrán se retratados por el ojo de Gustavo Savelli en una sesión de fotos especial y súper romántica, la cual también publicaremos en el Post. Los ganadores también contarán con un cambio de look para la sesión fotográfica, de la mano de la estilista Noelia Moreno Moon, y se llevarán importantes premios. ¡Vos votás!

A continuación las historias finalistas, y al pie del artículo, ya podés votar tu favorita.

-Siempre se vuelve al primer amor

Mi nombre es Zamira, y mi historia de amor comenzó sin saberlo, hace ya casi 10 años. Con quien hoy es el padre de mi primer bebé, nos conocimos de adolescentes por medio de una amiga. Él tenía 18 y yo 15 años. Salimos por un tiempo, y después no supimos más uno del otro.

Pasaron en el medio seis años, hasta que la misma amiga, sin quererlo, nos volvió a juntar, y supimos que eso que habíamos sentido de adolescentes no había muerto, y que a pesar de no habernos visto por años, uno siempre se acordaba del otro. 

Comenzamos a salir y, tres meses más tarde, nos dimos a la aventura de convivir. Pasaron ya casi cinco años y esperamos a nuestro primer bebé juntos. No sé si será la mejor historia, pero es "nuestra" historia de amor, y queremos compartirla con ustedes.

- Apareciendo cuando uno menos se lo espera

Mi nombre es Vanesa y mi historia de amor  con Leandro comenzó un 9 de junio del 2013, cuando después de dudar si iba al cumpleaños infantil del hijo de un amigo, me decidí y fui. Ese día -como nunca- me esmeré mucho en mi producción, como adivinando que algo bello me iba a suceder.

Me tomé un taxi, llegué, y ahí estaba… fue amor a primera vista. Muchas veces fui a la casa de mi amigo Carlos, pero jamás nos conocimos; cada vez que yo llegaba él había salido hacían minutos, su madre le hablaba de mí, como a mí de él, y ninguno quería saber nada con relaciones amorosas. Hasta ese día.

Decidí tomar la iniciativa yo, con la complicidad de un amigo, y me le fui acercando. Fue mágico éramos dos personas totalmente diferentes, pero a la vez tan iguales. Charla va, charla viene desde ahí, jamás nos separamos.

Hace cuatro meses que decidimos vivir juntos, ambos probando convivencia por primera vez, ahora somos una familia, una familia de dos. Ahí fue que comprobé que cuando menos uno lo espera, el amor golpea tu puerta.

- 3.000 kilómetros de amor

Soy Jésica, y conocí a Alejandro después de diez años de haber estado con el papá de mi hijo, con el cual sufrí miles de decepciones, engaños y mentiras. Y cuando por fin tomé la decisión de alejarme, me sentí feliz.

Un día, leyendo una nota de un diario en Facebook me puse a leer los comentarios de las personas y les di "Like" a varios comentarios, entre ellos, sin saber, el de Alejandro. Cuando él vio la notificación entró a mi perfil e inmediatamente me mandó una solicitud de amistad. Yo acepté y él me envió un mensaje privado agradeciendo, por lo que yo le conteste -muy cortante- con un "de nada". 

Todo quedó así hasta que, una noche, un mes después de esa breve conversación, lo vi conectado en la noche y le mandé un mensaje privado por curiosidad. Comenzamos a hablar. 

Él era de Río Gallegos, Santa Cruz y yo de San Rafael Mendoza, ¡nos separaban 3.000 km! Y otra cosa... ¡nos llevamos 15 años! Pero desde esa noche no paramos de hablarnos un sólo día y nos llamábamos todas pero todas las noches. Yo superé los miedos de la edad y nos amamos al instante. A los dos meses él dejó su trabajo, sus cosas, su vida en el sur para venir a Mendoza a vivir conmigo. Ya van a ser dos años desde ese día que me mandó esa solicitud de amistad, y que conocí al amor de mi vida.

- Un amor aprobado por el ser más importante

Mi nombre es Leila y mi historia con Marcos comenzó en septiembre de 2013. El "remo" gigante lo llevé yo, ya que le llevaba un año de ventaja en estar perdidamente enamorada de él, pero el miedo al rechazo por la diferencia de edad y más obstáculos no me dejaron encararlo. Hasta que creí completamente en que si era quien Dios elegía para mí, nada ni nadie podía impedirlo.

Así que respiré hondo y, sin forzar nada las cosas, se fueron dando solas. Llegó el día en que después de una juntada grupal con amigos de nuestra iglesia, donde lo conocí, quedamos solo él, una amiga en común y yo. Antes de ir cada uno a su casa, decidimos ir a comer el famoso choripán bajo el puente de Godoy Cruz, ahí fue donde sus nervios y los míos al hablarnos delató el amor que estaba creciendo el uno por el otro.

Comenzaron las charlas "whatsapperas" hasta quedarnos dormidos con el celular en la mano, hasta que llegó la primera cita por la tarde, en un bar de Maipú. Después de una larga charla cargada de nervios al hablar, decidimos empezar a conocernos más y esperar al 14 de febrero, fecha en que nos pusimos de novios. 

Ya que íbamos a compartir muchos momentos, ya era hora de presentarle a alguien muy importante e infaltable para dar su aceptación a la relación. No eran ninguno de mis padres, sino mi hijo. Un ser de 2 años en ese momento, cariñoso, pero muy celoso y compañero de su mamá. Fui madre soltera con apenas 16 años, y siempre digo que más que una irresponsabilidad, fue un milagro adelantado en mi vida. 

Marcos se sumó a nuestras vidas en el mejor momento y edad para mi hijo Angelo. El día en que se conocieron hubo un poco de berrinches, pero poco le duraron al descubrir el amor de padre a hijo que se creó en pocas horas. De ahí en más comenzó nuestra mejor temporada sin final, llena de risas, enojos, llantos, pero en los cuales la felicidad sobreabunda en cada día. 

Actualmente no vivimos juntos, pero nos estamos preparando para unirnos ante Dios en los próximos meses y abrirle las puertas a más momentos juntos. 

- Un amor tan fuerte como el primer día

Mi nombre es Lorena, y creo ciertamente qué uno nace el uno para el otro, y esta historia lo demuestra.

Lo recuerdo muy bien, en el secundario no éramos compañeros de curso él (Ariel) iba a 1º A y yo al C. Recuerdo que me llamaba la atención por sus corbatas anchas, sus prendas tan perfectamente planchadas y su seriedad a la hora de formar fila.

Pasaron los años y el pícaro destino nos volvía a encontrar. Estaba en casa y tocaron la puerta, atendí y al abrir me encontré con una cara conocida: era ese chico del secundario. En pocas palabras me dijo que buscaba a mis hermanas y que volvería más tarde, y así fue que regresó. Yo estaba sola y le pedí pasar, charlamos mucho de cosas de la vida y me invitó a pasear. Fue la primera vez que tomaba helado con un chico.

Durante una semana, todas las tardes iba a casa y me llevaba a pasear. Era inevitable, ya estábamos enamorándonos,y  me pidió comprometernos. Aunque no solo conmigo, sino también con mi beba Flor, mi pequeña que recién comenzaba a dar sus primeros pasos y Ariel estaba ahí para no dajarla caer.

Una semanas más tarde, en el 96, cumpliendo mis 21 años, nos casábamos, a tan solo una semana de conocernos.

Hoy, ya son 19 años, y somos papás de Flor y Agus. Florencia nos dejó a los 15 años (hace 5 años), de un tiro a manos de su novio. Agustina hoy tiene 19 años y nos dio dos nietos: Máximo, de 2 años y Delfina, de 5 meses. Más allá del dolor, aún creemos que éste amor está tan fuerte como el primer día.

- Chau vida de soltero, hola felicidad

Mi nombre es Benjamín y nos conocimos en una cita a ciegas... Sí, en una cita a ciegas real. Ella venía de vivir en Córdoba por trabajo por más de dos años y yo venía de salidas y noviazgos varios sin demasiada seriedad, o sea que venía de una vida de soltero interesante.

En el cumpleaños de un amigo, una chica me preguntó si estaba saliendo con alguien y si me interesaría conocer gente, a lo que le dije que sí. Entonces, simplemente me dio un mail y listo. Lo único fue que se olvidó de avisarle a su amiga que yo le iba a escribir, así que los primeros correos míos nadie los contestaba, nadie me daba pelota... era como escribirle a una pared. 

Al final le pregunté a esta chica que qué pasaba, se acordó de su propuesta, le avisó y entonces aparecieron las respuestas.

De entrada la consigna fue "no" fotos y "no" llamados telefónicos para no conocernos el tono de voz. Vale aclarar que era un tiempo donde no existía Whatsapp, ni Instagram, ni nada de eso; recién los más ciberfanas tenían algo llamado Facebook, pero nosotros apenas nos manejábamos por mail tradicional. Y así se organizó la primera salida.

Después de varios correos acordamos que yo la pasaría a buscar con el Falcon gris de mi viejo e iríamos a tomar algo de noche. Llovía a cántaros, las calles todas semi inundadas y ahí aparecí yo, con mi "corcel" gris plata modelo 81 con palanca al volante, y mi viejo paraguas para esperarla en la puerta y conducirla a nuestra" limousine".

Llegué hasta la puerta del dúplex familiar, y toqué el portero... pero nadie bajaba. Yo tocaba timbre abajo del agua y nadie aparecía. Es más, se veía gente en la ventana de arriba que iba y venía pero a mí, ni pelota. Yo ya estaba ahí, y como buen cazador no iba a permitir que se me escapara la presa, así que insistí, colgado del portero eléctrico hasta que se abrió la puerta y apareció ella.

Yo, desde el vamos, esa noche me había propuesto que saliera lo que saliera por aquella puerta me iba a divertir, pero nunca pensé que iba a aparecer aquella rubia de ojos celestes como el cielo. ¡Era un sueño! La escena de cualquier película de Hollywood. 

Bajó las escaleras con sus pelos al viento, su jean ajustado, sus botas, su campera de cuero roja y una sonrisa nerviosa en la cara. Le abrí la puerta del acompañante y se zambulló en el asiento entero de cuerina negra y ambiente climatizado y musicalizado debidamente por el pasacassete stereo, ¡ja! Tomá pa´vo.

Partimos hacia algún bar, nos ubicamos en un rincón tranquilo, pedimos algo y comenzamos a conocernos. Cada uno contó parte de su historia, de su vida, de sus victorias y sus fracasos y el tiempo pasó. Al final, la llevé a su casa nuevamente y decidimos seguir en contacto.

Hubo una segunda cita, ya más seria, más enfocada en conocernos. Esa cita se dio en una terraza de un bar abierta sólo para nosotros, a la luz de la luna. Allí ella se animó a preguntar más profundamente algunas cosas que habían quedado boyando en la conversación, y yo elegí ser honesto, casi como una excepción en mis citas, elegí responder con verdades... y parece que no me fue tan mal.

Llegó la tercera y definitiva salida, en dónde los dos, por voluntad propia, elegimos contarnos lo peor de cada uno, lo que más nos avergonzaba, lo que apenas podíamos pronunciar en voz alta y se realizó la magia. A partir de esa cena fue que el flechazo estaba dado. Obviamente se van a tener que quedar con las ganas de saber que nos contamos, pero sin pretenderlo, eso hizo que nunca más nos separáramos.

A los seis meses le dí la llave de mi departamento de soltero y la propiedad de un cajón para sus pertenencias más urgentes. Y así estamos hace 10 años ya... con una rubiecita de ojos celestes como el cielo y de 4 años que se despierta entre los dos.

Y cuando yo dudo del camino tomado, o extraño mi otra vida de soltero me acuerdo de esta historia real, de nuestra historia, y renacen las ganas de despertarme junto a ellas cada mañana.