Sofía Pescarmona, entre sueños y desafíos

Está al frente de Bodegas Lagarde. Vive entre Mendoza y Jujuy. Otra visión de la gran empresa que es vivir.

Sofía Pescarmona, entre sueños y desafíos

Un fragmento de la novela “La expectativa”, de Damián Tabarovsky, es una buena introducción para este reportaje: “La ciencia puede desmentirlo todo. Puede desmentir la metafísica, la religión, el new age, la magia, el espiritismo, el azar, el horóscopo chino y hasta el mal humor matinal, pero no puede desmentir una leyenda familiar. No la puede desmentir por una razón muy sencilla: la leyenda familiar está más allá de la dicotomía verdad/mentira, poco importa su status de realidad, su verosimilitud, su coherencia interna; tan sólo funciona y con eso alcanza”.

Acaso la historia más pública de Sofía empieza con Luis Menotti Pescarmona  , su abuelo, el hombre que se hizo a sí mismo, un pionero, visionario, aquel “industrialista” que desafió tanto agro en una Mendoza que supo colocar a la  vanguardia de exportaciones en rubros no tradicionales, como la metalmecánica. En 1974, don Luis Menotti adquirió esta bodega, para diversificar sus empresas y más que atraído por la industria simbólica de la Mendoza clásica. Sus nietas han tomado la posta,para renovar el mito.

Desde 2002, Sofía es la presidente de Lagarde, una de las bodegas más tradicionales de Mendoza, por historia y por presente. Antes de llegar a gerenciar en vitivinicultura, ella estudió Relaciones Internacionales y Filosofía en la Universidad de Tufos, en Boston, y una vez de regreso al país realizó un master en Administración de Empresas. Luego recién empezó a trabajar en IMPSA.

Ella entiende que los vinos que producen son “elegantes, armónicos y de excelente precio-calidad”. La línea más reciente vuelve a recrear la mística y la innovación de aquel “Henry” que fue el primero de los vinos argentinos que utilizó 100 % Cabernet Franc, un varietal que hoy hace estragos en la producción del país. Cuando lo lanzó Lagarde , en su momento, pocos apostaban por esta cepa oriunda de Burdeos. En la región, los que iniciaron las experiencias fueron los chilenos, en el Valle del Maipo. Alguna vez, Aurelio Montes Jr., me dijo en analogía su parecer sobre el asunto: “El malbec es como un jugador de rugby y el Cabernet Franc es como uno de golf”.

Otoño en  los centenarios viñedos de Mayor Drumond

Exactamente, ¿de qué trata esta nueva línea de vinos que Lagarde pone en el mercado?

Esta línea, como nos gusta decir, se llama “Guarda”. Y es para nosotros una colección de grandes viñedos. El primer vino de la línea es un “Guarda” que viene desde hace muchos años, ya 20 años, y es un blend. El segundo que lanzamos fue el Malbec Doc, que viene de este viñedo de Mayor Drumond, aquí donde estamos ahora. Es un viñedo que posee más de 106 años, viñedo tradicional, con todos los métodos tradicionales  e históricos de Mendoza, que por suerte todavía los podemos desarrollar.

Hablar de un viñedo de más de 100 años es como...

(Interrumpe, entusiasmada) ¡Como un lujo!

En Europa es algo común, pero acá no.

Acá no. Exacto. Así que por suerte podemos sostenerlo y mantenerlo vivo y cuidarlo y le dedicamos grandes atenciones y lo tenemos muy bien manejado. Siguiendo con la descripción de esta nueva colección lanzamos luego el Cabernet Franc, del viñedo en Pedriel, La Jacintana. Es el favorito de mi hermana, Lucila, y es un gran vino, de un suelo muy particular. Todos estos vinos de son de guarda. Son vinos que tienen un año de barrica de roble francesa, en algunos casos un 80% nueva, un 20% de segundo o tercer uso. Eso va variando de acuerdo al enólogo. Es el caso del Chardonnay de Gualtallary, que está elaborado 100% con barricas nuevas francesas.

"Empezamos un proceso de investigación y desarrollo de pequeñas micro-vinificaciones de distintos viñedos de Mendoza"

Este blanco parece ser  el gran último experimento. ¿Lo es, al haber salido de los terruños tradicionales de Lagarde?

En realidad, los vinos que vinieron post Cabernet Franc son experimentos que hicimos a lo largo de Mendoza. Son estudios de suelo, estudios de terroir, en los que venimos trabajando hace 5 años. Y en algunos casos hemos confirmado nuestras sospechas de que cual parte del viñedo era mejor. Y de allí surgen los vino que queremos mostrar en esta línea. Así es como descubrimos nuevos lugares. También empezamos a trabajar en un proceso de investigación y desarrollo de elaboración de pequeñas micro-vinificaciones de distintos viñedos de Mendoza. De distintas zonas, llámese Altamira, Vistaflores, La Consulta, Gualtallary. Después de estos 5 años descubrimos que, en lo particular y en el estilo de la bodega a lo que queríamos llegar, lo que más nos interesó por ahora era Gualtallary. Decidimos comprar un viñedo allí y el Chardonnnay es nuestro primer vino de Gualtallary. El suelo muy particular de este terroir es muy propicio para elaborar grandes vinos blancos.

¿Se incorporaron a las grandes ligas del Valle de Uco?

Así es, sí. El blanco de allí es una maravilla. Y el Cabernet Sauvignon de La Jacintana en Pedriel es un viñedo con mucha piedra redonda, a 60 centímetros, un viñedo con muy buen drenaje y muy propicio para el Cabernet Sauvignon.

Hablás con autoridad de técnica. Me preguntaba si siempre te gustó...  

¿El vino?

Sí, incluso hasta la parte más artesanal.

(Risas) Sí, he crecido con ellos. He crecido y siempre me ha gustado. En nuestra familia, el vino es parte de nuestra vida. O sea, nos daban vino con soda, como es la cultura de los mendocinos. A este viñedo en particular, el de Mayor Drummond, lo conozco desde que nací. Le tengo mucho amor a Mendoza, al viñedo y a la cultura alrededor de la vitivinicultura.

"En nuestra familia, el vino es parte de nuestras vidas"

Y cuando conociste Salta, ¿completaste esta materia? Allí comenzaste otra relación con el vino, también desde otro lugar, con tu marido.

El Norte argentino me encanta. En Salta nosotros elaboramos un Torrontés que es muy rico, de Cafayate. Y siempre tengo ganas de hacer algún viñedo de Jujuy, de hacer algún vino allí. Todavía estoy explorando. Mi marido tiene una pequeña finca cerca de Tilcara, con un museo de arte, un museo de fotografía contemporánea, que lo ha hecho muy a pulmón y con el apoyo de grandes fotógrafos de Argentina.

Sofía está casada con Lucio Boschi, quien levantó "¡El único museo de fotos de Argentina!" ¿Dónde? En Tilcara.

Quebrada de Huichaira, frente a Tilcara. El Mec, Museo en los cerros.

Y que está dentro de los 5 mejores museos de fotografías de Argentina.

¡Es el único museo de fotos de Argentina! Digo, dedicado a la fotografía. Por supuesto que hay salas de fotografías maravillosas en muchos museos de Argentina, en el Museo Nacional de Bellas Artes, incluso acá en Mendoza hay cosas muy buenas. Pero este de Lucio es el único que está dedicado 100% a fotografía. Es una maravilla porque fue una obra que ha sido fruto del trabajo mancomunado de todos. O sea, no sólo fue de mi marido, sino de todos los artistas que apoyaron con sus obras. Se construyó sin apoyo del gobierno.

Se ubica, además, es un lugar impresionante.

En un lugar maravilloso, así es, en la Quebrada de Humahuaca.

¿Qué te enamoró de tu marido?

No, no voy a hablar de eso porque me mata (risas). Todo, me enamoró todo. Es una persona maravillosa.

¿Cambió tu perspectiva vivir entre aquí y allá.

Voy y vengo todo el tiempo. Igual siempre una de mis pasiones ha sido viajar. Así todo ese descubrimiento de lo que son las culturas diferentes siempre me interesó. Y me sigue interesando. En particular, Jujuy y la cultura jujeña ha sido muy enriquecedor. Tomé conciencia y sé mucho más de lo importante de la relación del hombre con la tierra, a través de las celebraciones clásicas, como la Pachamama. Eso me hace que cada día esté más conectada con la naturaleza.

"Tomé conciencia y hoy sé mucho más de lo importante de la relación del hombre con la tierra"

¿Tan así?

Sí, mucho más. Ahora estoy más conectada con la naturaleza, con el pajarito que vuela, el silbido (ríe).

Me sorprendieron de aquí las huertas.

Tenemos acá en Lagarde una huerta orgánica. Es que cuando vos te empezás a conectar con la naturaleza, con el ambiente en el que estás, empezás a conectarte con tu propio cuerpo, empezás a conectarte con lo espiritual, para tratar que todo sea más armónico. A mí me parece que cuando uno está conectado con la tierra es más feliz. Así como cuando uno hace deportes también es más feliz. O sea, es todo un círculo. No por nada muchos dicen que la jardinería es un hobby que hay que adoptar en la vejez porque eso te hace más feliz.

"Cuando empezás a conectar con la naturaleza empezás a conectarte con tu propio cuerpo y con lo espiritual, para tratar que todo sea más armónico."

Sos una mujer con muchísimas inquietudes y al mismo tiempo tenés cierta dificultad para, a veces, comunicarte.

(Piensa) Ah, eso es así. Yo soy en esencia una persona tímida. Digamos que he aprendido a sobrellevarlo pero también a sobreponerme a la timidez, y a comunicarme mejor. Nunca fui una persona excesivamente extrovertida, sino más bien todo lo contrario, bastante introvertida. Así que quizás la dificultad para comunicarme proviene de esa cosa que es absolutamente mía. Y así nací.

¿Y has viajado mucho también en esta especie de búsqueda de poder expresarte mejor?

No sé si expresar, porque expresar no necesariamente es lo que busco. Busco aprender sobre mí misma y, como todo el mundo, ser más feliz y estar mejor con mi propio cuerpo y en mi propia piel. Y bueno, el camino te va llevando. Si uno busca, encuentra (sonríe).

"Busco aprender sobre mí misma y, como todo el mundo, ser más feliz"

Recibís mucha gente, estás en contacto con personas que viven fuera del país. ¿Hay un interés especial por la Argentina profunda? Fuera de Buenos Aires y esas 40 manzanas que parecen concentrar el poder real?

Sí, yo creo que hay mucho más interés por la Argentina profunda que por Buenos Aires. Eso es lo que yo noto. También percibo que hay mucho interés por Mendoza, cosa que me pone muy contenta. Noto que Mendoza se ha posicionado muy bien en lo turístico, y más aún con el turismo vitivinícola. Y eso hay que mantenerlo y sostenerlo y mejorarlo. Siempre hay que mejorar. Uno no se puede estancar porque se queda. Pero, sí, noto que eso está bien y hay que profundizarlo y mejorarlo. Más valor agregado, mejor gastronomía, más contacto con lo esencial, buen servicio. Tenemos que trabajar mucho en el buen servicio, ya que todavía nos falta mucho. Tenemos que capacitar a la gente que trabaja con nosotros en servicios. Al argentino le cuesta mucho el buen servicio, le parece que no es digno servir a alguien.

 "Hay mucho más interés por la Argentina profunda que por Buenos Aires"

¿Mejorar el servicio aparece más como un asunto cultural?

Sí, es cultural. Y, yo te digo, a mí me pasa también, que por ahí tengo que aprender a estar al servicio del otro. Bueno, y eso es algo que nos va a llevar de un nivel de muy bien a la excelencia, digamos. Cuando uno se pone al servicio de otro, y creo que también pasa en la vida, nos empieza a ir mejor también. Cuando empezamos a entregarnos, en vez de ver qué necesito yo, empieza a surgir una onda positiva.

Planteas salirnos del ego.

Sí. Nos vendría bárbaro a los argentinos salirnos del ego. (Suspira) El ego no ayuda demasiado. Está bueno el ego porque es el motor de muchas cosas, no hay que menospreciarlo, pero no es el fin. No, claro, tenemos que poner otros fines por delante.

"Nos vendría bárbaro a los argentinos salirnos del ego"

"En mi mandato familiar no existe el no trabajar. Y trabajar muchas horas, no pocas..."

Venís de una familia con mucha historia, con muchos éxitos, innovadores por naturaleza. Supongo que tiene que haber una carga extra a la hora de administrar empresas del grupo.

Sí, por supuesto. Uno no se da cuenta necesariamente de cuál es la carga, pero la tiene, qué sé yo... Nosotros siempre fuimos criado con mucha responsabilidad, con mucho sentido del deber, con mucho sentido del trabajo. O sea, en mi mandato no existe el no trabajar, digamos. Y trabajar muchas horas, no pocas. No como un complemento de la vida, sino como centro de la vida, como eje de la vida. Eso es bueno y malo, hay que tratar de buscar un equilibrio. Y entre los beneficios de venir de de una familia importante es que eso me ha dado un amor por el trabajo, por las cosas que uno hace y desarrolla. Yo no podría estar sin trabajar. No sería vida.

¿Te sucede en serio?

Sí, me encanta trabajar. Me lo inculcaron de tan chica que disfruto mucho. Me sale natural, sí. Disfruto mucho. Y también debo decir que fuimos criados con mucho hincapié en la educación. La educación siempre fue muy importante en la familia. Y a mí me educaron lo mejor que pudieron. Nunca escatimaron en mi educación.

¿Educarse es como prepararse?

Sí, lo es. Si pude ir al mejor colegio, eso debo aprovecharlo. En la universidad fue lo mismo. Y si había un posgrado lo hacía. Y si había una posibilidad de un viaje para aprender algo, eso estaba. Estos beneficio de parte de nuestra familia también nos dieron toda la responsabilidad: que había que volver a trabajar, que había pocas vacaciones.

¿Pudiste disfrutar de tu abuelo?

Sí, bastante. Yo tenía 21 años cuando murió mi abuelo. No sé si hemos jugado juntos, porque era otra relación, como las de antes. Pero estaba muy presente mi abuelo en nuestras vidas, sí. El como que tenía un estilo de vida que era lindísimo, porque estábamos todos juntos los fines de semana. Sábado y domingo almorzábamos y pasábamos el día en su casa y él jugaba a las cartas con sus 40 amigos. Siempre había 40 amigos y 40 niños alrededor. Siempre había una cultura de la gran comida italiana, de comer, de agasajar. El era muy hospitalario. Creo que eso lo he heredado de mi abuelo. La hospitalidad es muy importante.

Dicen que ser buen anfitrión es el gran don de los dioses.

Hay que tratar de brindar lo mejor que uno tiene cuando invita a su casa o a donde sea. Y eso lo hemos heredado y disfruto muchísimo yo. Tengo una mente que recuerda sensaciones o conceptos, no palabras.

Así es como recordas a ese abuelo que jugaba cartas y que se juntaba con toda la familia.

Y que fumaba habanos, sí (risas). Y que era muy alegre. Y que era muy querido. El se preocupaba mucho por muchas personas. Era muy solidario. A mí me dieron mucho. Yo tengo que devolver. O sea, tengo que devolver lo que me brindaron. La suerte que tuve, también tengo la responsabilidad de devolverla. Soy acuariana, también. Y las acuarianas tenemos nuestra cosa...

¿Cómo son las acuarianas?

Somos un poco idealistas y nos gusta esa cosa de tratar de mejorar el mundo de alguna forma, en la medida que podamos.


Lucy, Lucila y Sofia, mujeres del vino

Preguntaba por tu abuelo y me faltaría hacerlo  por tu padre, Enrique.

Sí, y de mi madre, que también es gran parte del trabajo que soy ahora. Ella ha sido una muy buena compañera. Y bueno, lo ha acompañado y ha aguantado a la familia. Porque mi padre siempre trabajó mucho, siempre viajó mucho. Y mi madre siempre fue una roca en la casa, que nos educó, nos hizo como somos.

¿Cómo podemos transmitir la importancia de los padres en la vida?

¡Uff, qué difícil! No sé.... Viste que uno... Yo tengo hijos ahora. Y no sé si estaré haciendo un trabajo tan bueno como el que hicieron mis padres. Es un arte ser padre, ¿no? No sé, creo que hay que dar mucho amor, hay que estar muy atento a lo que les pasa y hay que tener algunas metas. Y no hay que darles todo lo que quieren.

¿No hay que darles todo lo que quieren?

No.

Está todo preparado para darles todo lo que quieren.

Y eso es lo difícil para nosotros, me parece. Y creo que la generación de nuestros padres la tenían mucho más clara que nosotros. Había más límites. El desafío de nuestra generación es poner límites siendo más conscientes que tenemos que ponerlos. Antes ni lo pensaban, era así nomás.

¿Hay una foto de de tu marido que sea la que más te gusta?

Me gustan muchísimas, pero hay dos que tengo que te voy a decir que me encantan. Una es de los Amilantes. Los amilantes son los hombres que se visten de avestruz en las celebraciones norteñas. Lo hacían para que lloviese. Cuando faltaba lluvia se vestían de avestruces porque parece que cuando bajaba la presión las avestruces se empezaban a marear, y se movían de manera loca, como si les faltase el aire. Como si viniera el zonda. Y después hay otra que me gusta mucho de dos señoras en el Norte, dos collas, que están con sus polleras elegantes caminando como a contraluz en un adoquín de piedra, creo que es en Tilcara.

El cielo de Mendoza, al cual has visto millones de veces, ¿te sigue sorprendiendo todo el tiempo?

Sí, muchísimo. Y me levanto a la mañana, los llevo a mis chicos al colegio, y sobre todo ahora en el invierno, que empiezan los cielos más lindos, y en el otoño, que empiezan como a verse esos cielos naranjas, los azules. Siempre hablamos de los cielos con los chicos. Me gusta que sean concientes de la naturaleza en la que viven y se los hago notar.