Somos los nuevos hippies

En medio de la tecnología y costumbres consumistas, vivimos buscando vivir mejor. Como sea.

Somos los nuevos hippies

Por:Gabriela Moreno
Periodista

Dice la RAE:

“Hippie o hippy”. 1. Se dice del movimiento contracultural juvenil surgido en los Estados Unidos de América en la década de 1960 y caracterizado por su pacifismo y su actitud inconformista hacia las estructuras sociales vigentes. 2. Partidario o simpatizante de este movimiento, o que adopta alguna de las actividades que le son propias.”

Buscamos el yo interior. Pintamos mandalas, hacemos terapias holísticas, rescatamos animales abandonados, seguimos a toda página o blog que haga de la ecología su credo. Buscamos una vida sana, cuidamos el agua, reciclamos, cocinamos nuestra propia comida o cultivamos nuestras verduras, nuestro espíritu y hasta nuestro físico, sin hacer diferencia por sexo o edades.

Consumimos. No hay que mentir en eso. Invertimos en ropa, salidas, libros. Pero no queremos carteras de cuero y quizá le exigimos eso a las grandes marcas. No nos estamos rebelando contra el sistema vigente ni haciendo marchas en su contra. 

Estamos buscando otra forma de vivir. 

O quizá -simplemente- no estamos preparados para ciertas costumbres que ofrece el mercado afectivo actual y la brutal carrera hacia la conquista del viaje al Caribe.

Queremos respirar y luego exhalar en paz. No estamos preparados para la ira, ni para el hervidero de los grupos de WhatsApp. No estamos dispuestos a que nos maneje la vida un grupo de líderes negativos. Entonces descubro a personas quebrándose de emoción cuando un perro se les trepa por el cuerpo agradeciendo haber sido rescatado, como en este video:


Vemos a amigas tratando de que sus hijos no pisen más un Mac y volviendo a hacer la comida de la abuela. Nos vemos haciéndonos nuestra propia ropa, incluso intentando que los niños pasen más tiempo con sus padres que con la niñera. Hay gente que vuelve a la medicina natural, o que se curan y curan todo con las Flores de Bach. Vemos a hombres buscando ocupar más camas de Pilates, a muchos dispuestos a probar alternativas en terapias holísticas o practicando el método DeRose o bailando “free dance”.

Entonces me descubro diciendo “A ver... esto no tiene nada de nuevo, ya ha sucedido antes, cuando la gente se hartó de algo y salió en busca de lo diferente”. Y voy más lejos con mi mente y en voz alta lanzo “¡Somos los nuevos hippies!” y como me advierto algo pretenciosa y pedante al decirlo sin un sostén sociológico, me escucho internamente y digo en forma de chiste que esconde verdades: 

Bueno, OK... somos una especie de “Newppies”, término que obviamente no existe pero viene bien para salir del paso.

Sigo pintando el mandala y me doy cuenta que las revistas que los traían en los quioscos se transformaron en libros. Y que el diario del domingo los incorporó en el suplemento para niños. No debe ser casualidad. Claro que no. Estoy viendo en Facebook a una maestra de primaria mostrando su trabajo terminado en el curso de esta misma técnica, que lleva a concentrarse en el interior mientras se usan los colores que elige el alma.

Y apuesto más alto y llamo a una amiga y le preguntó. ¿Por qué empezaste el método DeRose? Me dice: “Mmmm cómo te explico...Podría decirse que se trata de una escuela donde aprendés a vivir bien, con salud emocional y física. Es como un respiro, porque allí encontrás muchas personas, somos como 100, integradas perfectamente a la sociedad, pero que aman la vida...

Después de eso acudí al celular y entré a WhatsApp. Sí, dije. Los nuevos hippies usamos la tecnología a full, y le pregunté a alguien más ¿Por qué estás leyendo todo sobre la ley de atracción? Simple fue lo dicho: “necesito encontrar respuestas. Estar bien conmigo misma para poder entender a esta sociedad. Busco dar un paso más hacia algo que me haga sentir mejor”. Entonces recuerdo que he leído ya dos libros de Verónica de Andrés y su hija Florencia sobre un método para vivir mejor, más uno de Facundo Manes sobre neurociencias y el uso de nuestro cerebro. Otra vez buscando otros caminos.

Dos segundos más tarde saltó otra opinión tras el tono del celular: “Eso me pasa con la holística. Me permite descubrirme. Y ahí me voy dando cuenta que no estoy preparada para insertarme en la sociedad actual”. ¿Cuál es la sociedad actual me pregunté? Y otra vez la respuesta era la cotidianidad de las personas que no encajan en ciertos grupos o estilos. Que las peleas por la competencia de quién es el mejor ya no sirven. Que si tu hijo es más inteligente, más rápido o más lento no me afecta. Que si me refregaste el viaje a las Islas Galápagos que no puedo hacer, no voy a morir. Porque si bien me gustaría hacerlo, antes “...necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza” (Sui Generis, textual)

Y me quedo pensando en la demostración de ollas que no contaminan. En la feria de productos orgánicos. En el recupero del agua de la Pelopincho. Y en ese “no encontrar” un espacio entre las pautas de la sociedad. Levanto la vista y vuelvo a mirar Facebook y ahí están los cartelitos de Reiki, de psicología emocional, de psicología infantil, de yoga artístico -para niños y aéreo-; de salvemos al mundo, de hagamos algo por el oso Arturo y del perrito lamiendo la cara del señor robusto que le salvó la vida y vuelvo a sentir la necesidad de cambios. Que la humanidad sea humana. Que alguien me llame por teléfono o me toque el timbre. Que no se cierren las puertas con un “no tengo” cuando alguien pide.

Me cuelgo viendo el video de un Golden Retriever cuidando de un gato abandonado y ya no quiero contestarle al pendenciero de Twitter. Tampoco quiero ver los cartelitos con indirectas en Face. A mujeres anunciando subliminalmente a otras que “pagarán por todo lo que han hecho en esta vida como se paga en un restaurante”. O escuchando los “ring” del teléfono con grupos “cuerando” a troche y moche.

Prefiero la página de ecología, la de abrazar a los árboles, la de confianza personal. Prefiero pensar que no soy la única. Que hay más. Que en algún momento el viento nos va a amontonar. Que somos los nuevos hippies. Y que cada vez que me siento cinco minutos a tomar un café con algunas de mis amigas terminamos hablando de esto.