No se rasguen tanto las vestiduras, que hicieron 12 años de silencio

Quienes se escandalizan por el despido de Víctor Hugo Morales deben repasar la lista de periodistas censurados durante el kirchnerismo.

No se rasguen tanto las vestiduras, que hicieron 12 años de silencio

Por:Ricardo Montacuto
Director Periodístico

Primero: Es malo que haya voces monocordes. Y que no exista diversidad de medios. Resulta de baja calidad democrática que 678, TVR y Víctor Hugo Morales no estén más al aire, aunque sus contenidos no eran periodísticos sino propaganda de un sector político, en la mejor de las consideraciones.

De la misma forma, es malo que el acceso a la información pública sea un chiste, y que no haya una ley de publicidad oficial que salvaguarde a medios y gobiernos de extorsiones mutuas

Respecto de las formas, el despido de Víctor Hugo Morales fue de una desprolijidad berreta. Le hubiesen dejado decir lo que quisiera. Al relator lo despidió la radio que lo mantuvo haciendo ultrakirchnerismo muchos años, hasta que el mexicano Remigio González González se hizo de Continental vía un testaferro. El empresario fue otro de los bendecidos por millonadas del kirhcnerismo en pauta oficial. 

Ahora, lo central. Sectores kirchneristas han convocado a una movilización por la libertad de expresión y en defensa de Víctor Hugo Morales, lo que es absolutamente legítimo. Las redes sociales están repletas de críticas furibundas al macrismo y a Cambiemos por la suerte desgraciada del conductor. Pero son los mismos sectores que hicieron silencio o que directamente festejaron cuando ocurrieron casos de censura grosera en épocas del kirchnerismo.

Nelson Castro.

En medio de un festival de escraches, "juicios públicos", y campañas difamatorias, en enero de 2009 Nelson Castro fue sacado de Radio del Plata de manera escandalosa cuando empresarios afines al gobierno compraron aquella emisora. Estaba de vacaciones cuando lo echaron. El bloguero Lucas Carrasco fue echado de dos medios oficialistas en tres años. La fallecida Jazmín de Grazia debió soportar los embates de Aníbal Fernández, que entonces era poderoso. El empresario kirchnerista Cristóbal López se hizo de Radio 10 y C5N. Lo echó a Marcelo Longobardi, quien después se llevó a toda su audiencia a Mitre. Más tarde el mismo empresario despidió a Antonio Laje. El mendocino Luis Rosales, declarado crítico del chavismo venezolano, fue despedido también. Antes lo pusieron a relatar videos graciosos de Internet o accidentes de autos en China. A Juan Miceli lo despidieron de la TV Pública después que se le ocurriese interpelar al aire a Andrés Larroque. Quiso saber por qué en las inundaciones platenses los militantes de La Cámpora usaban pecheras de la agrupación, para repartir donaciones de la gente.

Gustavo Sylvestre en América, Débora Plager en C5N, denunciaron censura cuando fueron despedidos.

Nuestro colega de redacción y Secretario General Christian Sanz es un periodista muy consultado en los medios porteños, por su conocimiento sobre muchos casos, pero en especial por el Triple crimen de General Rodríguez. Vino a vivir a Mendoza, varios años atrás, porque su vida estaba en peligro.

Tenembaum y Christian Sanz.

Según el último informe disponible respecto de casos de censura en la Argentina, elaborado por FOPEA en 2014, sólo entre 2010 y 2014 hubo 77 incidentes.  Las agresiones en general desde 2008 fueron 1096, y esto es sólo las registradas. 

Tierra adentro

De acuerdo a FOPEA en el interior del país ocurrieron el 51,8 % de las agresiones, en medio de un mal clima contra la prensa. El caso más resonante fue el del periodista Juan Pablo Suárez, en Santiago del Estero. El gobierno afín al kirchnerismo logró encarcelarlo por algún tiempo.  

En todos estos años hubo en las provincias medios baleados, incendiados, periodistas golpeados, allanamientos a medios, amenazas de muerte, funcionarios que golpearon a periodistas, censura, acoso de Gendarmería que secuestró la edición de una revista, intento de frenar publicaciones, panfleteadas, despidos arbitrarios, desplazamientos de horarios centrales, escraches, “bajadas de línea” para hacer oficialismo puro, aprietes, clausuras de medios críticos de algún intendente como ocurrió en Cañuelas, y múltiples agresiones de piqueteros y miembros de organizaciones sociales, o de sindicalistas duros, a movileros y noteros que hacían su trabajo. 

Además, el uso discrecional de la pauta para premiar y castigar se convirtió en una práctica muy extendida, igual que los aprietes a los anunciantes. Contar todo lo que nos pasó cuando investigamos y publicamos el Caso Lobos sería motivo de una nota aparte. El diario llevaba una semana online y pasamos meses de pesadilla.

¿Recuerdan cuando Axel Kicillof agravió a Natacha Niebieskikwiat, o cuando Capitanich llamó Marmota al periodista Fernando Carnota? Eso fue una línea de conducta de cómo piensa el kirchnerismo que debe tratarse a la prensa, salvo a los amigos. Hubo más de 1.000 casos contra periodistas en estos años.

 ¿Alguien sabe, por caso, cómo terminó la investigación del misterioso  y violento robo a Marcelo Longobardi?

El gesto de romper Clarín.

La Sociedad Interamericana de Prensa también registró el clima de la libertad de expresión en la Argentina, aunque el kirchnerismo cree que los medios que la integran son lamebotas de Héctor Magnetto y de los Estados Unidos. "Uso de recursos públicos para montar aparatos comunicacionales de propaganda propia; partidización de los medios públicos; distribución discriminatoria de la pauta oficial; aplicación selectiva de normas para perseguir la disidencia;  presión a los anunciantes privados; utilización de los organismos de control y de los servicios de inteligencia para presionar, intimidar y espiar"; fueron algunos de los problemas que detectaron, de acuerdo a un resumen elaborado por el diario cordobés La Voz del Interior.

¿Dónde estaba la militancia kirchnerista cuando todo esto ocurría en la Argentina?

No hubo desde 1983 un gobierno democrático que implementase una política de persecución, castigo, hostigamiento y agresión permanente al periodismo como los gobiernos kirchneristas. En ese contexto apareció además la deformación profesional a la que llamaron periodismo militante. Es decir, propagandistas vestidos con el traje del periodismo, que trataron todos sus contenidos desde una óptica partidaria para favorecer a un sector, en este caso, el kirchnerismo.

Que nadie se escandalice. Todos queremos que Víctor Hugo Morales siga al aire y que haya voces críticas, tanto como las que el kirchnerismo y sus aliados de negocios trataron de acallar. Y no es lo mismo -de paso- Morales -un periodista acaudalado que podría tener su propio diario- que periodistas de provincia mal pagos, quienes deben sobrevivir como pueden el tiempo que les lleve conseguir un nuevo trabajo. Reinsertarse en el interior es muy difícil, sobre todo cuando la política estigmatiza a los profesionales del periodismo.

Hay que repasar el archivo. 

Aunque fuere con retroactividad, podrían pedir perdón por todo lo que no hicieron por la libertad de prensa que dicen defender. Y después sí, Vamos todos a la marcha por Víctor Hugo.


Nota del autor:  No me lo contaron. Lo viví. Años atrás, un productor de radio de Buenos Aires renunció a la quinta nota que le encargamos para la radio MDZ, que entonces conducía y en la que tenía dos programas diarios. Fue un caballero, de todos modos. Y honesto. “No puedo… yo soy partidario de este proyecto nacional y popular y no estoy de acuerdo con la línea de trabajo que proponés”. Fue valiente, pero difícil de comprender. Trabajaba en un medio público.