Boca-River y la inteligencia de un imbécil

Nada tuvo que ver la dirigencia, la política, la policía, las conexiones sindicales. Fue todo por un inadaptado.

Boca-River y la inteligencia de un imbécil

Por:Ernesto Tenembaum
Periodista

Fue un imbécil, claro.

Esa tarde, los dos capos de la organización mafiosa denominada "La Doce", Mauro Martin y Rafael Di Zeo, se pavoneaban en el Hotel Madero, donde concentraba el equipo de Boca. Son personas que estuvieron detenidas, están rodeados de personajes siniestros, la mayoría de ellos con prontuario por robo a mano armada, secuestro extorsivo o tráfico de drogas. A nadie le parecía extraño que se movieran por ahí con más libertad que cualquier dirigente.

Pero fue un imbécil.

Unos días antes se habían puesto a la venta las plateas. En el minuto uno en que se habilitaba la posibilidad de acceder a ellas ya se habían agotado. Y se vendían por diez, quince veces más en los circuitos paralelos. Gustavo Grabia se cansó de contar en estos días la sucesión de extorsiones que se cruzaban de un sector a otro de la barra para quedarse con todos esos millones.

El "Rafa" Di Zeo.

Pero fue un imbécil.

En las semanas previas, los barras bravas de Boca Juniors lograron que se desplazara al juez de una megacausa donde se los investigaba y que, progresivamente, iba tocando puntos muy sensibles, como su armado financiero, sus contactos en la policía, sus vínculos evidentes con la dirigencia de Boca. El abogado que logró ese milagro es, justamente, el abogado del club. A partir de que ambos --el club y la barra-- lograron que se aleje la amenaza judicial, el club empezó a presionar para que los líderes de la barra volvieran a la cancha.

El club, en este caso, tiene un nombre: Daniel Angelici, su presidente. El jefe de seguridad de Boca, Claudio Lucione, es un retirado de la Federal, puesto ahí por el número tres de la fuerza. En un viaje reciente a Venezuela, confraternizó con los barras: los periodistas se sorprendieron al ver a los barras, junto a quien debe controlarlos, en un shopping.

El guardaespalda de Angelici, Carlos Martinez, fue protagonista, en enero, de una reunión clave donde se pactó que Mauro Martín y Rafael Di Zeo recuperaran el control de la Barra Brava. La reunión se hizo en el Mangrullo, el mítico restauran propiedad de Alejandro Granado, el ministro de Seguridad de Daniel Scioli. Para quien quiera verlo, ahí está el futuro: representantes de los dos candidatos presidenciales más populares, acordando con delincuentes.

Angelici es un hombre que proviene del mundo del juego. Maneja sectores muy importantes de la justicia porteña. Y riega de dinero a los distintos medios, al punto que es muy excepcional leer un retrato riguroso sobre su vida, su historia, pese a que es uno de los hombres poderosos de la Argentina. Además, suele presionar en los medios para que desplacen a periodistas que escriben lo que no le gusta.

Angelici, el hombre fuerte de Boca. 

Pero fue un imbécil, un inadaptado.

Había 1.200 efectivos de la Federal y custodios de la seguridad privada. Ni unos ni otros supieron, quisieron o pudieron cuidar uno de los lugares más sensibles de un estadio, en uno de los momentos más sensibles: la zona por la que pasan los jugadores visitantes en el momento en que ingresan. Es una obviedad, ¿no? No parece demasiado complicado. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, es el mismo que se apareció en el escenario de la muerte del fiscal Nisman y dijo que era un suicidio, el primer día, y luego que habló la Presidenta, dijo que era un asesinato. La ministra del área no apareció, como ocurre habitualmente. Angelici dijo que eran inadaptados. Y Macri que era todo muy horrible, a diferencia de lo que ocurría cuando él era presidente de Boca y que tiene que ser presidente del país para que todos seamos felices, como si Boca no fuera un club Pro. Y Florencio Randazzo dijo que la culpa de todo es de Macri, como si nadie recordara la promiscua relación de su sector político con las barras. Nadie se hizo cargo de lo suyo. Porque el culpable siempre es el otro.

En este caso, un imbécil o un inadaptado...

La Argentina es, además, un curioso país donde el Estado es tan eficiente que, para garantizar la seguridad de un espectáculo decide prohibir la asistencia de la mitad de los espectadores. Hace años ya que el Estado argentino resolvió admitir, de esta manera, su impotencia.

En ese contexto, la presidenta de la Nación respaldó, en uno de los discursos más vergonzosos de sus dos mandatos, abiertamente a los barras bravas. "No los estigmaticen", pidió. Su antecesor en el cargo, su marido, Néstor Kirchner, apadrinó a La Guardia Imperial, la barra brava del club de sus amores, pese a que en sus filas había doce procesados por homicidio. Parte del financiamiento de las barras surge de un pozo ciego llamado Fútbol para Todos, que gasta cada vez más dinero, sin que nadie lo controle, y pese a que los clubes que lo reciben son cada vez más deficitarios.

Total, los que mueren son los hijos de los otros.

Pero fue un imbécil.

La causa que investigaba a los barras de Boca se neutralizó gracias a la acción de Angelici. Pero también, meses atrás se paralizó una donde se investigaba a la de River: apenas la investigación empezó a cercar al hermano de la ministra de Seguridad, el Gobierno empezó a perseguir a José María Campagnoli, el fiscal que investigaba el asunto. La fiscal que lo reemplazó es una militante kirchnerista. Se llama Cristina Caamaño: cajoneó la causa. Uno de los líderes sindicales más importantes del país, Hugo Moyano, preside un club donde el jefe de la barra brava, Bebote Álvarez, se pavonea como un protegido del poder. La actuación del otro candidato presidencial, Sergio Massa, en en el club Tigre refleja, también, una connivencia habitual y generosa con la barra del club.

Pero todo fue culpa de un imbécil.

Haga el siguiente ejercicio. Es muy sencillo: googlee "barras bravas droga". Se va a encontrar con cientos de noticias. Luego elija al azar cualquiera de esas noticias y busque cuáles son los nexos políticos de la barra brava que controla territorios para vender droga. Se va a sorprender. Las barras funcionan como un sistema interconectado, entre ellas y con el poder policial, político y sindical. Por esa red de venas y arterias pasan armas, plata negra, droga. Controlan votos, territorios, policías, políticos.

Pero fue un imbécil. Un inadaptado.

Así es la Argentina. Cuando una compañía aérea superexplota a sus pilotos y desinvierte y relaja los controles y entonces un avión choca, la culpa es del piloto. Cuando funcionarios y empresarios paraestatales vacían una línea ferroviaria y obligan a la gente a viajar con altísimo riesgo y se produce una tragedia, el poder solo habla del motorman. En estos días, la estrella es el imbécil, los inadaptados.

No hay un solo discurso que refleje que la pelea contra las barras es prioridad para la dirigencia del país. 

Mientras, la hinchada grita "sos cagón, River sos cagón". Hay chicos lastimados en el banco suplente del equipo visitante. "Sos cagón". Entre los que gritan figura el intendente de La Plata, Pablo Bruera. "River, sos cagón". Y no hay un solo discurso, un solo hecho concreto, que refleje que la pelea contra las barras es prioridad real para la máxima dirigencia del país.

Porque fue un imbécil.

Así de sencillo.

Cuestión de identificarlo y expulsarlo del club y nada de esto volverá a pasar.

Solo un imbécil, un inadaptado.